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Jose Tohá, lealtad y consecuencia

Fuentes: Rebelión

Uno de los colaboradores más cercanos de Salvador Allende, ministro de su gobierno -en las carteras de Interior y después en Defensa-, José Tohá González, ocupó también el cargo de vicepresidente de la República. Respetado por sus ideas de Izquierda y por su capacidad de diálogo, aparecía con frecuencia en la televisión y llamaba la […]

Uno de los colaboradores más cercanos de Salvador Allende, ministro de su gobierno -en las carteras de Interior y después en Defensa-, José Tohá González, ocupó también el cargo de vicepresidente de la República. Respetado por sus ideas de Izquierda y por su capacidad de diálogo, aparecía con frecuencia en la televisión y llamaba la atención por su claridad de exposición y caballerosidad. Hoy se investiga su probable asesinato en 1974 en el Hospital Militar, donde permanecía prisionero en deplorables condiciones físicas.

Nació en Chillán en 1927. Hijo de padres catalanes con sólida posición económica, también dos de sus hermanos han tenido actuación política en las filas del Partido Socialista. José Tohá comenzó a destacarse como dirigente estudiantil en el Liceo de Hombres de Chillán. Fue elegido presidente del centro de alumnos y después presidente de la Federación de Estudiantes Secundarios de esa ciudad. A los quince años empezó a militar en la Juventud Socialista. Estudió Derecho en la Universidad de Chile y fue presidente de la Federación de Estudiantes de Chile (Fech). En ese tiempo, se vinculó a Salvador Allende y pasó a ser miembro del comité central del PS. Siempre estuvo con Allende y fue dirigente en sus cuatro campañas presidenciales, 1952, 1958, 1964 y 1970. Por ese compromiso político y humano (su amistad con Allende fue inalterable) renunció a aspiraciones personales. Lo importante era el proyecto que encarnaba el líder popular. Ozren Agnic, secretario privado de Allende durante algunos años, recuerda a Tohá como uno de «los mejores y más leales amigos», dotado de «un intelecto superior y para quien no había problemas insolubles». Y agrega: «A nadie le cabía duda que era el delfín del Chicho Allende». Ya en la universidad Tohá se había involucrado en las luchas por la unidad de la Izquierda y contra el gobierno de Gabriel González Videla, convertido en dictadura legal gracias a la Ley de Defensa Permanente de la Democracia y la represión a los comunistas. Apoyado por la derecha, González Videla manejaba el Partido Radical pero no podía controlarlo todo: la juventud radical defendía las libertades públicas, la Masonería rechazaba la legislación liberticida y algunos dirigentes radicales discrepaban de la orientación oficial. La emergente Falange Nacional se oponía también a la Ley de Defensa Permanente de la Democracia. Un gran movimiento populista levantaba la candidatura presidencial de Carlos Ibáñez del Campo, que enarbolaba una escoba como símbolo de su voluntad de barrer con la corrupción.

Los comunistas en la clandestinidad continuaban la lucha. Grandes manifestaciones de protesta sacudieron Santiago ante el alza de los pasajes de la locomoción: «la revolución de la chaucha» impulsada por la juventud comunista. En la Universidad de Chile se organiza el Frente de Avanzada Universitario (FAU), que agrupa a socialistas, comunistas, radicales e independientes. En reñidas elecciones para elegir la directiva de la Fech, triunfa la lista del FAU. Elige presidente a José Tohá, vicepresidente a Luis Dodds, radical, y secretario general a Fernando Ortiz Letelier, comunista, estudiante de historia. En el FAU aparecen, para muchos, los primeros anuncios de lo que pronto sería el Frente del Pueblo que proclamó a Salvador Allende como candidato a la Presidencia de la República en 1952. El Frente del Pueblo fue el comienzo de una serie de alianzas que culminaron en el triunfo de 1970. En 1958 José Tohá se incorporó al consejo de redacción del diario Ultima Hora y a partir de 1960, pasó a ser su director. Tras el triunfo de 1970 la presencia de José Tohá en el primer gabinete del presidente Allende fue vista como algo natural por su concordancia con las ideas expresadas en el Programa de la Unidad Popular, sus contactos y relaciones y el respeto que inspiraba. Fue una tarea difícil. El asesinato del general René Schneider, producto de una conspiración más amplia de lo que parecía, evidenció que había otros complots en marcha. Las relaciones con la Democracia Cristiana, cruciales para acercarla al campo popular, estaban tensionadas por los esfuerzos de la derecha para arrastrarla a una oposición intransigente. El asesinato de Edmundo Pérez Zujovic, ex ministro del Interior de Eduardo Frei Montalva, por la Vanguardia Organizada del Pueblo, VOP, provocó un quiebre en las relaciones con la DC, que no se pudo remediar a pesar de que el gobierno aclaró el caso en pocas horas y repudió enérgicamente el crimen. Entretanto, avanzaba en el Congreso la nacionalización del cobre. El presidente de la República definía en su mensaje los rasgos principales de «la vía chilena al socialismo»: estatización de la banca, tres áreas de la economía (social, privada y mixta) y un sistema de participación de los trabajadores en la gestión de las empresas. Sin embargo, la derecha preparaba su ofensiva. Una manifestación de mujeres del barrio alto -«la marcha de las ollas vacías»- protegida por paramilitares de Patria y Libertad copó la Alameda. Hubo incidentes con carabineros y grupos de Izquierda. La derecha reaccionó con apoyo de la DC, y resolvieron acusar constitucionalmente al ministro del Interior, José Tohá, por supuesta responsabilidad en los hechos. La acusación fue aprobada en la Cámara de Diputados y el Senado con la votación de la derecha y la DC. El ministro Tohá tuvo que dejar el cargo. La reacción del presidente Allende fue inmediata. Denunció la maquinación y la falta de fundamentos de la acusación constitucional y reorganizó el gabinete nombrando a José Tohá ministro de Defensa. Sin embargo, la derecha había logrado su objetivo: establecía de hecho una alianza con la Democracia Cristiana que podía bloquear los proyectos del Ejecutivo. Como ministro de Defensa, Tohá realizó una labor notable con el decidido apoyo del comandante en jefe del ejército, Carlos Prats González. Esta gestión conjunta permitió desarticular maniobras sediciosas encabezadas por el general Alfredo Canales, llamado a retiro. El trabajo en el Ministerio de Defensa fue importante para afrontar el paro patronal de octubre de 1972, respaldar la gestión del general Prats como ministro del Interior, para terminar con las secuelas del paro y garantizar la normalidad de las elecciones parlamentarias de marzo de 1973. Sin embargo, la conjura ganaba terreno. El 29 de junio de 1973 se produjo el «tanquetazo» y Tohá dejó el Ministerio de Defensa. Tohá tenía una personalidad atractiva. Simpático, divertido, buen conversador. Era también serio, muy responsable y además valeroso. Estuvo en la calle para el «tanquetazo», junto al general Pickering. Y no faltó al desafío que le planteó el golpe militar el 11 de septiembre. Llegó a La Moneda para estar junto a Salvador Allende, su amigo y camarada. De allí salió convertido en preso político. Estuvo en la isla Dawson, sufriendo un grave deterioro de su salud. Trasladado al Hospital Militar, fue llevado secretamente a la Academia de Guerra Aérea, e interrogado bajo tortura. Devuelto al Hospital Militar en Santiago, murió el 15 de marzo de 1974. Suicidio, según la versión oficial. Asesinato, según todo lo indica y ahora se investiga. Para la dictadura, Tohá debía morir. Era un testigo peligroso. Y, sobre todo, un testimonio de dignidad y consecuencia moral.

(Editorial de «Punto Final», edición Nº 723, 26 de noviembre 2010)

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