Jesús Ignacio Tundidor, Zamora, 1935, es uno de los merecidamente reconocidos como grandes poetas actuales; perteneciente al grupo al que se ha denominado «generación de los 60», construye su obra sobre dos ejes: la experiencia personal, más el acontecer histórico y el sabor de la tierra a la que pertenece, y, la introspección en […]
Jesús Ignacio Tundidor, Zamora, 1935, es uno de los merecidamente reconocidos como grandes poetas actuales; perteneciente al grupo al que se ha denominado «generación de los 60», construye su obra sobre dos ejes: la experiencia personal, más el acontecer histórico y el sabor de la tierra a la que pertenece, y, la introspección en el ser humano, introspección que alcance sus expresiones emocionantes de profundidad cultural.
El mismo poeta declara que su palabra poética es fruto del trabajo y del sentimiento, y acude a un ejemplo comparativo para ilustrar su interés por ese elemento especial con el que se construya la poesía, la palabra adecuada:»como la piedra es el lenguaje de la arquitectura, la arquitectura de la poesía es la palabra». Así es cómo su poesía, tan personal, procedente de la experiencia, es una creación que se elabora dejándola reposar y volviendo a ella, es un trabajo minucioso, de selección, y obtención de la esencia del lenguaje. La búsqueda de «esa» palabra, concisa, exacta, es lo que requiere años de vivir. La consecuencia de un tratamiento tan profundo y delicado del poema se manifestará en la percepción del lector, que es en el que se hace la poesía, que es quien siente y visualiza de manera distinta los temas que trata y las formas en apariencia clásicas, por lo que descubrirá nuevos significados.
También en los poemas de Jesús Ignacio Tundidor, se produce el encuentro de dos elementos contrarios como son naturaleza y moral, lo que al lector le supone una apertura de espacios en los que habitan contenidos de gran calado que, conforme se van desarrollando van construyendo un sentido general. La lectura le hará percibir la sensación de hallarse ante un poeta que es un gran conocedor de los clásicos castellanos, pero la misma lectura, tras esa percepción primera, le situará en una dimensión separada tanto de la subjetividad como de la poesía ya conocida.
Hay dos periodos que caracterizan el conjunto de la obra del poeta zamorano, el existencialismo, primer periodo de su escritura poética, en el que emplea el lenguaje popular, es un tiempo en el que se reconocen los objetos, y el segundo periodo, es el tiempo de creación poética que se interna en la teoría del caos, el tiempo de la experiencia pensada, de la toma de conciencia, pero que, como él dice, «no obedece a la lógica que requiere, puesto que se realiza dentro de la más honda emoción humana y participa en el descubrimiento, el hallazgo y la reflexión». En cada uno de estos periodos o tiempos se va formando un compromiso solidario con el ser humano y creando un bagaje ético que en el año 2.000 le hizo merecedor del Premio Internacional de Poesía León Felipe por «el valor humano de su poesía en la que conviven los valores éticos y estéticos».
Tundidor, utopía y trabajo, define así la poesía: «es pasión, selección emotiva y acto inteligente. Lo que no emociona no tiene cabida en lo poético; la vida y sus implicaciones, como acontecimiento en el corazón del hombre, son el verdadero camino del poema y el lenguaje su principal medio de expresión. …La poesía… forma parte de una experiencia personal profunda y única como es la propia vida -intelectual y física- del individuo humano».
Su trabajo poético, que parte de las contradicciones de la realidad, construye el poema transformador, el poema que impulsa al lector al cambio, es optimista y crítico, él mismo Jesús Ignacio Tundidor se reconoce formado por escuelas de pensamiento muy diversas que asumen estos dos elementos, un profundo amor por el conocimiento y, las transformaciones que ponen en primer plano los valores humanos y críticos: «Hölderlin, Nietsche, Villon, Wittgenstein, Enzensberger, el rock, el lenguaje popular y los tecnicismos».
En el conjunto de su poemario publicado destacan libros como aquél primero «Junto a mi silencio» por el que le fue concedido el Premio Adonais en 1963, del que se escribió: «…se dirige hacia la interpretación simbólica de la realidad «real» en la que los elementos que la componen y aparecen en el poema quedan transformados en signos representativos de una realidad superior».
Después vendrían «Tetraedro», «Libro de amor para Salónica», «Repaso de un tiempo inmóvil», «Tejedora de azar», o «Las llaves del reino», en todas ellas encontramos al ser humano y al conjunto social en sus conflictos individuales y colectivos abriendo caminos dialécticos. Hay que hacer una mención especial a su título «Mausoleo» por su fuerza rupturista en la literatura española.
Preguntado Jesús Ignacio Tundidor por qué escribe, contestó tres cosas que son determinantes en su obra: para «apasionar la inteligencia», para «representar las cosas que te emocionan en el mundo», y, «nunca he escrito cuando no he tenido que decir nada».
La obra de Jesús Ignacio Tundidor es una obra de continua discusión sobre la realidad y de continuo avance sobre los horizontes humanos más profundos.