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Volodia prepara una monumental obra sobre América Latina

Informe Teitelboim

Fuentes: La Nación

Fue escudero y biógrafo de Vicente Huidobro, de Pablo Neruda, Gabriela Mistral, Juan Rulfo y Jorge Luis Borges. Estudió Derecho porque «era la única escuela que no exigía asistencia obligatoria», sentencia quien dice haber sido «un niño de la calle, un muchacho inquieto que descubrió simultáneamente la política y la literatura». Volodia cambió Chillán por […]


Fue escudero y biógrafo de Vicente Huidobro, de Pablo Neruda, Gabriela Mistral, Juan Rulfo y Jorge Luis Borges. Estudió Derecho porque «era la única escuela que no exigía asistencia obligatoria», sentencia quien dice haber sido «un niño de la calle, un muchacho inquieto que descubrió simultáneamente la política y la literatura». Volodia cambió Chillán por Santiago cuando tenía 15 años. Ahora en marzo cumplirá 91.

Ha pasado el tiempo y ahora vive en La Reina. Antes de cruzar la reja que separa la calle de la puerta de su casa, por la ventana se asoma, mueve sus manos indicándonos que entremos. La reja la abre una mujer de 1,80 de estatura. Lleva minifalda y un escote que deja ver la mitad de unos pechos macizos. Diríase que podría matar de un infarto a quien la observe limpiar la casa.

Pero Volodia tiene un corazón que late, tal vez no con la misma fuerza de hace 70 años, cuando junto a Eduardo Anguita publicó en 1935 la «Antología de poesía chilena nueva», donde excluyeron a Gabriela Mistral por considerarla «conservadora y anticuada».

Pero el tiempo ha pasado su lengua por los caminos y la polémica vuelve a la carga ahora con una biografía y la historia de la poetisa en la espalda.

«Ella fue revolucionaria, encontró en la Biblia no sólo el gran libro religioso, sino la tragedia humana, la poesía; decía ‘¡ése es mi libro!’, como si ella lo hubiera escrito. En Chile todo el mundo sabe quién es ella, pero la mayoría no la ha leído», cuenta con un brebaje espumoso en su escritorio, que sorbe de vez en cuando, iluminado por unos dibujos originales de Roberto Matta que cuelgan de la pared.

-¿Y qué opina de todo este lío que se armó luego de la muerte de su albacea, Doris Dana, a la vez que se cumplían 50 años de su muerte?

-A Gabriela le cargaba el ambiente oficial, y recibió el pago de Chile hasta que le dieron el Premio Nobel. Incluso en México la regalonearon más que acá. Ella decía que si llegaba a Chile la llamarían «la Gabi» y que se la echarían al hombro. Creo que ella desconfiaba mucho de la efectividad de Chile para manejar las cosas, por eso tenía la confianza que en Estados Unidos se cuidaría mejor su legado. Ahora, creo que sería muy bueno que ese material volviera al país para entregarlo a la Dibam, que está haciendo una labor donde publican, se proyectan y develan libros importantes que no son tomados por las editoriales.

EL PERRO MUERTO DE PINOCHET

Abogado, diputado, senador y secretario general del Partido Comunista de Chile hasta 1994. El golpe militar lo sorprendió en Europa. Como no podía regresar al país se fue a la URSS, donde dedicó los primeros meses a escribir como un obseso y por encargo la biografía de su amigo Pablo Neruda. Luego vendría el recordado programa «¡Escucha, Chile!». La voz de Radio Moscú era escuchada por los presos políticos en la isla Quiriquina, pero también por los militares de bigote y lentes oscuros en Santiago a la hora del té. En total, 1.500 programas, que le valieron el mayor repudio del dictador y su tropa.

«Pinochet se murió, pero queda la herencia viva y desafiante del pinochetismo, porque Pinochet hizo perro muerto, se fue sin pagar la cuenta. La política actual de la derecha es anticultural, ahora tienen sus regalones, esos que les encienden el incienso y la alabanza, como algunos que rechazan la expresión ‘nunca más’, porque puede ser ‘otra vez’, si las circunstancias se presentan. Hace unos días (miércoles 24 de enero), en ‘El Mercurio’, Hermógenes Pérez de Arce escribió una columna titulada ‘O los echamos o desaparecemos’, un llamado al golpe de Estado», señala molesto con un ejemplar del periódico en sus manos.

Del 2006 conserva el recuerdo del movimiento estudiantil. «Hay que hacer una labor de recuperación muy grande, un índice importante fue el movimiento de los ‘pingüinos’ el año pasado. Ellos pueden hacer que Chile alcance de nuevo la democracia, la libertad y que ésta no sea amenazada por la presencia de los cuarteles».

«EL TEMA ES BASTANTE GRANDECITO»

Mientras en los años ’30, Teitelboim y Anguita querían ser la vanguardia, Nicanor Parra no se podía despegar de García Lorca. «Nosotros queríamos pasar al ataque. Esto lo tomó muy en serio Huidobro, que al volver de París andaba buscando un par de escuderos para dar su batalla, y ahí comenzaron esas tertulias delirantes. Huidobro era una especie de mecenas involuntario.

-¿Cómo es su relación con Nicanor Parra y Miguel Serrano?

-A Parra lo conocí de muchachito. En esos años había dos caminos para la poesía, y Parra dijo: «El de los versolibristas y el de la tradición». Ahora lo veo de vez en cuando, no tengo una amistad particular con él, tampoco una animadversión, y reconozco su camino propio en poesía. Ahora, a Miguel Serrano lo conocí porque era sobrino de Huidobro, quien tenía muy poco respeto por su tío. Lo considero buen escritor, con ideas que no son las mías y que no puedo aceptar, como su alabanza a Hitler y su liderazgo en ciertos aniversarios. Creo que más allá de su esquizofrenia es un hombre amable.

Después de conocer en persona a los personajes de la literatura chilena de los últimos 60 años, el autor de «Un muchacho del siglo XX», ahora trabaja en un proyecto de libro sobre escritores nacionales menos nombrados. «Ahí estará Alfonso Alcalde, quien me interesa por la calidad de su poesía, por lo trágico de su vida, por una sociedad que no le prestó atención. Además, estarán Carlos Pezoa Véliz, Pablo de Rokha, a quien silenció la crítica literaria oficial, lo marginaron, lo patearon, se rieron de él… Ahí empezó a contestar con un lenguaje que no se usaba en medio de la hipocresía del medio chileno», asegura rascándose la cabeza, como intentado sacar más autores por su lengua.

Además, está esmerado en concluir «su gran proyecto» sobre América Latina, que implica cinco siglos de historia hasta nuestros días. De hecho, le interesan los procesos políticos que se están dando ahora en Bolivia y Venezuela. El nombre provisorio del libro es «América de cinco pisos».

«El tema es bastante grandecito y partiré por la América donde sólo hay naturaleza y no ha llegado el hombre. Yo lo llamo la invasión asiática, porque es la gente que se descuelga desde Asia hasta Alaska, baja a través de miles de años, hasta llegar a Tierra del Fuego. Mucho más tarde vendrá la invasión europea con el señor Cristóbal Colón…», afirma con su implacable memoria. Mira de reojo su biblioteca, como si cada libro le diera señales de ruta, apuntes para su cabeza calva.

-¿Y cómo se lleva con la muerte?

-Es una relación silenciosa, pero que está presente. Ahora, yo soy un optimista enamorado de la vida, pero también hay que pensar en la gran señora; mientras, hay que vivir con el mate funcionando, activo, para que no lleguen los pajaritos ni el caldo de cabeza.