La empresa de «seguridad» Hod He’ hanitin (Sperhead Ltd.), dirigida por el coronel israelí (R) Yair Klein, empezó a entrenar paramilitares en Puerto Boyacá, luego del acuerdo de cese de fuego, suscrito en mayo de 1984 por el presidente Belisario Betancur (conservador, 1982-86), y el secretariado de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Época […]
La empresa de «seguridad» Hod He’ hanitin (Sperhead Ltd.), dirigida por el coronel israelí (R) Yair Klein, empezó a entrenar paramilitares en Puerto Boyacá, luego del acuerdo de cese de fuego, suscrito en mayo de 1984 por el presidente Belisario Betancur (conservador, 1982-86), y el secretariado de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
Época de avances de la derecha mundial, los agricultores y ganaderos agremiados del Magdalena Medio (ACDEGAM) no estaban interesados en paz alguna. Así fue que al cartel de «bienvenida» de la pequeña urbe fluvial se le estampó el añadido: «… tierra de paz, progreso y capital antisubversiva de Colombia».
ACDEGAM compraba las armas fabricadas por Industrias Militares (Indumil), y oficiales del Ejército, como el teniente coronel Luis Bohórquez (Brigada 14, Batallón Bárbula), las entregaban a los paras. Todo legal, todo en orden.
El modelo paramilitar de Klein resultó «exitoso». Fuera de las alucinantes masacres de humildes pobladores urbanos y rurales, cuatro candidatos a la presidencia fueron asesinados. Entusiasmado con los resultados («contratista» privado al fin), Klein filmó el entrenamiento de sus perros con fines publicitarios. La difusión del filme por la cadena de televisión estadunidense ABC News desencadenó el escándalo mundial. A más de los profes israelíes, la película mostraba a conocidos mercenarios australianos y británicos del Special Air Service (SAS).
El Departamento Administrativo de Seguridad (DAS, policía política) fue obligado a revelar los nombres y número de pasaportes con las fechas de ingreso y salida del país de los mercenarios. Hasta John Mayor, canciller de Gran Bretaña, manifestó su contrariedad. Milagrosamente, el general Miguel Maza Márquez, jefe del DAS, salvó su vida de un atentado con dinamita. Pero había otro problema. Como los chicos de Klein también se entendían con los capos de la droga (Gonzalo Rodríguez Gacha, Fabio Ochoa, Pablo Escobar y otros), el modelo paramilitar resultaba algo caótico: indistintamente, los sicarios mataban y secuestraban a oficiales del ejército y de la policía, políticos de izquierda y derecha, guerrilleros y agentes antinarcóticos de Washington.
Desprolijidad operativa que chocaba con la creciente importancia de las relaciones económicas colombo-israelíes, tal como fue la compra de 14 aviones de combate Kfir, en abril de 1988. Entonces, el gobierno israelí decidió, a su modo, contener a sus «perros». En febrero de 1989, una «investigación especial» del periódico Yediot Ahronot de Tel Aviv daba cuenta de la «posible participación» de israelíes en el tráfico de drogas.
El grupo de Klein hizo las valijas. Sin embargo, los «contratistas» continuaron operando en el país sudamericano. Caso resonante en 2001 fue la venta triangulada de 3 mil fusiles AK-47 y 2.5 millones de municiones. Negocio acordado en Guatemala por Oris Zoller, director de la empresa GIRSA, filial del de la industria bélica israelí.
Se dijo que la policía de Nicaragua había comprado las armas. Inclusive, el ex presidente de Colombia, César Gaviria, secretario de la OEA, culpó a los nicaragüenses en un informe. Wes Carrington, vocero del Departamento de Estado, fue más imaginativo. Dijo que los fusiles automáticos iban con destino a «coleccionistas de armas en Estados Unidos» (sic).
Finalmente, el ágil traficante israelí Simon Yelinek, residente en Panamá, logró que el mortífero cargamento llegase a manos del cliente: las Autodefensas Unidas de Colombia. Ni Leonardo Di Caprio en Diamantes de sangre lo hubiese hecho mejor.
Ahora bien. La presencia oficial de Israel Ziv en Colombia, general (r) del Ejército de Defensa (sic) de Israel, representa un «salto de calidad» en los planes guerreristas subregionales de Uribe y su ministro de Defensa, Juan Manuel Santos.
Contratado por la módica suma de 10 millones de dólares, Ziv promete dejar atrás el modus operandi de personajes menores como Klein, y bien pudo haber colaborado en la planificación del ataque contra las FARC en territorio ecuatoriano. Su experiencia lo delata: en octubre de 2002, al mando de la Brigada Givati, Ziv invadió el campo de refugiados de Al Amal (Gaza). Las tropas de infantería, tanques y carros blindados causaron una masacre en la que murieron ancianos, mujeres, inválidos, niños y bebés.
El general Ziv figura en la nómina de Counterterrorism International y es miembro de la Task Force on Future Terrorism (FOTFF), creada en junio de 2006 por la Oficina de Seguridad de la Patria de… ¿Israel? No, de Estados Unidos.
El FOTFF funciona bajo las órdenes del secretario Michael Chertoff y Lee Hamilton, director del ultraconservador Woodrow Wilson Center, nido de académicos, sicólogos, empresarios y expertos en «inteligencia».
En Colombia, la base de operaciones de Ziv queda en Tolemaida, departamento de Cundinamarca. Su injerencia es al más alto nivel. El viceministro de Defensa, Sergio Jaramillo, calificó de «preciosa» la asistencia israelí. «Son como sicoanalistas para nosotros: nos plantean temas en los cuales no habíamos pensado». ¿Cuáles serán?
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