1. CARACTERIZACIÓN DEL CICLO POLÍTICO Nos encontramos en Chile en la intersección entre dos momentos políticos, uno que no acaba de hundirse y otro que no logra despegar. No acaba de hundirse, porque el ciclo político iniciado en Dictadura pero consolidado con el régimen de la Constitución del 80, continuado y profundizado por los sucesivos […]
1. CARACTERIZACIÓN DEL CICLO POLÍTICO
Nos encontramos en Chile en la intersección entre dos momentos políticos, uno que no acaba de hundirse y otro que no logra despegar. No acaba de hundirse, porque el ciclo político iniciado en Dictadura pero consolidado con el régimen de la Constitución del 80, continuado y profundizado por los sucesivos gobiernos de la Concertación, que desembocaron casi naturalmente al primer gobierno de Piñera, ese régimen que se llama modelo neoliberal (que es un modelo económico, político y cultural), sigue en pie, resquebrajado en algunos aspectos pero aún dominante… Y tampoco logra despegar un nuevo ciclo político que podríamos llamar posneoliberal, expresado por el movimiento estudiantil de 2011 pero que se ha ido extendiendo, al menos en sus ideas generales y recursos de movilización colectiva (organización, marchas, iniciativas culturales, redes sociales), a los ámbitos de la salud pública, el medioambiente, la calidad de vida de las personas, la mejora en las condiciones laborales; es decir, un ideario que busca salir de lógicas como el lucro, el endeudamiento, el machismo, la desigualdad, la competencia, para arribar a valores como la solidaridad, los bienes públicos, el trabajo colectivo, el reconocimiento de las diversidades…
Este momento es una intersección y no una bifurcación, porque no son dos caminos por optar. Es posible que ciertas condiciones desfavorables para el campo político que busca la transformación democratizadora se mantengan, a saber: derechización de la región (Ecuador, Perú, Argentina, Brasil), predominio norteamericano, bajo precio de las materias primas o commodities, desmovilización social, pero aun así algunas ideas posneoliberales podrían tomar protagonismo. O viceversa: que en estos cuatro años el impulso posneoliberal vaya fortaleciéndose pero al mismo tiempo ciertas ideas o, de plano, ciertos ámbitos de poder neoliberal se mantengan: medios de comunicación privados, preminencia de la gran empresa privada, consumismo, etc… En definitiva, hay una contienda política que se sitúa en un momento donde (parafraseando a Antonio Gramsci) la vieja sociedad no termina de morir ni la nueva acaba de nacer…
El resultado de esta contienda no está predeterminado, aunque sí dependerá de los recursos de movilización, las capacidades convocantes y de construcción de identidades, movilizaciones sociales, diques de contención de esas movilizaciones, represión, errores o aciertos políticos; es decir, es un campo abierto donde la expresión de ideas políticas claras y con vocación de mayorías son los elementos cardinales.
2. EL GOBIERNO
Para nadie es sorpresa que el nuevo gobierno (segundo de Sebastián Piñera) considere que la libertad de empresa es el camino al desarrollo. Tampoco es de sorprender que lo que ellos llaman «desarrollo» no es otra cosa que el simple crecimiento económico, ni que ese crecimiento económico beneficie a una minoría social, los supericos o ricos, manteniendo a la clase media endeudada y frustrada y a los pobres estancados.
Lo que sí fue sorpresa es que los organismos internacionales o de gobernabilidad global se hayan mostrado tan abiertamente proclives al triunfo electoral de Piñera, no porque Piñera no represente sus intereses, sino porque la Nueva Mayoría también los representa y algunos pensábamos que aseguraba mayor gobernabilidad a la inversión extranjera privada. Lo que no estábamos leyendo y sí lo hicieron desde las corporaciones transnacionales y los bancos, fue que en la región ya se están impulsando proyectos similares, como los de Temer en Brasil y Macri en Argentina, que el ciclo de los gobiernos progresistas se encuentra cerrado y que la tutela norteamericana en la región retoma el impulso. Eso hace posible que los intereses capitalistas nacionales y transnacionales no requieren de una coalición de mediación (entre sociedad civil y poderes facticos) como lo era la Nueva Mayoría y puedan gobernar de forma directa, de ahí el nombre de «gobierno de los empresarios».
¿En qué consiste el plan económico del gobierno de los empresarios? Por un lado, lo constituye una reforma tributaria que reducirá los impuestos de primera categoría (de los grandes empresarios), manteniendo el de segunda categoría (de las clases medias), fundamentando la medida bajo el supuesto de que de este modo se dinamizará la economía y se aumentarán las inversiones.
Por otro lado, se reducirá el gasto público. Pero esta afirmación es engañosa, porque… es cierto que el Estado no hace una inversión directa, pero lo que hace es subvencionar al sector privado. Con esta fórmula mágica, en el primer gobierno de Piñera (que coincidió además con el más alto precio de las materias primas) la deuda del Estado se triplicó, la deuda del gobierno creció en 250%, la deuda externa en un 159% y la deuda de Codelco se incrementó en un 84% /1.
Otro elemento del plan de gobierno es la agenda del mundo del trabajo, flexibilizando las relaciones laborales, la jornada y las formas de contratación, entre otros elementos. Esto tendrá como consecuencia el aumento del empleo, pero de mala calidad y enorme precariedad, y por lo tanto, el incremento del sobreendeudamiento.
Otra característica del gobierno, será cómo se desenvuelve en el campo político. Hasta ahora lo ha hecho mal, recurriendo a fórmulas como comisiones especiales que se saltan la labor del Congreso, el retiro del proyecto de indemnización a víctimas directas de la dictadura militar, recurrir al Tribunal Constitucional o inventar subterfugios como la «objeción de conciencia» para detener reformas democráticamente impulsadas, insistir en la legitimidad del lucro en áreas que debiesen ser derechos sociales como la educación.
Estas acciones, animadas por la lectura de una oposición dividida, un contexto regional derechizado, un poder monumental de capital y el control del aparato del Estado, podrían eventualmente generar enormes errores políticos que abran una ventana de oportunidad a las movilizaciones sociales y a una política posneoliberal.
En la actual intersección en la que nos encontramos, un gobierno de derecha moderado, que tienda a la acumulación del capital en el sector privado pero manteniendo una política social de mercado del tipo concertacionista o de la Nueva Mayoría, podría relegitimar enormemente el ideario neoliberal. Pero el conservadurismo y la ambición podrían llevar a este gobierno a enormes errores políticos.
3. LA NUEVA MAYORÍA
Una ventana de oportunidades políticas puede aprovecharse o desaprovecharse, o bien puede ser que no se esté simplemente a la altura del momento histórico. Hoy la Nueva Mayoría (ex Concertación), no tiene ni la capacidad organizacional ni una propuesta de sentidos e ideas para dar la batalla política y cultural.
Es indudable que asistimos a la debacle de la Nueva Mayoría. En su interior, la división histórica del Partido Demócrata Cristiano; la pérdida de la última opción de posicionamiento del Partido Radical, que fue Guillier; el camino propio que seguirá el Partido Comunista; y la crisis al interior del PPD y del PS por pérdida de identidad, renuncia o estancamiento de la militancia y desdibujamiento entre negocio y política.
El Partido Comunista se mantendrá más o menos cómodo con su 6% histórico y su identidad política «de izquierda»; apelará a conservar sus ocho diputados o subir a diez y conseguir un senador; buscará aumentar en alcaldías y concejalías. Pero también hay que señalar que cuenta con la capacidad de su militancia, sobre todo de los más jóvenes, quienes acrecentarán su presencia en las universidades y en el trabajo territorial. Vienen con una enorme experiencia en el Gobierno, que les generó asimismo grandes recursos económicos. Y es un partido político con presencia nacional. En lo sucesivo, buscará acercarse al Frente Amplio y también impulsar algo así como un «todos contra la derecha»…
Todos los otros partidos del bloque, la DC, PR, PPD y PS perderán militancia, ya que generacionalmente están truncados, sus cuadros políticos superan los cuarenta años de edad, no cuentan con trabajo ni de base ni en las universidades, por lo que su capacidad de renovación generacional es nula.
No obstante, cuentan aún con enormes recursos, especialmente económicos, tanto desde la política como en el mundo empresarial y de las sociedades anónimas. Sus operadores políticos son hábiles y tienen enorme experiencia, además del apoyo de grandes empresarios, redes con universidades y el gobierno norteamericano… Tienen también presencia institucional y en el aparato del Estado; una red de profesionales, que trabaja en sus municipios, empresas y medios de comunicación, así como en Fundaciones y ONGs… Hace cuarenta años participan del sistema de campañas electorales, así que conocen bien cómo funciona y de dónde obtener recursos económicos… En definitiva, ocupan un espacio importante en la sociedad civil.
Por lo demás, no se trata una «liga de la injusticia», sino más bien de una coalición que cedió política y culturalmente al modelo neoliberal, integrándose a sus lógicas, valores y objetivos… Podrían algunos sectores, en especial el PS, buscar cambiar de rumbo y reencontrarse con su historia de democratización y así intentar recuperar la credibilidad. Se ve difícil, pero en política, especialmente si hay recursos (económicos, intelectuales, comunicacionales), son posibles los virajes… Sobre todo cuando hay una ciudadanía que, si bien es cierto está viviendo un cambio generacional sustantivo, aún es reticente de plantearse un modelo alternativo de sociedad.
4. LA CIUDADANÍA Y SUS ANHELOS
Muchas veces se le ha atribuido al miedo que la sociedad neoliberal chilena no cambie. Así se argumentó, por ejemplo, respecto al triunfo electoral de Piñera. Pero lo cierto es que desde 2011 a la fecha, ese miedo proveniente de la herencia de la dictadura se ha ido perdiendo. ¿Por qué, entonces, pareciera ser que en términos generales la sociedad chilena se resiste al cambio? Porque si no hay una alternativa, al menos dibujada, a lo existente, la inteligencia colectiva seguirá aferrándose a lo que por lo menos parece más familiar y estable. Porque, debemos asumirlo, el neoliberalismo no es sólo un sistema económico y político, sino también valórico y cultural. En Chile no sólo hay un Estado neoliberal, sino una sociedad y una ciudadanía neoliberal, acostumbrada al consumo, al endeudamiento, a la competencia, al individualismo. Estas características no se expresan necesariamente en términos negativos, todo lo contrario, al ser hegemónicos son vistos como valores o incluso como necesidades para ser una persona exitosa.
Sin embargo, los éxitos del modelo neoliberal se vuelven cada vez más lejanos para las mayorías sociales. Así es como el 20% de las personas de mayores recursos controlan el 72% de la riqueza del país. Pero es más, el 1% más rico concentra el 35% de la riqueza, lo que corresponde a ingresos que van de los 15 a los 400 millones de pesos mensuales. Todos estos son datos compartidos por Fundación Sol y por la OCDE.
Estamos hablando de un país donde el ingreso promedio va de los 350 a los 650 mil pesos (los sueldos de las mujeres siguen siendo más bajos que los de los hombres). Según el SII, los trabajadores por cuenta propias (que han aumentado sustantivamente y son enarbolados como un actor fundamental en la economía chilena) no superan el ingreso promedio.
El 20% de la población ocupada percibe entre 200 y 300 mil pesos, un 17%, entre 300 y 400 mil, un 11% menos de 100 mil, un 9% entre 1 y 2 millones. Sólo el 1,2% recibe más de 3 millones al mes. Estos son datos del INE.
De este modo, los éxitos personales de una sociedad neoliberal son enormemente limitados y desiguales. Y el malestar se ha generalizado. Malestar por el endeudamiento en la educación, por lo caro que resulta tener una casa, un auto o un nicho en el cementerio, donde una familia se puede endeudar por 20, 30 y hasta 40 años… Un malestar que genera el transporte o la salud pública, la precariedad laboral, las injusticias sociales que hoy se expresan en la población presidiaria compuesta esencialmente por gente pobre, en el Sename, en los femicidios, etc.
Y el malestar existente genera una enorme frustración. Pero ni malestar ni frustración significan tampoco construcción de una alternativa de sociedad distinta. Ni siquiera significa que la ciudadanía estaría dispuesta a apoyar a una alternativa política diferente. También el triunfo de Piñera se sostuvo en parte por ese malestar y sus frustraciones, ya que se les achacan principalmente a los gobiernos de la Nueva Mayoría… Y es más, estamos presenciando una ola reaccionaria que está culpabilizando de lo malo a los delincuentes pobres, a los migrantes, a los indígenas, a las mujeres. Está intentando ingresar en el plano político y comunicacional un discurso de odio, un discurso reaccionario, del que hay que precaverse.
Pero también existe una ciudadanía democrática, abierta a la diversidad, sensible a las desigualdades, dispuesta a organizarse y movilizarse por mayor justicia social y mejorar la forma de vida de las grandes mayorías. Muchas de esas personas buscan distintas maneras de expresar sus ideales, no necesariamente en política: puede ser desde la cultura, el deporte, grupos de intereses diversos. Es más, muchas de esas personas tienen un rechazo a la política. Pero sus esfuerzos sólo pueden ser potenciados y conseguir logros colectivos si son encausados en un proyecto político de mayorías… Un desafió que se presenta en el actual momento político, es aglutinar a esa mayoría democrática pero dispersa y debilitada, contra una minoría reaccionaria pero unida y poderosa.
5. GRUPOS DE INTERÉS Y MOVIMIENTOS SOCIALES
Una forma de aglutinar a las mayorías democráticas, más allá de los partidos políticos, han sido los grupos de interés y los movimientos sociales.
En grupos de interés como animalistas, LGTB, de ayuda a personas en situación de calle, centros culturales o clubes deportivos; o en movimientos sociales como los socioambientales, estudiantiles, por la salud pública, No+AFP, feministas y de trabajadoras y trabajadores, se están aglutinando ciudadanos democráticos y solidarios, que entienden que su malestar personal es en realidad un malestar compartido; que las frustraciones individuales no son sino expresión de una frustración social; y que la única forma de cambiar verdaderamente esa situación de malestar y frustración es la organización, el acto de poner en común aquello que hace algunos años atrás se vivía en soledad.
Otra característica de los movimientos sociales es que aglutina a partir de nuevas solidaridades y nuevas identidades políticas colectivas. Ante la crisis del movimiento obrero desatada por la represión, la modificación de la estructura productiva hacia una estructura económica financiera y de servicios, leyes laborales antisindicales, etc., la capacidad de la identidad obrera para representar al conjunto de la sociedad fue desarticulada. Pero además, ese «conjunto de la sociedad» es cada vez más diverso y complejo.
Sin embargo, entre toda la diversidad se han ido construyendo «cadenas de equivalencia» (Ernesto Laclau) entre un anhelo y otro, entre una demanda y otra. Así, por ejemplo, en el movimiento feminista cada día aparece con mayor claridad el concepto de «interseccionalidad», porque una feminista no puede ser racista ni homofóbica, ni dejar de empatizar con la demanda de reconocimiento de los pueblos indígenas o sufrir en carne propia la desigualdad social y la precariedad laboral; los movimientos socioambientales están tomando conciencia que el modelo neoliberal de producción de la riqueza se basa tanto en la explotación de los bienes naturales como de las y los trabajadores; el movimiento estudiantil comprende que la misma lógica de lucro en educación opera en las pensiones y en la salud.
Esa complementariedad entre unos y otros malestares, entre unos y otros anhelos, es de un enorme potencial político. Esa complementariedad es la que puede decidir la predominancia del actual momento político: o el continuismo neoliberal o la democratización posneoliberal.
Notas:
1/ Wahren, Pablo, de CELAG. «Programa económico de Piñera: ¿camino a cuál desarrollo?». En: http://www.rebelion.org/
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