La Universidad que lo formó como abogado en 1966, lo conoció muy de cerca durante mucho tiempo, hasta el momento de su magnicidio. Admiración y respeto hacia él porque, definitivamente su pensamiento es una impronta en ese escenario académico, y lo destaca como uno de los hombres insignia, allí fue un destacado profesor de derecho […]
La Universidad que lo formó como abogado en 1966, lo conoció muy de cerca durante mucho tiempo, hasta el momento de su magnicidio. Admiración y respeto hacia él porque, definitivamente su pensamiento es una impronta en ese escenario académico, y lo destaca como uno de los hombres insignia, allí fue un destacado profesor de derecho penal. También por lo que él significó en la actividad judicial, como juez y magistrado y, por supuesto, como el gran dirigente político de la izquierda que este país conoció, y que fue vilmente asesinado.
Eran tiempos como ahora, en que los niños y niñas les tocaba presenciar cómo masacraban a sus padres, y los padres a sus hijos e hijas. Era la nefasta y cruda realidad del exterminio de una organización política, que nacía a la luz de un acuerdo de Paz, a mediados de la década de los 80. «El exterminio de una esperanza», de la Unión Patriótica, tiempos como ahora, que la denuncia de amenaza a sus dirigentes retumbaban en el oído de la población, y a las que el Gobierno de turno les hacía caso omiso.
Lo que denunciaban los líderes de la Unión Patriótica, era la utilización de la Fuerzas Armadas desde afuera y desde adentro, para cumplir una función desestabilizadora, antidemocrática y de incitación contra el derecho político que tenemos todos los colombianos de expresar nuestra opinión.
Fue entonces cuando los miembros de la UP comenzaron a ser víctimas de una persecución política sistemática, continua, notoria y pública. Se denunciaron diversos planes de muerte ante el Estado colombiano que sigue siendo el principal instrumento de opresión y disciplinamiento contra las expresiones de rebeldía, resistencia e inconformidad. No es tampoco un Estado neutral, el principal determinador de la violación de los derechos humanos, incluido el derecho a la vida, a los acuerdos. Históricamente comprobado, en donde el elemento determinante es y ha sido el tratamiento y la connivencia con el paramilitarismo.
Este es el mismo Estado que amenazó, exilió, desapareció y asesino a miembros de la UP, entre ellos a nuestro camarada Jaime Pardo Leal, que hoy 11 de octubre a 30 años de su magnicidio, sigue presente en nuestras memorias, su legado sigue flamante en aquellos jóvenes que lo sucedieron y que hoy ya mayores, transmiten tu sueño de ver una Colombia para los colombianos, a otra nueva generación de jóvenes, agrupados en la Unión de Jóvenes Patriotas, UJP. ¡Vive!
Fuente original: http://prensarural.org/spip/spip.php?article22169