El capitalismo a nivel global ha venido instrumentando una serie de mecanismos y estructuras para implementar el libre comercio en todo el planeta y la expansión de la especulación financiera. Las naciones más poderosas tratan de darnos al resto de nuestro países el rol de exportador de materias primas y de commodities, de compradores de […]
El capitalismo a nivel global ha venido instrumentando una serie de mecanismos y estructuras para implementar el libre comercio en todo el planeta y la expansión de la especulación financiera. Las naciones más poderosas tratan de darnos al resto de nuestro países el rol de exportador de materias primas y de commodities, de compradores de sus excedentes y de receptores de sus crisis.
Esta política ha estado acompañada de terrorismo de Estado, golpes suaves, invasiones. Cada guerra que se sucede huele más a petróleo, gas, manejo de los commodities y por sobre todas las cosas, la implementación de herramientas financieras que condicionan y determinan, no sólo la gestión de los gobiernos (Grecia es el último caso más patético), sino la vida concreta de la gente.
Basta recordar en Estados Unidos y algunos países europeos las imágenes de miles de familias que no podían pagar las hipotecas de sus viviendas y quedaban, literalmente, en la calle. La burbuja inmobiliaria había explotado y sus costos los volvieron a pagar los sectores medios y populares. La historia es conocida y ha vuelto a repetirse, sistemáticamente.
A partir de la misma es necesario recordar los Tratados de Libre Comercio primero y la iniciativa del ALCA que fracasara en Mar del Plata en el 2005. Luego de esa derrota, el gobierno norteamericano ha venido impulsando una serie de medidas y organismos que significan profundizar los postulados del neoliberalismo.
La Alianza del Pacífico (Chile, Colombia, México y Perú) es su contraparte para el nuevo escenario de la integración regional conformada por la reformulación del Mercosur y la creación de la Unasur y la Celac que impulsaran los gobiernos nacionales y populares en el continente.
En ese contexto se inscribe el acuerdo que se está debatiendo entre la Unión Europea y el Mercosur y sobre el que nuestro país ha sido claro al manifestar que se firmará si es beneficioso para nuestras economías y si no hace peligrar ningún puesto de trabajo y, al revés de lo que sucede con otros tratados de libre comercio que firman otras regiones o países, se crean nuevos.
El Acuerdo Estratégico TransPacífico de Asociación Económica (TPP), firmado originalmente por Brunei, Chile, Nueva Zelanda y Singapur que entró en vigencia en 2006, fue la respuesta a la expansión de China; e inmediatamente se avanzó en la Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión (ATCI), que en los hechos es el acuerdo de libre comercio entre Estados Unidos y todos los países integrantes de la Unión Europea.
En ese marco se avanzó en el TISA (Tratado sobre Servicios), donde entre los años 2013/2014 se hizo público que existía un Anexo sobre Servicios Financieros que tenía carácter Secreto; los participantes en las negociaciones son Australia, Canadá, Chile, Colombia, Corea del Sur, Costa Rica, Estados Unidos, Islandia, Israel, Japón, Liechtenstein, México, Nueva Zelanda, Noruega, Pakistán, Panamá, Paraguay, Perú, Suiza, Taiwan, Turquía y la Unión Europea en su totalidad.
Los mismos gobiernos que adoptaron decisiones económicas que generaron las sucesivas crisis que el conjunto de las naciones padecen están avanzando en un acuerdo que consolide y aumente los actuales niveles de desregulación financiera; que asegure que las naciones declinen el derecho de requerir que datos de todo tipo (personas, empresas, etc.) sean guardados puertas adentro de sus fronteras y enfrenten acciones jurídicas si adoptan medidas para prevenir o responder a futuras crisis que puedan presentarse. (Toda similitud con el accionar de los fondos buitre no es mera coincidencia.)
Plantea, también, que los firmantes no puedan avanzar en expropiaciones directas o indirectas, protegiendo así a los inversores extranjeros, equiparándolos a las empresas nacionales en cuanto a derechos. Otro aspecto es la eliminación, casi absoluta, de las regulaciones nacionales y la libertad de introducir nuevos productos o productos tóxicos sin restricciones.
El carácter secreto de estas negociaciones y la gravedad de sus implicancias fue confirmada, por ejemplo, en el último Foro de San Pablo realizado en México, hace semanas atrás, donde algunos partidos informaron que les fue vedada la información requerida a los gobiernos que están participando de esas negociaciones.
Esto es lo que está discutiendo el capitalismo como modelo económico, financiero y político. Sus consecuencias, en caso de poder aplicarlo en su totalidad, en base a la propia experiencia latinoamericana, serán devastadoras para el conjunto de la humanidad. A este poder y a este desafío nos enfrentamos, cotidianamente, cuando reafirmamos, en hechos, nuestro propio proceso de integración regional.
* Director de Ideal y dirigente del Frente Transversal.
Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-280694-2015-09-02.html