Las airadas protestas populares ante sedes diplomáticas de Estados Unidos se han extendido a más de treinta países musulmanes o que alojan importantes comunidades de esa fe. Suman ya no menos de 20 los manifestantes muertos por la represión policiaca sin contar a doce cooperantes nativos y extranjeros en Afganistán tras la inmolación en un […]
Las airadas protestas populares ante sedes diplomáticas de Estados Unidos se han extendido a más de treinta países musulmanes o que alojan importantes comunidades de esa fe. Suman ya no menos de 20 los manifestantes muertos por la represión policiaca sin contar a doce cooperantes nativos y extranjeros en Afganistán tras la inmolación en un autobús de una mujer-bomba. En medio de una de las primeras manifestaciones, aunque al parecer como parte de una operación meticulosamente planeada, perdieron la vida en el consulado estadunidense en Bengazi el embajador de Washington en Libia y tres de sus colaboradores. Así es la Libia modelada por los rebeldes de la OTAN.
¿Obedece esta ola de iracundia únicamente a una reacción contra la difusión de la película La inocencia de los musulmanes, por más que insulte groseramente a Mahoma? ¿Es su motor el fanatismo religioso? ¿Se extiende la libertad de expresión hasta donde propicia una grave ofensa a los sentimientos de mil seiscientos millones de seres humanos?
No es a un hecho reciente sino a muchísimos a lo largo de los siglos que habría que remontarse para intentar una respuesta de fondo a estas preguntas pues los enormes agravios de Occidente contra los devotos del Islam se remontan por lo menos a las cruzadas y atravesando por los imperios coloniales decimonónicos llegan hasta las guerras y maniobras recolonizadoras actuales. En todo caso, la película es la gota que colmó el vaso.
Pero no es indispensable irse tan atrás en la historia. Basta examinar los 11 años trascurrido después del 11/s. Desde esa fecha Estados Unidos y sus aliados han arrasado Afganistán, Irak y Libia, realizado operaciones militares contra zonas de Yemen, Somalia y Paquistán donde sus drones asesinan sistemáticamente a cientos de personas inocentes. Washington ha diseminado instalaciones militares y reforzado su presencia desde el Mediterráneo pasando por el Golfo Pérsico y la Península Arábiga hasta el Asia central ex soviética, extensa área habitada en su mayor parte por personas de credo islámico. ¿Qué decir del demencial acoso a Irán? Y no nos olvidemos de la criminal agresión a través de intermediarios que libra contra Siria, a la que de la mano con los monarcas contrarrevolucionarios del Golfo Pérsico ha invadido de yihadistas extranjeros cuya presencia masiva en el conflicto y despiadados ataques a civiles acaba de denunciar un panel especial de la ONU que también carga las tintas a Damasco.
Y es que las cosas no son tan simples como el esquema hollywoodense. El imperialismo siempre ha tratado de apoyarse en fuerzas locales y de manipular a su favor las diferencias religiosas y étnicas de los pueblos. En su pragmatismo esquizofrénico Washington es enemigo de Al Quaeda en Pakistán y Yemen -cuyo fundador Bin Laden fue su íntimo aliado contra los soviéticos en Afganistán y luego pasó a ser su enemigo número uno hasta que lo asesinaron los Seals-, pero se va a la cama de nuevo con la red terrorista en Libia y ahora en Siria en sus planes de demolición de los estados árabes e islámicos. Tan temprano como en febrero de este año James Clapper, jefe de inteligencia nacional de Estados Unidos reportó ante senadores de su país «Consideramos también que la subdivisión iraquí de Al Queda expande su actividad en Siria». Sin embargo, Obama, Clinton, sus aliados y la mafia mediática no se dan por enterados, siguen empujando el cambio de régimen, apoyando a los «rebeldes» y torpedeando la solución política, lo único que puede parar el baño de sangre en Siria. ¿De qué asombrarse?
Las protestas, pues, no obedecen al fanatismo religioso, por cierto no exclusivo del islam pues igual lo hay cristiano y judío. En cuanto a la supuesta libertad de prensa y la religión, Robert Fisk le ajustó muy bien cuentas en estas páginas. Nos damos golpes de pecho -escribió- en favor de una «prensa libre»: el editor de un diario neozelandés me comentó orgulloso que publicó en las páginas de su periódico la caricatura del Profeta con el turbante lleno de bombas. Pero cuando le pregunté si planeaba publicar alguna caricatura de un rabino con una bomba en la cabeza la próxima vez que Israel invadiera Líbano, estuvo de acuerdo conmigo de inmediato en que eso sería antisemita.
Esa prensa libre sigue cosechando frutos. Ayer una revista francesa publicó caricaturas satíricas de Mahoma. Así habrán cobrado la publicidad y vendido ejemplares.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.