La muerte de Gladys Marín abre el debate sobre las izquierdas que conviven en Chile. Gabriel Salazar plantea la necesidad de cambiar la Constitución del ’80 para resucitar el poder popular. -¿Cómo se renueva la izquierda extraparlamentaria tras la muerte de su último icono? – La partida de Gladys es la muerte simbólica de la […]
La muerte de Gladys Marín abre el debate sobre las izquierdas que conviven en Chile. Gabriel Salazar plantea la necesidad de cambiar la Constitución del ’80 para resucitar el poder popular.
-¿Cómo se renueva la izquierda extraparlamentaria tras la muerte de su último icono?
– La partida de Gladys es la muerte simbólica de la antigua izquierda parlamentaria. Con ella se va una cultura que se centró en la posibilidad de que, a través de la ley y el Parlamento, se podía hacer la revolución para la clase trabajadora. Esa cultura estuvo marcada por una cierta ortodoxia marxista-ideológica-doctrinaria, pero al mismo tiempo llena de pragmatismo político. Con su muerte, la gente rinde respeto a esa cultura que Gladys porfiadamente continuó. Pero con esa actitud, ella misma impidió la transformación del Partido Comunista en una verdadera izquierda extraparlamentaria. Esa porfía impidió la renovación, en el sentido de leer con precisión las nuevas tendencias de los movimientos sociales populares.
– ¿Cuales son las izquierdas que han cohabitado en la era de la Concertación?
-En primer lugar, para mí la Concertación no es de izquierda. Porque no sólo está aceptando trabajar con la Constitución dictatorial de 1980, sino que además está tratando de tener un comportamiento político en la misma lógica neoliberal de esa Constitución, incluso demostrando ser eficientes y no acogiendo ningún tipo de reformas sustantivas que vayan en beneficio de las clases populares y , por el contrario, adopta los principios que propone la derecha económica y política. La Concertación es una «derecha delegada»: están haciendo su trabajo y hoy la derecha se puede dar el lujo de ser populista.
-Entonces ¿cuál es la izquierda que plantea cambios estructurales?
-La izquierda está todavía larvada. No ha aparecido explícitamente como proyecto político. Está larvada principalmente en las nuevas tendencias culturales. Particularmente en las mujeres de pueblo y en la juventud. Si uno hace una lectura radiográfica de esas formas, uno ve planteamientos políticos radicalmente distintos a los de la izquierda extraparlamentaria. Esa cultura es inédita en la memoria popular y oficial, por lo que no tiene antecedentes para proyectarse con claridad al futuro.
-¿Y donde está esa fuerza hoy representada?
-Hay muchas personas que tienen una sensibilidad de izquierda y que no encuentran el canal institucional ni partidario para expresarla. Y es allí donde hay un potencial no expresado, una izquierda que está buscando por otros canales.
-¿Quién está recogiendo las banderas de ese grupo?
– Estamos en un período de bonanza de los parámetros macroeconómicos, pero en el desarrollo humano esta la escoba. Hay un malestar sordo. No hay crisis políticas. Tampoco ha habido un Presidente que concite el desencanto general. Todo eso va posponiendo un reventón a nivel político. Lo que pasó con el funeral de Gladys solo fue respeto por el pasado. Juntos Podemos no va a sobrepasar el 10 o 12 por ciento; que tiene la única utilidad para decir «todavía existimos».
-Hay una izquierda obligada a manejar el poder con responsabilidades de Estado y otra que no quiere participar de la política del consenso…
– Para mí, la verdadera izquierda extraparlamentaria es la que actúa al margen de la Constitución de 1980 y que se la juega por desarrollar la soberanía popular, y esta no consiste en ganar elecciones dentro de este sistema. Esta soberanía se ejerce en el proceso de construcción de un Estado, y no de administración de uno que hizo un dictador. Este poder popular se debe autoeducar para re-construir el Estado y dictar una nueva Constitución.
-¿Cómo va a participar en las próximas elecciones ese poder popular?
– Un porcentaje alto que se va a abstener, votar nulo o por el Juntos Podemos. Si tú sumas a los que no se inscriben con los que votan alternativas, eso da más del 45 por ciento de la masa electoral. Esa gente tiene otras expectativas, quiere participar de los procesos locales de desarrollo. Y si finalmente votan, es para evitar que gane Lavín.
-¿Bachelet no es una alternativa para ese grupo?
-De alguna manera, ella hereda el respeto a la cultura antigua, por todo lo que le pasó a su padre. Pero uno de sus errores es precisamente no reconocer eso más directamente. Por el momento, el apoyo a Bachelet es difuso. Pero si esto se pone peligroso, votaré por ella. Y mucha gente piensa igual.
-Estas dos izquierdas ¿están condenadas a permanecer separadas?
-La Concertación no está dando la posibilidad de asociarse con el movimiento popular. Ellos lo rechazan por considerarlo populista. Y dentro del sistema, no se puede ser de izquierda sin ser populista. Si estas dos izquierdas siguen o no separadas, depende de ambas. En el estado actual no hay puentes. Los renovados de la Concertación han aceptado el sistema y a través del chorreo piensan ir mejorando las condiciones. Los otros tienen que ir buscando alternativas y no creen en la lógica de los oficialistas. Por eso, todo depende de que los renovados asuman mucho más osadamente las banderas del pueblo, cambiando la estructura del modelo. Eso los acercaría a las bases sociales. Y por el otro lado, los que están fuera, deben construir más rápido un proyecto distinto, porque el Podemos no es chicha ni limoná.