Un millón de libros, 10 millones de documentos y 14.000 piezas artísticas se perdieron en Iraq con la invasión liderada por Estados Unidos. Es el mayor desastre cultural desde que los descendientes de Gengis Khan asolaron Bagdad en 1258, según el investigador venezolano Fernando Báez. «Todavía hoy soldados estadounidenses o polacos roban tesoros y los […]
Un millón de libros, 10 millones de documentos y 14.000 piezas artísticas se perdieron en Iraq con la invasión liderada por Estados Unidos. Es el mayor desastre cultural desde que los descendientes de Gengis Khan asolaron Bagdad en 1258, según el investigador venezolano Fernando Báez.
«Todavía hoy soldados estadounidenses o polacos roban tesoros y los venden en las fronteras con Jordania o Kuwait, donde mercaderes de arte pueden pagar hasta 57.000 dólares por una tablilla sumeria», contó a IPS, durante un breve paso por Caracas, este experto que lleva un registro del ataque al patrimonio de la humanidad albergado en Mesopotamia.
El inventario de la destrucción y la denuncia de que las tropas estadounidenses y demás fuerzas de ocupación violan la Convención de La Haya de 1954, de protección al patrimonio cultural, ya le costó a Báez la acusación de difamar a Washington, además de que le fue negada la visa para ingresar a Estados Unidos a participar en conferencias.
Además «se me quiere negar la entrada a Iraq para cualquier investigación futura», añadió «Pero es tarde, porque tenemos películas, documentos y fotografías, elementos que con el tiempo serán pruebas de las atrocidades cometidas», aseguró Báez, autor de «La destrucción cultural de Iraq» e «Historia universal de la destrucción de los libros».
–¿De qué acusa usted a Estados Unidos?
–En primer lugar, de violar la Convención de La Haya, que ordena proteger los bienes culturales en caso de conflicto armado. Eso acarrea sanciones penales, y por ello Washington nunca ha querido firmarla, ni el Protocolo de 1999 que la acompaña, y quizá por eso la administración de George W. Bush pide inmunidad para sus soldados. Pero no sólo Estados Unidos, el resto de la coalición también tiene culpa.
–Pero, según se informó, civiles iraquíes y no soldados estadounidenses fueron quienes saquearon bibliotecas y museos.
–Pero su ejército incurrió en negligencia criminal, a pesar de las advertencias de la Unesco (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura), la ONU (Organización de las Naciones Unidas), el Instituto Oriental de Chicago y de su principal asesor cultural, Martin Sullivan, para que protegiese bibliotecas, museos y asentamientos arqueológicos. La negligencia fue interpretada por las masas que salieron a saquear como oportunidad para actuar sin restricciones.
–¿El pecado estadounidense es la omisión?
–No sólo eso, también hubo y hay destrucción y saqueo directo. En Nasiriya en mayo de 2004, un año después del cese formal de hostilidades, al combatir a la milicia de Muqtada al-Sadr, el fuego del ataque destruyó 40.000 manuscritos sagrados. En los asentamientos de Ur (sur iraquí), al saber que allí nació el patriarca Abraham, los soldados se han llevado ladrillos como recuerdo.
–Usted también acusa a soldados de otros países, aparte de los estadounidenses.
–Así es. A fines de mayo de 2004, carabineros italianos fueron capturados cuando trataban de exportar objetos culturales robados por la frontera con Kuwait. El Museo Británico demostró que soldados polacos destruyeron ruinas de la antigua Babilonia, al sur de Bagdad.
–¿Puede suponerse que son acontecimientos de fases ya superadas del conflicto?
–No. Más recientemente se encontró que sobre el palacio de Nabucodonosor (siglo VI antes de Cristo) transitaron tropas polacas con camiones pesados y, para tratar de tapar el daño, utilizaron arena con combustible, de un modo que hace irrecuperable el piso original. Además cavaron trincheras en la puerta de Ishtar. Puede agregarse la caída de muros al paso de camiones y helicópteros estadounidenses, o las paredes pintadas con graffiti, como «Yo estuve aquí» o «Amo a Mary».
–¿Cabe esperar que la situación mejore con el tiempo?
–Otra acusación que puede hacerse sobre Estados Unidos es haber creado un país más inseguro, al generar condiciones de destrucción cultural que será mayor en los años siguientes, por la situación de inseguridad jurídica. En los días del saqueo en Bagdad, el secretario de Defensa estadounidense, Donald Rumsfeld, llegó a decir que «la gente es libre de cometer fechorías y eso no puede impedirse». Ahora Iraq es como un campo de golf de terroristas del planeta y en el futuro sus tesoros culturales no estarán a salvo.
–¿Cuál ha sido el impacto sobre Estados Unidos?
–Una de sus reacciones fue regresar a la Unesco, de donde se había retirado en la era (de Ronald) Reagan (1981-1989) con el pretexto de que esa entidad cultural servía al comunismo, para proteger desde allí a oficiales que pueden recibir sanciones penales. Expertos de los Departamentos de Estado y de Defensa tratan de aminorar el daño. Dos militares ayudaron a la policía iraquí a recuperar la Dama de Warca, la «Mona Lisa de Mosopotamia», un vaso con el primer rostro en la Historia del Arte, de unos 5.000 años de antigüedad.
–¿De qué importancia son las pérdidas?
–La Dama de Warca puede valorarse en 100 millones o 150 millones de dólares. Una tablilla sumeria o una estela asiria puede comprarse en 57.000 dólares en la frontera. Hay iraquíes que han adquirido textos en los mercados de libros usados de Bagdad para reintegrarlos a las bibliotecas. Pero el daño es incalculable. En la Biblioteca Nacional de Bagdad se quemó un millón de libros, entre ellos ediciones antiguas de «Las mil y una noches», tratados matemáticos de Omar Khayan, y filosóficos de Avicena y Averroes.
–Y en el Museo Arqueológico se perdieron miles de piezas.
–Los primeros informes daban cuenta de 170.000 objetos, pero en verdad desaparecieron 25 obras de importancia y 14.000 objetos menores. Una amnistía para los saqueadores permitió recuperar unos 3.500, según el coronel estadounidense que comandó las investigaciones, Mathew Bogdanos. Pero además del Museo y la Biblioteca Nacional, fueron afectadas la biblioteca Al-Awqaf, con 5.000 manuscritos islámicos, bibliotecas de universidades y la Bayt al-Hikma o Casa de la Sabiduría. Al menos 10 millones de documentos se han perdido en Iraq.
Báez, en su «Historia universal de la destrucción de los libros», culminación de una obra que comenzó cuando en su infancia presenció la crecida de un río que arrasó la biblioteca de su pueblo natal, San Félix, en el sudeste venezolano, se pasea por la pérdida de bibliotecas enteras a causa de conflictos, como la emblemática de Alejandría en el 48 antes de Cristo o el «bibliocausto» nazi, que incineró millones y millones de ejemplares.
–¿Usted ubica en la fuerza militar al gran adversario de los libros?
–En realidad, no. Creo que son intelectuales los peores enemigos. Intelectuales en nombre de la Biblia o el Corán quemaron libros. Vladimir Nabokov (1899-1977) quemó «El Quijote» delante de sus alumnos. Destructores como Adolfo Hitler o Slobodan Milosevic han sido bibliófilos. El mismo Saddam Hussein, arqueólogo y filólogo, tiene tres novelas publicadas. Joseph Goebbels, el genio de propaganda nazi era un filólogo. El gran filósofo del siglo XX, Martin Heidegger, avaló el holocausto. Y buena parte de los conductores de la guerra en Iraq son académicos, universitarios de primera. Es una paradoja: los inventores del libro electrónico volvieron a Mesopotamia, donde nació el libro, la historia y la civilización, para arrasarla.