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Izquierda sin batucada ni permiso: que mande la gente o no mande nadie

Fuentes: Rebelión

Levitando entre el poco y la nada, entre la pregunta innecesaria y la duda perpetua, entre el estipendio y la dieta, entre la historia que fue y la soñada, entre la teoría remota y severa y la realidad más severa que lo niega todo a cada rato, entre la derrota y el fracaso, andan las […]

Levitando entre el poco y la nada, entre la pregunta innecesaria y la duda perpetua, entre el estipendio y la dieta, entre la historia que fue y la soñada, entre la teoría remota y severa y la realidad más severa que lo niega todo a cada rato, entre la derrota y el fracaso, andan las esporas náufragas de la izquierda.

Sin siquiera tener idea que en la utopía manoseada anda una forma de país que aún no tiene dueño sin nadie que la pueda describir, como se lee un sueño.

Tanto darle vuelta al asunto del futuro sin entender que lo que se necesita es un asunto de un ahora que espanta. Ahora la gente sufre. Ahora es escamoteada su posibilidad de ser feliz. Ahora es engañada hasta en su fe por basuras de biblia y diezmo.

Ahora es volteada a engaños. Hoy sufre del desprecio del poderoso. Ahora es la demolición de la escuelita del barrio. En este momento es el asalto diario de la AFP, como tributo del derrotado al que venció. Es esta semana el negocio de todo lo que tiene precio. El robo y el abuso son en este momento.

Y peor aún, con batucada y permiso al día.

La fijación de los compañeros por el futuro olvida que todo futuro es hoy. El futuro es otra forma que adquiere el presente. La vida es siempre, ahora.

Tanto darle vueltas a la utopía y la cosa se resuelve por la misteriosa vía de lo evidente.

Será mucho pedir que hoy haya barrios decentes, limpios, con escuela y consultorio.

Que desde este mes sea prohibido envenenar los mares, la tierra, los ríos y los lagos.

Que a partir de hoy los viejos disfruten de sus vidas jubilosas y no mueran tristes y pobres.

Que ahora tenga más valor la gente que los cascajos de una mina de oro. Las personas valen infinitamente más que una veta.

Que trabajar, desde este momento no sea un martirio con bajo salario

Que la policía siempre cuide a la gente y no la apalee.

Que desde este minuto ahora ser político no salga tan caro y vergonzoso.

Que siempre ser rico sea feo.

La izquierda en vez de mirar el horizonte a la siga de la utopía debería mirar para los lados.

Resulta menos probable perderse o tropezar si en vez de buscar la frase que lo interprete todo, se ponga atención en lo que opina la gente, lo que diga la asamblea, lo que curse en el sindicato, el reclamo del perdedor en su eterno traslado en micro, en la fila de la farmacia, en la espera criminal de la Posta Central

Este país está hecho a imagen y semejanza de la ultraderecha. Es una especie de cielo del especulador. Es la utopía del malvado hecha realidad.

Y no les costó mucho visto desde sus homicidas puntos de vista. Algunos miles de muertos y desaparecidos, otros tantos torturados. El resto, como coser y cantar, fue amaestrar a sus antiguos enemigos por la vía de hacerlos participar del festín.

Tiene la palabra el camarada voto.

Si antes fue el Máuser, o el AK para los nostálgicos, hoy es el voto movilizado, politizado, concientizado y masivo. Es el candidato no salido de la bolsa negra del arreglín cuoteado y la componenda del compadrazgo, sino de los dirigentes que el pueblo, palabra mal vista, elija libre y soberanamente.

Es el acuerdo horizontal que se moviliza, ahora sí, por un país decente. La movilización no es sinónimo de desfile o marcha.

Un pueblo movilizado es un pueblo seducido por una idea de tal magnitud en el calado del corazón, que pone en condición no solo de dar la vida por esa causa, sino también dar la muerte.

Como lo probaron una y potra vez los iluminados de todas las épocas: solo los hoyos comienzan por arriba.

Deberán recordar que los de abajo no sólo están para recibir las órdenes y las ideas fantásticas. Y las balas.

También tienen y merecen su palabra. Hasta ahora, no ha habido sino una suplantación de la gente por la piadosa vía de asumir su representatividad.

Hasta ahora no ha habido sino el secuestro de la cuota de soberanía para ser administrada por esa escoria que de tarde en tarde nos hace saber cuántas maneras existen de robar, de mentir y de engañar.

Inauguremos un tiempo en que mande la gente o no mande nadie.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.