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La presencia de la extrema derecha (I)

Instruir desde el extremo

Fuentes: Rebelión

1. Introducción Entraña siempre cierta peligrosidad acercarse a los extremos para constatar el entendimiento de la realidad. Este extremo se traduce como «más allá» o «lo más afuera» (del latín extremus (1) ) y suele interpretarse fácilmente (en similar argot) como sinónimo de ultra (del latín ultra, «más allá de», «al otro lado de»). Pese […]

1. Introducción

Entraña siempre cierta peligrosidad acercarse a los extremos para constatar el entendimiento de la realidad. Este extremo se traduce como «más allá» o «lo más afuera» (del latín extremus (1) ) y suele interpretarse fácilmente (en similar argot) como sinónimo de ultra (del latín ultra, «más allá de», «al otro lado de»). Pese a ello, es importante aclarar que, aunque en su aceptación conceptual se emplean de manera idéntica, en su aceptación sociopolítica puede establecerse que la expresión ultraderecha parece, con respecto a la expresión extrema derecha, tener una connotación peyorativa -o, simplemente, más peyorativa-. Aclarado este punto, formulemos una pregunta: ¿qué formas tiene la extrema derecha de articular un discurso instructivo sobre la realidad?

Escribía George Tin (2012: 208) que «(…) la derecha tiene sus fuentes en la reacción de las élites tradicionales contra la Revolución Francesa, y más en particular contra las ideas transmitidas por ésta, (…)»; así, es reacción contra el denominado pensamiento del Siglo de las Luces. Entender la relación que existe entre reacción, pensamiento y Siglo de las Luces nos da uno de los rasgos asiduamente más atribuidos a su postura más extrema (la extrema derecha): el antiintelectualismo. Entendamos que los elementos/rasgos más característicos de una corriente de pensamiento poseen una «acción y/o efecto de enseñar» (instrucción, del latín instructio) con la finalidad de extenderse y perpetuarse; a éste hecho lo denominaremos acto instructivo o pedagógico (2).

En los últimos meses hemos visto en el contexto español un aumento -en la representatividad de la esfera política principalmente- de la extrema derecha (3); a menudo es fácil encontrar (en redes sociales, en periódicos) textos, artículos y opiniones que defienden o rechazan el referido movimiento. La misión del presente texto es visibilizar la faceta «pedagogizante» de dicha corriente, sus elementos más patentes y, finalmente, valorar si entraña peligrosidad ser pedagogizado por la misma.

2. El extremo de las cosas

A menudo suele considerarse, entre las «esencias» más palpables de esta corriente, una defensa acérrima de las costumbres (manera habitual de comportarse, práctica tradicional de una colectividad) que se plasma en diferentes aspectos y formas: la igualdad, la tolerancia religiosa, la enseñanza o la democracia, entre otros. La primera preocupación que plasmamos aquí -antes, incluso, que la forma que tiene la extrema derecha de defender los aspectos arriba mencionados- proviene de aquellas personas que han criticado (mordazmente, en muchos casos) dicha corriente pero que, a su vez, se han refugiado (parcial o moderadamente) en el paraguas de discursos peligrosos como «son una minoría», «no se repetirá lo pasado» o «no prestándoles atención, se apagarán solos». Estos mensajes son, en sí mismos, profusamente arriesgados por -entre otras- dos razones: la primera, no atender la gravedad de una situación o cosa no hace que dicha situación o cosa desaparezca. Es decir, no debe jugarse a los juegos de la invisibilidad cuando el «principio de realidad (4)» nos propone, sobre la mesa, dónde están los agentes visibles. Y, la segunda, despreocuparnos de esa «supuesta minoría» es una manera bastante temeraria de eludir lo actual y olvidar lo sucedido (el pasado como posibilidad de presente). Intentaremos explicar esto mejor: marginalizando esa «minoría del presente» es dejar en el tintero de lo extraviado algunos de los hechos más horribles vividos en el pasado (los totalitarismos del s. XX, por ejemplo). La forma en la que el alegato de la extrema derecha ha tenido -y tiene- de extenderse sobre el manto parlamentario europeo (concretamente, después de la Segunda Guerra Mundial) contiene, en sus raíces, un componente instructivo, un hecho pedagógico.

El organigrama ideológico de la extrema derecha se orquesta -como tantas otras corrientes- sobre un abanico de múltiples elementos: la política, la educación, la sanidad o la cultura. Propondremos, en el presente texto, un breve análisis (intentando guardar un mínimo de rigor) sobre dos rasgos que fecundan su ideario: la cuestión de la identidad y la adulteración del lenguaje.

La (a) cuestión de la identidad es proclive a ser ampliamente discutida, ésa no será nuestra intención aquí. La identidad suele referenciarse/acompañarse de otros conceptos (ideas), entre los cuales destacamos la abstracción de nacionalismo; habitar en una nación fertiliza la construcción de una identidad. En este sentido, podríamos preguntarnos en qué esferas y sobre qué dimensiones los contenidos (materiales y no materiales) de esa identidad nacional se desenvuelven. Destacamos, a priori, dos esferas: la privada y la pública (podríamos, obviamente, citar alguna más); y cinco dimensiones: la psicológica, la cultural, la territorial, la histórica y la política (Guibernau, 2009). Se circunscribe, por tanto -y basándonos en esta lectura-, la identidad a los elementos antes mencionados.

Las dos primeras articulaciones que nos gustaría reflejar sobre los actos instructivos de la identidad propios de la e. derecha son: el deseo de diferencia y la noción de cierre. El deseo de diferencia (desde el plano tanto individual como colectivo) destaca por la necesidad de encontrar seguridad en la idealización de «un nosotros»; desde este prisma se puede deducir que existe, como aparente concepción dual, «un nosotros» y, por tanto, «un ellos» (una diferencia entre el yo y el tú, entre lo mío y lo tuyo). Como tal, este deseo de diferenciarse no tiene (o quizá no debe) que concebirse como negativo per se, lo que tuerce este deseo hacia tintes peligrosos es cuando se lo relaciona (el segundo acto instructivo tiene mucho que ver aquí) con la interpretación de la diferencia como enemistad: el otro (o los otros) como repulsa.

Sobre la noción de cierre destacaremos dos aspectos que ayudan a darle forma: el primero, el espejismo de la identidad, el segundo, la unicidad identitaria. Con espejismo nos referimos a la pretensión de «mirar al otro» con el anhelo de encontrar un yo; ver mi propio reflejo en el otro (contemplo al otro contemplándome a mí). El principio de realidad -nuevamente- nos recuerda que el intento de reflejar «lo diferente» como un producto o un reflejo de mí mismo es algo más cercano a la ilusión; es el intento de transformar (reducir) lo diferente a mí a lo igual a mí (no es tanta la preocupación de convivir juntamente como de convivir entre iguales). El segundo aspecto, la unicidad, está íntimamente relacionado con el anterior; es aquel planteamiento ideológico que procura plasmar las complejidades de el mundo (su diversidad) al constructo de un mundo (la intención de reducir la divergencia a la convergencia, de no aceptar el conflicto intrínseco que arraiga en la diferencia). Entre sus representaciones destaca la idealización de superponer una identidad sobre las demás (una identidad envuelta en exacerbada retórica y, a menudo, intocable). La defensa y asimilación de entender esta identidad parece guardar cierta relación con la idea de propiedad o dominio (anular el abanico de las identidades y reafirmar mi identidad, mi propiedad o, en sintonía con lo expuesto por Gallego (2011), la apología de una propuesta de «comunidad cultural homogénea»).

Entrando ahora con el otro rasgo, la (b) adulteración del lenguaje, cabe destacar el carácter vertebrador que se hace del mismo; la presencia del lenguaje podemos observarla en prácticamente todas las facetas en las que actúa. Lo ciertamente peculiar (y no con ello único) es el uso de un lenguaje simple en vocabulario y eficaz en su tono; un lenguaje que suele divisar -como se mencionó anteriormente- esas características propias de la identidad: la articulación de una aversión ad hominem (o aversiones), el tono agresivo, la diferencia incorporada de «un nosotros», el fuerte carácter mesiánico de sus argumentos y, por último pero no por fin, la resignificación de los significados (por ej., términos como democracia, convivencia, educación o servicio). El lenguaje – y la palabra- es arquitectura, es el peso implacable de la piedra.

Hemos intentado, hasta aquí, procurar destacar el papel de guía de ese interés instructivo del que hablábamos al comienzo. Así, y para cerrar este texto, nos gustaría destacar dos cuestiones: primera, detrás de los elementos defendidos aquí como propios de la e. derecha, hay -siempre- una seducción que se manifiesta a través de actos instructivos (no reconocer al otro, aceptar solo al igual, reducir la divergencia); y segunda, ¿es posible, partiendo de la anterior cuestión, emplearse -convivir, educar- bajo el prisma de dichas instrucciones a la par que defendemos los valores democráticos? Más allá de nuestra invitación a que sea reflexionada, nuestra respuesta, por ahora, es un rotundo no.

Notas:

(1) Véase extremo (en http://etimologias.dechile.net/?extremo [consultado en noviembre de 2019]).

(2) Consideramos que no es el espacio para debatir la adecuación conceptual del término «pedagógico» o «antipedagógico», entre otros, aunque si apreciamos el valor de abrir el interrogante. En el presente texto nos remitiremos a entender el término como establece tradicionalmente su etimología, παιδιον (paidón = niño) y ἄγω (ágo = yo conduzco): «arte de instruir o conducir al niño a la escuela» (en http://etimologias.dechile.net/?pedagogi.a [consultado en noviembre de 2019]). Destacamos, muy particularmente, la acción de conducir o guiar que estimula el hecho pedagógico.

(3) No entraremos a debatir o detallar, dentro de la e. derecha, las diversas subcorrientes o manifestaciones; aquí intentaremos acercarnos a los rasgos que consideramos «comunes» o más patentes del mismo.

(4) «Lo otro aparece como real porque tiene la capacidad de oponerse a mi voluntad, de ofrecerme resistencia. Ese es el principio de realidad, […], lo que ofrece resistencia a nuestra acción, a nuestro deseo, y no se deja manipular con la mera fantasía.» (Rivera de Rosales, 1998: 43-44).

Referencias bibliográficas:

* Enrique de Ayala, J. (2011). Carta de Europa: El ascenso de la extrema derecha en la Unión Europea. Política exterior, ISSN 0213-6856, Vol. 25, Nº 143, 2011 (Ejemplar dedicado a: Drogas y violencia, guerra fracasada), pp. 14-20. 

* MGallego, F. (2007). Neofascistas: Democracia y extrema derecha en Francia e Italia. Barcelona: Editorial DeBolsillo (496 págs.).

* Gallego, F. (2011). De Auschwitz a Berlín: Alemania y la extrema derecha. Barcelona: Editorial DeBolsillo (352 págs.).

* Gálvez Marín, J. L. (2009). Palabras castellanas de origen griego (disponible en formato digital en http://idiomas.astalaweb.com/Otros/Griego/Etimologias-griegas.PDF).

* George Tin, L. (2012). Diccionario de la homofobia. Madrid: Edicionaes AKAL (512 págs.).

* Guibernau, M. (2009). La identidad de las naciones. Barcelona: Editorial Ariel (220 págs.).

* Norris, P. (2009). Derecha radical. Votantes y partidos políticos en el mercado electoral. Madrid: Ediciones AKAL (384 págs.).

* Rivera de Rosales, J. C. (1998). Kant: la «Crítica del juicio teleológico» y la corporalidad del sujeto. Madrid: Universidad Nacional de Educación a Distancia (172 págs.).

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