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Entrevista a José Luis Martín Ramos sobre El Frente Popular. Victoria y derrota de la democracia en España (V)

«José Díaz tuvo el suficiente sentido político, por encima de otros dirigentes del PCE, como para entender el cambio a la política del Frente Popular».

Fuentes: Rebelión

Catedrático de Historia Contemporánea en la UAB, José Luis Martín Ramos es especialista en la historia del movimiento obrero y es autor de numerosos estudios sobre los movimientos socialista y comunista del siglo XX en Cataluña y en el conjunto de España. Entre sus últimas publicaciones, ambas en la editorial Avenç, La rereguarda en guerra. […]

Catedrático de Historia Contemporánea en la UAB, José Luis Martín Ramos es especialista en la historia del movimiento obrero y es autor de numerosos estudios sobre los movimientos socialista y comunista del siglo XX en Cataluña y en el conjunto de España. Entre sus últimas publicaciones, ambas en la editorial Avenç, La rereguarda en guerra. La Guerra civil a Catalunya, 1936-1937 (2012) y Territori capital. La Guerra civil a Catalunya, 1937-1939 (2015).

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Nos habíamos quedado en el apartado «Frente Popular, como lo llaman» del tercer capítulo. Te has inspirado en Azaña, ¿no es así? «El Frente Popular, como lo llama la gente».

Si, es una frase muy significativa. Azaña no habría concebido de partida ese tipo de coalición, de la que formara parte el Partido Comunista; Prieto le intentó convencer de que era preciso, y la posición de Largo Caballero hizo que el único pacto posible fuese el que integraba a comunista, socialistas y republicanos. Y «la gente» dio al pacto el nombre que le correspondía. El mérito de Azaña fue reconocerlo y aceptar encabezarlo, aunque se hubiese alejado de sus deseos políticos iniciales.

Aparece en este apartado, no recuerdo si ya antes, el padre de Carrillo, Wenceslao Carrillo. ¿Qué papel jugó en el PSOE el padre del que fuera secretario general del PCE durante décadas? ¿Por qué estuvo preso?

Estuvo preso porque formaba parte de la ejecutiva socialista y del comité de enlace de las organizaciones socialistas encargado de coordinar el movimiento insurreccional de octubre. Wenceslao Carrillo fue un seguidor leal de Largo Caballero, de principio a fin; y finalmente cayó en la trampa del golpe de Casado, como muchos otros caballeristas. Esto último significó la definitiva ruptura personal entre Wenceslao y su hijo Santiago.

¿Qué posiciones tuvieron más fuerza en aquellas circunstancias en el interior del PSOE?

Podrían haber estado ajustadas, pero es evidente que Prieto consiguió articular y hacer presente organizativamente una mayoría en el interior del partido. En la UGT fue muy diferente; en el sindicato Caballero tenía su mayor apoyo.

¿Cuáles eran las líneas rojas de la alianza que estaba en marcha? Parece que aparte de la derecha golpista y la CEDA, se intentó integrar a muchas fuerzas políticas, muy heterogéneas entre ellas.

Las líneas rojas eran el republicanismo, la defensa de la constitución de 1931, la democracia y el rechazo a cualquier merma de ella. Implícitamente la coalición asumía la obra reformadora del bienio como punto de partida, del que no se podía retroceder. Estuvo abierta a la derecha republicana de Sánchez Román, pero fue este último quien no quiso compartir alianza con los comunistas y finalmente no e incorporó.

Por cierto, ¿qué posiciones mantuvo el colectivo organizado en torno a la figura de Ortega y Gasset? ¿Jugó algún papel relevante en estos momentos?

Ya no jugaba ningún papel. El liderazgo político de Ortega y Gasset fue flor de un año y una parte de los intelectuales independientes que le habían seguido se dispersaron aproximándose o afiliándose a las organizaciones existentes. En 1933 ya no contaba nada.

Por aquellos años hubo también, curiosamente, un gobierno llamado de expertos. ¿Qué gobierno fue eso? ¿Cuál fue su finalidad?

Lo llamaron «de expertos» para no llamarlo interino; no porque se pensara en un gobierno técnico, sino porque fue un gabinete constituido a la espera de una nueva negociación política. Y disfrazaron su interinidad llamándolo «de expertos». No lo eran de manera particular.

Hablas de un inefable Pich i Pon al que nombraron gobernador general e incluso presidente de la Generalitat. ¿Quién fue este Pich i Pon?

El dirigente radical más conocido de la época, por su actuación política y su comportamiento personal escasamente escrupuloso. Fue regidor de Barcelona desde 1905 y llegó a ser alcalde en 1935 y más tarde presidente designado de la Gweneralitat intervenida por el gobierno central.

Señalas que Azaña estaba radicalmente en contra de la participación de los comunistas «cuya aportación electoral desdeñaba». ¿Por esa razón o habían más motivos?

Sin ser un anticomunista clásico, Azaña que era un liberal social – en la línea de Lloyd George, por poner un ejemplo del liberalismo social británico; el más relevante, al que también perteneció Keynes – rechazaba toda ruptura revolucionaria. Por ello no tenía ningún interés inicial por incorporar al PCE a una coalición de centro-izquierda reformista; y además consideraba que el PCE no aportaría votos de manera significativa y podía ahuyentar al republicanismo centrista. No obstante, como no era exactamente un anticomunista, acabó aceptando esa participación, si la cual los socialistas no estaban dispuestos a formar la coalición; y tuvo que empezar a reconocer la fuerza ascendente de un PCE, cuyos militantes empezaron a asistir a sus mitines.

¿Quién nombró a Franco jefe del Estado Mayor? ¿Fue un nombramiento estrictamente político? ¿Era una forma más de tomar las riendas del Estado en sus manos?

Gil Robles. Formaba parte de la conquista desde dentro del aparato del estado, para llevar a cabo la rectificación autoritaria del régimen republicano. Es obvio que fue un nombramiento político, como suele ocurrir con los nombramientos de los altos mandos militares.

Un personaje del que hemos hablado poco hasta el momento, Fernando de los Ríos. ¿Qué opinión te merece su trayectoria?

Más allá de no compartir sus posiciones ideológicas y discrepar de sus comportamientos políticos, creo que fue coherente; y evitó verse arrastrado por los enfrentamientos finales hacia el campo del derrotismo y del golpismo. Por otra parte, le faltó tenacidad y fortaleza de carácter para mantener una posición de dirigente político en situaciones de compromiso, como se evidenció en 1935, con su dimisión personal de la comisión ejecutiva al considerarse personalmente agraviado por los caballeristas.

Una curiosidad, un detalle que me ha sorprendido. ¿Prieto se coló en un viaje de Margarita Xirgú a Argentina? ¿Por qué? ¿Nos lo cuentas?

Quiso colarse; el episodio lo cuenta Azaña, regodeándose en las condiciones de gorrón de Prieto; pero sobre todo subrayando el desaliento de Prieto cuando en el verano de 1935 se alejó, circunstancialmente, la expectativa de un cambio político y de que se concretara la coalición que intentaba promover junto con Azaña. Luego las cosas se precipitaron y Prieto abandonó la idea de su escapada, con gastos de viaje cubiertos, a la Argentina. La política se impuso a la farándula.

Una figura que tiene interés para mi, Santiago Alba. ¿Qué papel jugó en esta coyuntura?

No demasiado brillante; el de un antiguo liberal monárquico, venido a menos y refugiado en el Partido Radical, para poder seguir activo en política. Un republicano converso, de conveniencias, que contribuyó al declive del radicalismo.

¿Cuándo volvió la Lliga Catalana a la política española? ¿Por qué?

No se marchó nunca. Estuvo siempre presente, con las intermitencias que le imponía la actitud de sus interlocutores de la derecha española. En 1930-1931 Cambó intentó salvar la monarquía, pero Alfonso XIII no le concedió la confianza indispensable. Durante la República intentó encabezar la oposición de derechas a la hegemonía de Esquerra Republicana, y quiso estar presente si no en el golpe del 17 de julio, que no lo estuvo, si en el bando sublevado contra la República; los lligaires se sumaron a la Cataluña de Burgos, a la Cataluña de Franco, pero, para su decepción, éste nunca accedió a darles ninguna contrapartida política.

Por lo que cuentas, uno de los dirigentes que lo vio más pronto y mejor fue José Díaz. ¿Es así o te leo mal y con anteojeras interesadas?

No voy a hacer de José Díaz un innovador; pero sí tuvo el suficiente sentido político como para entender el cambio a la política del Frente Popular, por encima de otros dirigentes del PCE, más obtusos. El hecho es que la dirección de la IC lo echó en falta, cuando su enfermedad le impidió mantener con continuidad su presencia en la dirección del PCE. Fue un buen cuadro, interno y público; sin llegar a la capacidad de reflexión y propuesta de Thorez, y ya no digamos de Togliatti.

¿Quién fue el dirigente del PSOE más lúcido en aquellos momentos? ¿Prieto tal vez?

En líneas generales sí, hasta 1937; luego su pesimismo «de la voluntad» ante la evolución de la guerra le hizo perder lucidez.

¿He leído bien? ¿En Pueblo, un diario del PCE, haciendo un llamamiento para acudir a un mitin de Azaña? Señalas en el libro que fue crucial en los orígenes del frente popular español. ¿Por qué?

Sí, así fue. Con esa llamada el PCE mató no un pájaro, sino una bandada: acató públicamente el liderazgo de Azaña y dejó claro que no iba a seguir por el camino que pretendía llevarlo Largo Caballero; que la única salida, electoral y de masas, era la de coalición antifascista más amplia posible.

Julio Álvarez del Vayo, le tengo especial aprecio, ¿se enteró de la jugada o se enteró muy poco?

Evoluciona, aunque lastrado por un exceso de personalidad, en mi opinión. Formó parte del ala caballerista, pero vio a tiempo las limitaciones políticas de Largo Caballero en la conducción de la guerra y pasó a apoyar a Negrín y a volver con él al Ministerio de Estado, que ocupó primero en el gabinete de Largo Caballero.

Por cierto, Santiago Carrillo, entonces un joven socialista, ¿qué posiciones mantenía?

Militaba en el ala caballerista, desde la que fue aproximándose al comunismo; tras un muy breve flirteo con el trotskismo, acabó afiliándose al PCE en pleno proceso de unificación entre las juventudes socialistas y comunistas.

¿Por qué Largo Caballero y sus partidarios dejaron la dirección del PSOE en manos de Prieto a finales de 1935? ¿Fue en beneficio del proceso de unidad?

No fue en tal beneficio. Fue más bien un error de cálculo en la batalla por el control interno del partido. Esperaban precipitar la crisis general de la dirección del PSOE y forzar la celebración de un congreso para decidir en él definitivamente sus diferencias con el sector prietista. Pero con su dimisión dejaron la iniciativa organizativa en manos de Prieto, que desde el control de la dirección bloqueó la recuperación caballerista en el partido. Lo peor fue que los dos sectores se bloquearon mutuamente y dejaron al PSOE en práctica quiebra en víspera de la guerra civil.

Un partido del que apenas hemos hablado hasta ahora, el POUM. ¿Estaban o no estaban por el frente popular? ¿No seguían postulando la idea del frente obrero a finales de 1935?

No estaban por el Frente Popular, sino por el frente obrero; sin embargo, en una rectificación, muy típica de Maurín -hizo lo mismo en la cuestión del estatuto de Cataluña-, cuando vio que el Frente popular se imponía no quiso quedarse fuera de él… y de toda representación parlamentaria. Trotsky le acusó de oportunismo. Por lo demás, su integración en el Frente Popular siempre fue superficial, y no mantuvieron una posición frentepopulista después de las elecciones.

Te cito: «No se había formado una nueva coalición republicano-socialista con estrambote; era algo nuevo». ¿Qué era lo nuevo?

La incorporación del PCE y la nueva relación entre movilización de masas y acción gubernamental.

Te vuelvo a citar, es una reflexión general: «Cuando el PC no tuvo la suficiente fuerza para ser considerado imprescindible, la socialdemocracia descartó la propuesta frente-populista». ¿Siempre, en todo caso y lugar en aquellos años? Por lo demás, ¿qué fuerza imprescindible era el PCE en España en aquellos momentos?

Así sucedió en el Reino Unido, en los países nórdicos; incluso en Bélgica. La socialdemocracia prefirió actuar en solitario o la alianza con los liberales; en Bélgica con los liberales y el Partido Católico. El PCE manifestó no tanto una fuerza de masas, que era incipiente, como una fuerza política; su posición desató el nudo de la difícil consecución de una alianza electoralmente competitiva y políticamente oportuna.

Pasamos, si te parece, al próximo capítulo. El título promete: «La victoria de la democracia».

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de los autores mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes