Que el frío no nos inmovilice. Que la rabia no se apague. Y que la lucha contra las alzas sea el primer impulso para seguir luchando por cada uno de nuestros derechos. Sabemos que solo juntos como pueblo, podremos conquistar nuestros derechos, y con un solo puño de combate podremos acabar con la miseria en que nos tiene sumidos este sistema.
Con la llegada del invierno en Chile, una vez más la clase trabajadora se enfrenta a una realidad que ya no sorprende, pero que cada año se vuelve más insoportable: resistir el invierno con desigualdad.
En un país donde los servicios básicos están completamente mercantilizados, el frío no es solo una molestia estacional, sino un recordatorio cruel de las contradicciones del sistema capitalista. Mientras las familias más humildes deben elegir entre alimentarse o calefaccionarse, las grandes empresas de la electricidad continúan engrosando sus ganancias,amparadas por un modelo económico que no solo permite, sino que fomenta la acumulación de riqueza a costa del empobrecimiento de la clase trabajadora.
En los próximos días nos veremos enfrentados a unanueva alza en las cuentas de la luz.Esta situación no es solamente por la estación del año, es la avaricia misma de un sistema que castiga a los sectores populares que vivimos el impacto directamente en nuestros presupuestos familiares,además de vernos mermados por la compra de medicamentos, ropa que abrigue a las niñeces para llegar a las escuelas donde tampoco hay calefacción, entre otras cosas.
Desde el Bloque de Organizaciones Populares, pensamos que la energía debería ser un derecho garantizado para todas las personas, y no que su acceso quede determinado por la capacidad de pago de las familias. Sin embargo, hasta el día de hoy podemos vivenciar que quienes tienen menos recursos no solo consumen menos energía, sino que muchas veces deben hacerlo en condiciones de riesgo, usando estufas precarias o directamente prescindiendo de la calefacción, lo cual repercute gravemente en su salud y calidad de vida y muchas veces ocasiona graves accidentes o incendios producto de los volcamientos de estufas o braseros que terminan, muchas veces, con la vida de familias pobres.
En estos meses, donde comienza a llegar el invierno, las cifras hablan por sí solas: las cuentas de electricidad han subido hasta un 60% en algunos hogares. Justo en los meses donde más se necesita el uso de estufas eléctricas, mantas térmicas o sistemas de calefacción nos dicen de una nueva alza que impactará a los hogares y seguiremos viendo como mientras la clase trabajadora debe endeudarse, la burguesía sigue acumulando capital sin enfrentar ninguna consecuencia ya que sólo a las familias pobres se les pisotea sus derechos fundamentales junto con su dignidad.
No se puede analizar esta situación sin mencionar el escaso acceso a la salud pública que afecta especialmente a los sectores populares. No es casualidad que justamente sea en invierno el momento del año en donde aumentan las enfermedades respiratorias en niños, niñas y adultos mayores, pues es una consecuencia directa de la mala calefacción y las condiciones precarias.
Enfermarse implica entrar en un sistema de salud colapsado, lento y donde morimos esperando, pues una salud digna solo la tienen quienes pueden pagar para ello. Así se perpetúa el ciclo perverso en el que nos deja la avaricia de unos pocos. El frío enferma, la pobreza impide tratarse, y el nefasto Estado chileno se desentiende de las problemáticas sociales o ponen en marcha bonos para enmascarar la pobreza y desmovilizar al pueblo.
En resumen, las alzas son la expresión concreta de la precarización de la vida. El capitalismo no solo se apropia del trabajo ajeno, sino que se beneficia de la necesidad, del dolor, del frío, de la enfermedad. Donde hay carencia, hay oportunidad de lucro para el capital.Y mientras tanto, el discurso oficial insiste en la responsabilidad individual: “ahorre energía”, “disminuya su consumo”, “haga convenios”. Nunca se cuestiona por qué un bien esencial como la energía está en manos de empresas privadas, ni por qué el acceso a la electricidad depende del ingreso familiar.
Frente a esta realidad, urge una reflexión colectiva y organizar la lucha para la obtención de los derechos mínimos fundamentales. Los costos y las alzas no las pueden seguir pagando el pueblo pobre, que la crisis la paguen los ricos.
Ante el alza impune en las cuentas de la luz y frente al abandono sistemático de las instituciones del Estado que se coluden con los dueños del capital, la única respuesta posible es la organización popular. No podemos seguir esperando soluciones de quienes administran este modelo, pues ellos mismos son parte del problema: gestionan la pobreza mientras protegen las ganancias de las compañías de electricidad.
Este invierno, como tantos otros, golpea con más fuerza a quienes menos tienen. Pero también puede ser una oportunidad para encender una chispa distinta: la chispa que despierte las conciencias, la de la solidaridad en el barrio y en las poblaciones, la de la resistencia organizada. Es hora de articularnos en nuestros territorios, generar redes de apoyo mutuo, y de seguir luchando por una transformación de este sistema que mercantiliza nuestra vida haciendo de nuestros derechos un negocio.
Que el frío no nos inmovilice. Que la rabia no se apague. Y que la lucha contra las alzas sea el primer impulso para seguir luchando por cada uno de nuestros derechos. Sabemos que solo juntos como pueblo, podremos conquistar nuestros derechos, y con un solo puño de combate podremos acabar con la miseria en que nos tiene sumidos este sistema.
Bloque de Organizaciones Populares