El juez chileno de alto nivel, Alejandro Solís, llegó el uno de febrero a Washington para interrogar a Michael Townley uno de los asesinos del general Carlos Prats y su esposa perpetrado en Buenos Aires el 30 de septiembre de l974.El propósito es confirmar la connivencia en el crimen de Pinochet según afirman medios periodísticos […]
El juez chileno de alto nivel, Alejandro Solís, llegó el uno de febrero a Washington para interrogar a Michael Townley uno de los asesinos del general Carlos Prats y su esposa perpetrado en Buenos Aires el 30 de septiembre de l974.El propósito es confirmar la connivencia en el crimen de Pinochet según afirman medios periodísticos de Santiago. Carlos Prats antecedió al dictador en la comandancia en jefe del ejército, fue vicepresidente de la República y se opuso al golpe de estado perpetrado por los uniformados que derrocaron en septiembre de 1973 al presidente constitucional Salvador Allende. El y su esposa, Sofía Cuthbert, fueron las primeras víctimas de los crímenes fuera de Chile a cargo de la tiranía. Manuel Contreras Sepúlveda, entonces coronel del ejército, primer jefe de la Dirección Nacional de Inteligencia (Dina),ejecutora de varios homicidios, ingreso a una cárcel en enero de 2005 para cumplir una condena de 12 años y antes permaneció siete años en prisión por el asesinato en Washington del ex ministro chileno Orlando Letelier (30-9-76) realizado con una bomba explosiva colocada en su automóvil y accionada por control remoto, mecanismo idéntico al que se utilizó contra Prats. Townley, de ciudadanía norteamericana, pero en los años 70 activo agente de la Dina, vive en libertad en Estados Unidos a pesar de que en 1978 fue juzgado allí y confesó su autoría en los homicidios de Prats y de Letelier. La singular justicia gringa firmó primero un acuerdo para que Pinochet le entregara al asesino y en seguida acordó con el propio Townley una confesión a cambio de una pena leve. Cuando fue juzgado en EE.UU. Townley reconoció que él colocó y activo el artefacto que mató a Prats, mas el acuerdo antes mencionado decía con claridad que podía ser procesado sólo por la eliminación de Letelier. Después, cuando actuaron los tribunales argentinos repitió su reconocimiento y , de nuevo, sus declaraciones no pudieron ser utilizadas por los jueces chilenos. Solís, intenta ahora una acción directa con Townley, aunque vigilada estrictamente por funcionarios estadounidenses. Según reveló el vespertino conservador «La Segunda» (Santiago de Chile) en su edición del 31 de enero pasado, el juez formulará al asesino la siguiente pregunta: «Si es efectivo o a usted le consta que el general Augusto Pinochet Ugarte propuso una recompensa de 25 mil dólares a uno de los cuatro equipos que se formó para que causaran la muerte del general Carlos Prats». Solís es ministro de la Corte de Apelaciones y ha sido muy activo en el proceso que se inició en Chile sólo en 2003, léase 29 años después del crimen. Asesino en serie Cuando muera, Michael Vernon Townley figurará seguramente en muchos Museos del Crimen ya que es un prototipo de asesino en serie de tónica política. En Estados Unidos lo sentenciaron a 10 años de prisión, pero en 1983,cuando había transcurrido un lustro, quedó en libertad. Había confesado cinco asesinatos ejecutados con la sangre fría de un criminal nato. He aquí algunas de sus hazañas delictivas de las cuales está confeso. En 1973 y antes del golpe militar, cuando militaba en una entidad de extrema derecha, un comando dirigido por Townley asaltó una oficina gubernamental en Concepción, la segunda ciudad chilena. El propósito era robar un aparato electrónico que interceptaba una estación televisiva pirata montada por la oposición. El obrero José Tomás Henríquez, velador del lugar murió por asfixia cuando el estadounidense la maniató y amordazó. Luego vendría la muerte de cuatro personas: en 1974, el general Prats y esposa y en 1976, Orlando Letelier y la norteamericana Ronni Moffit, su secretaria que lo acompañaba en el vehículo. Empero, se registraría también otras eliminaciones físicas, como efecto del asesinato en Washington. Al descubrirse que el régimen de Pinochet había otorgado pasaportes falsos a Townley para ingresar a Estados Unidos, se armó en Chile un escándalo al extremo de que la dictadura abrió una investigación judicial. El 23 de octubre de 1977 y después de una entrevista con Manuel Contreras, aparentemente se suicidó Carlos Osorio Mardones, entonces director del Departamento Consular la de la cancillería chilena. En enero de 1978 desapareció muy misteriosamente Guillermo Jorquera Gutiérrez, ex agente de la Dina destinado al Departamento de Seguridad de la Cancillería. El 23 de enero de l978 murió «atropellado» por un vehículo José María Lyon, funcionario del Departamento de Pasaportes de la Cancillería. Era el mismo día en que había sido citado a declarar. Finalmente, ocurriría otro suicidio: el de Iván Moya Concha, un funcionario del municipio que había entregado a Townley una licencia de conducir a nombre de Andrés Wilson. Como criminal de fuste, Townley utilizó varios alias. Aparte del aludido Wilson, con el nombre de Kennet W. Eyart ingresó a la Argentina para matar a Prats; como Juan Williams Rose entró a Estados Unidos en 1976 y luego en un segundo viaje, para el asesinato de Letelier, exhibió el de Hans Petersen Silva. En Chile, en los tiempos previos al golpe de estado, se hizo llamar asimismo Juan Manuel Torres. ¿Cómo se nombrará hoy este verdugo de Pinochet que el nueve de diciembre próximo cumplirá 63 años? Ingenuo y perverso al mismo tiempo, Townley escribió cartas en prisión dirigidas a su ex jefes de la Dina, aunque no a Contreras a quien consideraba un traidor. Esas misivas fueron interceptadas por el FBI y reveladas en 1982 por el diputado demócrata George Miller. Una de ellas está dirigida al propio Pinochet. En este singular documento le pide disculpas por no haber pedido matar a los lideres políticos chilenos Carlos Altamirano, socialista y al comunista Volodia Teitelboim, ambos exiliados en esa época. Mas, reivindica ante su gran jefe, los asesinatos de Prats y de Letelier. Firma la carta con dos nombres: el real y el falso de Juan Andrés Wilson. ¡Todo un caso de patología criminal ¡
* Hernán Uribe es periodista y escritor chileno