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Adiós a un gran intelectual

Jaime Mejía Duque: in memoriam

Fuentes: Rebelión

En los años sesenta del siglo pasado, cuando mi generación vivió la más espectacular y alucinante experiencia cultural registrada en Colombia y el mundo durante los últimos tiempos, Jaime Mejía Duque (Aguadas, Caldas, 5 de agosto de 1932) comenzó a ocupar en medio de aquella febril fiesta su tarea de crítico literario haciéndose rápidamente con […]

En los años sesenta del siglo pasado, cuando mi generación vivió la más espectacular y alucinante experiencia cultural registrada en Colombia y el mundo durante los últimos tiempos, Jaime Mejía Duque (Aguadas, Caldas, 5 de agosto de 1932) comenzó a ocupar en medio de aquella febril fiesta su tarea de crítico literario haciéndose rápidamente con el papel protagónico en dicho campo y en figura indispensable para quienes requiriesen de sus conceptos sobre esto y aquello del discurrir cultural e intelectual de nuestro país.

Manco y casi ciego, lector voraz, hombre de una seria y fundamentada izquierda política, independiente y siempre reacio a las famosas «roscas» que han inducido a tanta banalización en la cultura y especialmente en la narrativa y la poesía colombianas, de hablar tan alto y recio con la voz como con la pluma (se enfrentó a García Márquez denunciando la «desmesura» del Otoño del Patriarca, por ejemplo), este abogado, nuestro Ángel Rama caldense, escritor, crítico, narrador, poeta, catedrático y ensayista denso y provocador, murió víctima de un paro respiratorio a la edad de 76 años el pasado 24 de julio en Santa Marta a donde se había trasladado por recomendaciones médicas y en donde su familia poco después esparció sus cenizas en el mar eterno de su bahía.

Jaime Mejía Duque, quien influyera de manera definitiva a las letras colombianas durante varias décadas, publicó durante el discurrir de su intelectualizada existencia centenares de artículos, reseñas y críticas en numerosos periódicos nacionales y en no pocas revistas especializadas de Colombia y Latinoamérica, quedándole tiempo para aceptar con generosidad ser jurado de un sinnúmero de concursos literarios, incluido el del Premio Casa de las Américas de Cuba en diversas ocasiones. Escribió, igualmente, innumerables libros y folletos a través de los cuales sentaba con precisión y sin concesiones de ningún tipo su opinión de crítico implacable, curtido como lo sabemos en la aplicación de métodos marxistas para los análisis que abordaba. Algunas de estas publicaciones fueron Literatura y realidad (1969); Vanguardismos en América Latina (1970); Mito y realidad en Gabriel García Márquez (1970); El otoño del patriarca o la crisis de la desmesura (1975); Narrativa y neocoloniaje (1977); Textos censurados (1978); Ensayos, Casa de las Américas (1979); Momentos y opciones de la poesía en Colombia (1979); Literatura y realidad (1979); Isaac y María: el hombre y su novela (1979); Tomás Carrasquilla, imagen de un mundo (1983), y Bernardo Arias Trujillo: el drama del talento cautivo (1990).

De él dijo recientemente Benhur Sánchez que, como don Quijote perdió la razón por la lectura de tantos libros, Jaime Mejía Duque había perdido en 1985 el ojo izquierdo y casi la totalidad de su vista porque el derecho apenas le servía, empeñado como vivía en leer sin descanso ni sosiego en buses, taxis, trenes, aviones y cuanto medio de trasporte utilizara. Y que también como Cervantes, manco y todo, no paraba de ejercer con su brazo el ejercicio noble pero punzante de la escritura.

Cuando averiguamos por su inexplicable silencio de los últimos años supimos por su esposa Cecilia Villazón Zubiría que desde los años 90 su producción pública se fue apagando en virtud a las ya conocidas espaldas que los periódicos y las editoriales suelen mostrarles a aquellos a quienes esgrimen algún tipo de independencia política «peligrosa», o a quienes ya creen haber exprimido por tantos años lo suficiente.

«Nunca arrodilló su pluma -concluyó Cecilia Villazón, la viuda de Jaime en declaraciones a un medio- dijo lo que tenía que decir y eso lo marcó porque era un hombre de pensamiento moderno… a Jaime no le perdonaron lo cáustico; sus ensayos críticos en los que decía de manera vertical su pensamiento. Pero nunca lo doblegaron. Por eso prefirió un bajo perfil».

Se ha ido, pues, el más importante de los críticos literarios que ha dado Colombia y para él, el intelectual intachable y el magnífico amigo, va nuestro conmovido homenaje.

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Blog: http://german-uribe.blogspot.com/