A Cuba, que sufre; a mi esposa, la Dra. María Lynne Rubio Cadenas; a mi hijo, el Ing. Miguel David Orrio Teijeiro.
Nota del autor: Presento mi serie «Cuba indagar en El Gran Apagón”, a modo de ensayo. Sera publicada en seis partes por Kaos en la Red, Rebelión y otros medios. Por supuesto, es un tema de mucha actualidad y un esfuerzo mío para ayudar a entender. Les invito a leer y a meditar, en tanto que ciudadanos y electores; a expresar opiniones y a compartir si entienden que lo amerita. Según se publique en Kaos en la Red y en otros medios, la compartiré en las redes sociales. Para los medios, es de libre publicación. Gracias a todos.
Cualquiera diría que ni en su más febril delirio el gran pintor cubano Pedro Pablo Oliva imaginó que su monumental óleo El Gran Apagón (1994) se tornaría símbolo de una época, ya a solo seis años de cuatro décadas, al punto de que se ha llamado a la obra el Guérnica de Cuba.
Oliva, ni siquiera bajo los efectos de un alucinógeno, habría podido imaginar que Cuba sufriría en estos fatales octubre, noviembre y diciembre del 2024, tres o cuatro apagones que casi paralizaron a Cuba, dos huracanes y dos sismos superiores en 6 en la escala Richter, más réplicas, todos con pérdidas que ¿se podrán contabilizar?
El Gran Apagón se tornó realidad…y nadie sabe en propiedad si llegó para quedarse, por muy optimistas declaraciones que se hagan, sea quien sea quien las formule.
Haciendo memoria, el hoy cotidiano sufrimiento de millones de cubanos por los cortes de electricidad, vulgo apagones, se remonta a los inicios de los 90 del siglo XX; pero si se revisa la prensa de los 70 y 80, se hallarán evidencias de la vieja data del problema.
¿No se recuerdan las frecuentes interrupciones en la producción y los servicios, y las legislaciones al respecto?
¿Se han olvidado las polémicas sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular (ANPP), en asuntos tales como la situación del transporte público en La Habana y – de más decir – la situación energética?
¿Existe amnesia respecto a ese testigo excepcional que es el Noticiero ICAIC Latinoamericano -por cierto, declarado Memoria del Mundo de la UNESCO-, el cual guardó para la Historia aquellos debates?
La dígase endémica situación eléctrica se agravó in extremis cuando la mayor de las Antillas perdió un apoyo multimillonario, tras el crack del bien mal llamado socialismo real en Europa Oriental y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS); ese mundo desapareció «sin un poeta que le cante ni una flor sobre su tumba», al profético decir de Winston Churchill. Ante todo, por graves violaciones a lo que la no menos profética Rosa Luxemburgo vaticinó, respecto al socialismo y el comunismo, en su La Revolución Rusa:
«Sin elecciones generales, sin una irrestricta libertad de prensa y de reunión, sin un debate libre, la vida muere en toda institución pública, se convierte en una apariencia de vida, y solo la burocracia permanece como elemento activo… el Gobierno queda en manos de unas pocas docenas de líderes de partido…En realidad no dirigen esas docenas de líderes, sino que lo hacen unos cuantos cabecillas, y de vez en cuando se invita a una élite de la clase obrera a las reuniones, para que aplaudan los discursos de los dirigentes y aprueben unánimemente las mociones propuestas».
Cualquier parecido, no es pura coincidencia. El marxismo es, ante todo, una ciencia de la emancipación humana. Quien lo olvida es y será condenado por la Historia, si antes no es puesto frente a un pelotón de fusilamiento. Invóquese, si se quiere, a Nicolae Ceasescu…
No estaría de más explorar las relaciones entre los decires de Churchill y Luxemburgo, y El Gran Apagón -que no llegó de sorpresa -, aunque se culpe por este al mismísimo Satanás y se evada una honesta autocrítica.
Avisaron muy inquietantes signos del deterioro de Cuba, como su caída en el Índice de Desarrollo Humano (IDH) de un lugar 53 en el 2007, a un ¡85! en el 2023, para sólo mencionar un dato clave; otros abundan.
Tras tales o cuales eventos o declaraciones optimistas y hasta triunfalistas, o a la par de las «éticamente inaceptables» medidas coercitivas unilaterales de Estados Unidos, vulgo bloqueo. El Gran Apagón acechaba… pero también atronaban sus trompetas.
Mínimo desde el 2021, millones de cubanos han sufrido y sufren apagones de horas y hasta de días, para no profundizar en las carencias de agua; o en una emigración febril que ya pone en peligro el balance de recursos laborales para el 2030; o en la crisis agrícola, alimentaria y de salud.
Guste, o no, fueron un indudable parteaguas los sucesos del 11 de julio de ese año y sus consecuencias, ninguna buena para Cuba, como menos lo son los cacerolazos que las redes sociales criollas testifican, o los que este periodista ha escuchado a metros de su hogar.
Sobre tales protestas se dice «esto y aquello». Pero Federico Engels toma por asalto la tribuna y advierte: «Si la conciencia moral de las masas se rebela contra un determinado hecho económico, eso quiere decir que ese hecho es injusto, o que han aparecido otros hechos económicos que lo hacen injusto o imposible de sostener» (Antidüring).
Se sabe: la memoria histórica criolla es pésima…y la improvisación y el voluntarismo aún peores, excepto en el caso de los poetas y cantores repentistas. La historia de Cuba rebosa de ejemplos de esas tres carencias del ser nacional, las cuales han costado bien caro al país…y cuestan.
Enójese quien quiera: «la verdad quema», dijo el economista y político cubano Carlos Rafael Rodríguez, y «no hay monarca como un periodista honrado», apuntó José Martí, ése que también dijo ante humildes tabaqueros:
«O la república tiene por base el carácter entero de cada uno de sus hijos, el hábito de trabajar con sus manos y pensar por sí propio, el ejercicio íntegro de sí y el respeto, como de honor de familia, al ejercicio íntegro de los demás; la pasión, en fin, por el decoro del hombre, —o la república no vale una lágrima de nuestras mujeres ni una sola gota de sangre de nuestros bravos. Para verdades trabajamos, y no para sueños. Para libertar a los cubanos trabajamos, y no para acorralarlos. ¡Para ajustar en la paz y en la equidad los intereses y derechos de los habitantes leales de Cuba trabajamos, y no para erigir, a la boca del continente, de la república, la mayordomía espantada de Veintimilla, o la hacienda sangrienta de Rosas, o el Paraguay lúgubre de Francia!».
¿Cuba es así, como El Apóstol la soñó? ¿Tiene que ver El Gran Apagón con ese sueño?
Si se ejerce la monarquía del periodista honrado, tal cual dijo el cubano mayor, se impone un deber ante los compatriotas que sufren; ante los niños que no pueden ver animados en la televisión; ante los ancianos que buscan comida en los tanques de basura; o ante los hospitalizados que días atrás hubieron de ser trasladados de urgencia del Instituto de Hematología porque la planta eléctrica no funcionó, ¡en medio de un corte eléctrico! Ese deber se resume en una pregunta:
¿Por qué, El Gran Apagón?
Por lo menos este autor, en ejercicio de su martiana monarquía, buscará respuestas: parafraseando al periodista y escritor cubano Pablo de la Torriente Brau, caído en combate del lado de la República, en España, Cuba necesita verdades como puños, no mentiras enguantadas.
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