Recomiendo:
0

Je suis antiimperialista

Fuentes: Rebelión

Mediante este escrito pretendemos ofrecer algunos elementos de análisis acerca de las causas y consecuencias del cruento ataque que ha sufrido el semanario francés «Charlie Hebdo». A pesar de que todavía persista alguna que otra zona borrosa en cuanto a su autoría, desarrollo y propósitos, consideramos que disponemos de suficientes elementos para realizar una primera […]

Mediante este escrito pretendemos ofrecer algunos elementos de análisis acerca de las causas y consecuencias del cruento ataque que ha sufrido el semanario francés «Charlie Hebdo». A pesar de que todavía persista alguna que otra zona borrosa en cuanto a su autoría, desarrollo y propósitos, consideramos que disponemos de suficientes elementos para realizar una primera reflexión encaminada a identificar las tareas militantes que nos corresponde enfrentar. 

Ante todo, creemos que más allá de expresar un rotundo rechazo ante semejante actuar y motivaciones, nuestra responsabilidad política consiste en reivindicar, mal que les pese a algunos, la posibilidad de realizar un análisis de lo acontecido, de tomar perspectiva y contextualizar históricamente y políticamente un hecho que el sistema intenta aplastarnos en la cara para obligarnos a abordarlo desde un registro meramente emocional. «Circulen que aquí no hay nada que pensar», nos gritan al unísono los operadores ideológicos de un sistema que necesita practicar una lobotomía de masas para mantenerse a flote en su océano de miserias e injusticias. Por lo tanto, impedir que este acontecimiento se convierta en un objeto de consumo, catalizador de emociones y de catarsis colectiva consiste en devolverlo al ámbito de lo pensable y en ello se encuentra nuestro primer deber como militantes revolucionari@s.

Pero, evidentemente, nuestra tarea no termina aquí. En efecto, el poder dominante no se limita a desactivar el pensamiento analítico, sino que además remata esta operación ideológica introduciendo un relato afín a sus intereses y que de paso facilite el tránsito intestinal de un pueblo atiborrado de indigestas emociones. Y es que alcanzar el estado óptimo de alienación consiste no solamente en impedirnos pensar sino también en proveernos de un rancio guión prefabricado que encauce debidamente al ser lleno de miedo y odio en el que nos han convertido. Así es como, una vez bloqueado el pensamiento crítico los poderes institucionales y fácticos del capitalismo francés, europeo e internacional, tienen el terreno libre para proferir un sinfín de plegarias hipócritas, propagandísticas y fascistoides susceptibles de ser asumidas sin generar grandes resistencias. Comprender la funcionalidad de este relato hegemónico y contrarrestarlo es nuestro segundo deber como militantes internacionalistas.

La primera función que cumple el relato dominante es establecer unas seudo causas (fanatismo, barbarie, intolerancia, religión, etc.) que eviten que se le achaque al poder establecido cualquier tipo de responsabilidad política, ya sea directa o indirecta. Sin embargo la realidad resulta más tozuda de lo que algunos quisieran y que un ciudadano francés se preste a la causa yihadista responde indudablemente a factores estructurales de la construcción y blindaje de un Estado clasista e imperialista.

Imperialista porque la historia y el presente del Estado francés no se pueden entender sin su política colonial y neocolonial en el continente africano y Oriente Medio donde las masacres, torturas y saqueo de riquezas fueron las particulares hazañas que en los últimos siglos ha venido recolectando este supuesto baluarte de los derechos humanos. Clasista, porque no contento con ello, el Estado francés ha utilizado como mano de obra barata a las generaciones descendientes de sus excolonias y una vez cumplido con su labor, les ha condenado a malvivir en guetos como ciudadanos lumpen desprovistos de derechos y objeto de incesantes calumnias racistas y machaque policial. Si a eso se le suma su participación directa y actual en las intervenciones de la OTAN, su fomento del paramilitarismo integrista en Libia, Siria e Iraq o su relación carnal con el Estado racista y terrorista de Israel tendremos servido un caldo de cultivo ideal para generar cada vez más adhesiones, internas y externas, a la agenda yihadista internacional.

Claro está que este relato exculpatorio cobra funcionalidad también para el resto de potencias capitalistas imperialistas, ya sean europeas como yanqui. Estas potencias y no otras son las responsables directas de la creación y consolidación del integrismo islamista cuyo fin ha sido históricamente el de actuar como palanca para desplazar o aniquilar a los movimientos, gobiernos y proyectos del patriotismo revolucionario y de la izquierda anticolonial. Pero sobre todo, estas potencias y no otras son las que permitieron que desde la estela muyahidín afgana hubiera condiciones para la aparición de una ubicua Al Qaeda o de un esperpéntico Daesh. Unas condiciones forjadas a base de masacres, saqueo y destrucción de pueblos enteros con tufillo de cruzada judeo-cristiana antiárabe y antimusulmana. Es decir, un sistema monstruoso que crea una bestia díscola, imprevisible pero manipulable a la vez que asegura las condiciones de miseria, injusticia y violencia descarnada necesarias a su reproducción.

La segunda función que cumple el relato dominante es apuntalar este sistema de dominación y darle proyección estratégica en un contexto de crisis estructural. En efecto, si esconder las verdaderas causas es un elemento fundamental para la preservación del sistema, más importante aún es convertir lo acaecido en un catalizador que genere las consecuencias oportunas al desarrollo de la nueva ofensiva capitalista imperialista en la que estamos sumergidas. Así es como, para el Estado francés y la UE, a nivel interno, el objetivo es desviar la atención de los insalvables problemas sociales y económicos que infligen a las capas populares, enfrentarlas entre sí e instaurar un marco de excepción, al mejor estilo Estado policial, avanzando sin tapujos hacia la consolidación de un sistema de carácter oligárquico autoritario. Si ello implica promover desesperadamente una integración europea sobre pilares fascistas, pues que así sea, como en Ukrania, con tal de salvar al sacrosanto capital. Por otro lado, a nivel externo, el objetivo consiste en legitimar unas intervenciones militares cada vez más necesarias para preservar su acceso privilegiado a los codiciados mercados o recursos y minerales estratégicos. Finalmente, por parte de unos Estados Unidos que atraviesan una dura crisis de hegemonía, este atentado será capitalizado para amarrar una vez por todas a la UE en su cruzada político-ideológica civilizatoria antiterrorista, complementando así el blindaje político militar que impulsa mediante la OTAN y el político económico que trata de instaurar mediante el TTIP.

Así es como, ante este preocupante panorama, a las dos tareas mencionadas anteriormente (hay que pensar y hay que pensar bien), se le suma la tercera y mas importante: actuar en consecuencia estableciendo en Euskal Herria las prioridades de nuestra agenda antiimperialista. En este sentido planteamos dos ámbitos de actuación. El primero, de carácter urgente, consiste en recrudecer en nuestra denuncia de la ofensiva imperialista yanqui-europea ya sea en su faceta ideológica, económica como militar a la vez que en frenar el avance de la xenofobia y del fascismo a nivel interno europeo. El segundo, de carácter estratégico, consiste en profundizar en nuestro trabajo político, junto a los demás pueblos europeos y del planeta, de cara a la superación del sistema capitalista imperialista. Es decir, intensificar nuestra entrega militante para con la construcción de un sistema basado en la justicia, la solidaridad, la independencia nacional y de clase, único garante de que la violencia estructural económica y militar desaparezca una vez por todas del cotidiano de los pueblos trabajadores. 

 

Guillermo Paniagua, Xabier Lasa y Haizea Solagurenbeaskoa son miembros de Askapena

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de los autores mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.