Este artículo, publicado el pasado día 11 de julio por Radio Nederland, cobra si cabe más importancia tras las declaraciones de Álvaro Uribe en las que admite que se había utilizado el emblema de la Cruz Roja en el rescate. Francisco Rey Marcos acertó claramente en sus críticas a algunos de los aspectos de la operación, a pesar de no conocerse en el momento de redactar el artículo todos los detalles que ahora sabemos .
Vaya por delante la alegría por la liberación de los quince secuestrados en poder de las FARC y porque la llamada Operación Jaque se llevara a cabo sin disparar un solo tiro y sin aparentes medidas de violencia. Tal vez tardemos tiempo en conocer todos los pormenores de la operación, pero ello no quita que lo principal, desde cualquier perspectiva, sea el manifestar la solidaridad y el apoyo a unas personas que estaban siendo cruelmente privadas de su libertad y de sus más mínimos derechos por parte del grupo insurgente. Y, por supuesto, vaya también por delante el deseo de que el resto de secuestrados sean liberados y que ello suponga caminar hacia la paz.
Sin embargo, dejando claras estas premisas, conviene, pasados unos días de la liberación, hacerse alguna preguntas y hacer algunas reflexiones que, para quienes nos dedicamos a la acción humanitaria y estamos convencidos de que ésta puede aportar algo a la humanización de los conflictos violentos, tienen relevancia. ¿Puede un ejército disfrazarse de organización humanitaria y suplantarla con el pretendido objetivo de liberar a unos secuestrados? Y si así fuera, ¿podría hacerlo también un grupo guerrillero para liberar a prisioneros en manos del ejército?, ¿podrían hacerlo ambos grupos para obtener ventajas militares?. Y en este mismo sentido, ¿qué habría pasado si los militares disfrazados de ONG hubieran tenido que disparar y hubieran causado bajas a los guerrilleros? ¿y si hubieran tenido bajas en sus filas por haber sido atacados por las FARC? Insistimos en que estas preguntas no son meramente teóricas. Hay ONG y el propio CICR (Comité Internacional de la Cruz Roja) que intentan suministrar ayuda humanitaria a las víctimas en zonas bajo el control de las FARC o mediar en el conflicto y que pueden, sin duda, ver afectada su labor, construida tras años de esfuerzos y de mantenimiento de una estricta neutralidad, por estos hechos.
El Derecho Internacional Humanitario (DIH), tanto el contenido en los Convenios de Ginebra y sus Protocolos Adicionales, como el considerado consuetudinario, permite las estratagemas siempre y cuando no violen el DIH. Es decir, entiende que las estratagemas, entendidas como actos destinados a confundir al enemigo mediante el engaño, la utilización de informaciones falsas, y un largo etcétera, son algo casi consustancial a la acción militar en las guerras. Ahora bien, pone ciertos límites a estas estratagemas cuando se hace un uso indebido de los emblemas de protección contenidos en los Convenios de Ginebra o de otros símbolos o emblemas identificativos como la bandera blanca de parlamento, los uniformes de las Naciones Unidas, y otros. La propia Corte Constitucional colombiana en una sentencia de 1997 establecía que estas estratagemas militares debían ser conformes con las normas constitucionales, reconociendo implícitamente su uso en un conflicto interno como el que vive aquel país.
Pero el DIH diferencia estas situaciones de lo que se denomina perfidia, es decir aquellos actos que «apelando a la buena fe de un adversario con intención de traicionarla, den a entender a éste que tiene derecho a protección, o que está obligado a concederla, de conformidad con las normas de derecho internacional aplicables en los conflictos armados» (Protocolo I de 1977 artículo 37). Y es más, se concreta que entre los actos de perfidia se encuentra el «simular el estatuto de persona civil no combatiente, y simular que se posee un estatuto de protección mediante el uso de signos, emblemas o uniformes de la ONU o de Estados neutrales o de otros Estados que no sean partes del conflicto» (Mismo artículo puntos c y d). Otros artículos del Protocolo I establecen que el uso de los emblemas de la Cruz Roja o el abuso de otros emblemas, signos o señales protectores internacionalmente reconocidos son también perfidia y por tanto delitos de guerra.
Por los datos que hoy tenemos de la Operación Jaque (profusamente difundidos algunos, y menos claros otros), parece claro que el ejército colombiano apeló a la buena fe de los guerrilleros presentándose como ONG y haciendo un uso de emblemas muy similares a los del CICR: helicóptero blanco con una raya de color rojo. No buscaba, aparentemente, con ello obtener una ventaja militar y como hemos señalado, afortunadamente no se disparó un solo tiro. Pero si así hubiera sido, y hubiera causado bajas, nos encontraríamos hoy ante una situación jurídicamente mucho más compleja. Y nos sorprende que en estos días, casi nadie haya dicho nada frente al «todo vale» que encierra la Operación Jaque.
Resulta muy significativo a estos efectos que el CICR se apresuró a distanciarse de estos hechos y publicó una nota de su responsable para América, María Dos Anjos Gussing, que entre otras cosas dice: «En primer lugar, siempre nos aseguramos de que ambas partes acepten nuestro papel como intermediario humanitario neutral. En segundo lugar, obtenemos garantías de seguridad de ambas partes para realizar la operación. En tercer lugar, ésta debe poder realizarse según nuestros procedimientos, incluida la señalización de los aviones o los vehículos con los emblemas de la Cruz Roja. Además, en cada avión o vehículo debe haber delegados del CICR que deberán asumir las decisiones que sea necesario tomar durante la operación. Trabajar de esta manera nos ha permitido facilitar la liberación de docenas de rehenes y personas privadas de libertad en Colombia en los últimos años».
Y preguntada en concreto sobre si participaban en operativos militares dejo claro que:» No, el CICR no participa en ninguna operación militar de las partes en conflicto, porque ello atentaría contra nuestra neutralidad e independencia. Pero no se trata sólo de nosotros. Concretamente, esto tiene consecuencias directas en nuestra capacidad de aliviar el sufrimiento de los cientos de miles de personas a las que actualmente estamos prestando asistencia en Colombia».
La espectacularidad mediática y la utilización política de la Operación Jaque no debiera hacernos olvidar que muchos rehenes siguen estando retenidos en Colombia, que muchas comunidades siguen estando confinadas, y que en aquellos lugares sólo el CICR y algunas ONG y la propia Pastoral Social o Cáritas prestan ayuda o tratan de incidir a favor de las víctimas. Y los efectos a medio plazo de la Operación Jaque pueden ser para ellos muy negativos.