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Juan Bosch cumple cien años

Fuentes: luisbrittogarcia.blogspot.com

 El intelectual y el exilio ¿Cómo se me ocurrió mi primer cuento? Era yo un niño, y en la playa de Macuto vi a Juan Bosch, echado en la arena y mirando hacia el horizonte marino, tras el cual se escondía su isla natal. Inventé un mal relato sobre un exiliado que planificaba el regreso. […]

 El intelectual y el exilio

¿Cómo se me ocurrió mi primer cuento? Era yo un niño, y en la playa de Macuto vi a Juan Bosch, echado en la arena y mirando hacia el horizonte marino, tras el cual se escondía su isla natal. Inventé un mal relato sobre un exiliado que planificaba el regreso. La historia real era mucho mejor y menos creíble. Nacido en 1909, a los 27 años Bosch es un narrador que escribe cuentos y novelas en lenguaje diáfano sobre las bellezas y los males de su país. El dictador Rafael Leonidas Trujillo, hombre cruel pero inteligente que sabe lo que vale un intelectual, intenta incorporarlo a su Poder Legislativo. Don Juan prefiere la democracia, que a veces en nuestros países es escoger el exilio, elige fundar en La Habana el Partido Revolucionario Dominicano, decide lanzar en 1947 una invasión naval garibaldina desde Cayo Confites, que es interceptada y lo lleva a una prisión y una larga huelga de hambre en La Habana hasta que son liberados sus compañeros. El dictador Trujillo no será eliminado por un desembarco, sino por un atentado conocido y quizá permitido por la CIA. Tras un cuarto de siglo de exilio, Juan Bosch puede volver a su obra.

El intelectual y la Democracia

Pero la obra del escritor latinoamericano y caribeño se confunde con la pasión del pueblo. En diciembre de 1962 Juan Bosch triunfa en las elecciones como candidato del Partido Revolucionario Democrático. El pueblo, que sabe mejor que un tirano lo que vale un intelectual, lo elige con casi el 60% de los sufragios y más del doble de votos que los otros candidatos. Pero el Imperio cree saber mejor que el pueblo lo que es la Democracia: votar para que nada cambie. En lugar de eso, Juan Bosch promueve la sanción de la Constitución de abril de 1963, que proscribe el latifundio, impone la reforma agraria, prohíbe a los extranjeros ser propietarios de tierras, reconoce el derecho de los trabajadores a participar en las ganancias de las empresas, separa la Iglesia del Estado, consagra la educación laica, y prohíbe el exilio y la violencia o exacción de cualquier género sobre las personas para obligarlas a declarar (Pierre-Charles, Gerard: El Caribe a la hora de Cuba, Casa de las Américas, La Habana, 1980, 250).

El Intelectual y el Tercer Mundo

Son medidas revolucionarias: el Tercer Mundo no puede superar su atraso sin adoptarlas. Bosch las impone legalmente, con escrupuloso respeto de los derechos humanos reconocidos en la Constitución, tratando de lograr el asentimiento de las clases dominantes e intentando disminuir la influencia de Estados Unidos a través de la ampliación de las relaciones con los intereses europeos, a los cuales contrata préstamos para las represas de Vavera y Valdesis y la planta eléctrica de Santo Domingo. El intelectual asimismo rescinde un convenio de instalación de refinería con la Esso Standard Oil, invalida el contrato con la empresa inglesa The Overseas Co. para construir una planta hidroeléctrica y el acueducto de la capital por 150 millones de dólares, y dispone que cuando el azúcar se venda por encima del precio tope de 5,95 centavos de dólar por libra, el excedente no quedará exclusivamente para los propietarios, sino que se aplicará en parte para obras sociales y de infraestructura; medida que consideran perjudicial para sus intereses las empresas estadounidenses y nacionales privadas. El gobierno consolida el sector estatal de la economía al reorganizar la administración de centrales azucareros y empresas manufactureras propiedad del dictador Trujillo y nacionalizadas tras su muerte, que el Consejo de Estado manejaba en forma ineficaz y se disponía a privatizar a favor de particulares, sobre todo empresas extranjeras (Pierre-Charles, Gerard: El Caribe a la hora de Cuba, Casa de las Américas, La Habana, 1980, 248-249).

El intelectual y la Globalización

Todo país, toda persona que intente superar la condición subordinada del llamado Tercer Mundo topa tarde o temprano con los intereses de la Globalización, vale decir, con los de la subordinación al Imperio. Sus medidas y la negativa a reprimir a las izquierdas le atraen a Juan Bosch la animadversión de Estados Unidos y de los grandes propietarios. Sectores importantes de las masas y organizaciones de izquierda querrían mayor rapidez en las reformas, mientras la oligarquía, el alto clero, los medios de comunicación y los diplomáticos estadounidenses se coaligan con sectores neotrujillistas del ejército y los apoyan para dar un golpe de Estado. Las intentonas comienzan desde que toma el poder: Theodore Draper reseña que poco después de asumir la presidencia el 27 de febrero de 1963, «Bosch… se enteró de una conspiración para derrocarlo, programada para el 9 de marzo, diez días después. Otro golpe estaba preparado para abril, así también uno de gran envergadura por poco tiene lugar en julio, un tercero fracasó en agosto y el que tuvo éxito se realizó en septiembre 17» (Draper, Theodore: «The roots of the Dominican Crisis», The New Leader, vol. XLVII, p.3. mayo 1965, cit. por Pierre-Charles, 1980, 250).

La Globalización contra la Democracia

Y en efecto, la Globalización, que tanto predica la Democracia, no vacila en extinguirla en cuanto amenaza con sacudir un estatuto de subordinación. Los sectores neotrujillistas encabezados por el coronel Wessin y Wessin derrocan por la fuerza a Bosch el 25 de septiembre de 1963, cuando su gobierno apenas lleva siete meses. Sirve de enlace entre la CIA y los golpistas Lawrence Berry, apodado «Wimpy» por poseer un supermercado que lleva igual nombre, quien por servicios prestados llega a ser propietario de la Compañía Dominicana de Aviación durante el posterior gobierno de Reid Cabral. El enlace oficial es el funcionario de la embajada dominicana en Washington, Mencia Lister, recompensado con el nombramiento de viceministro de Relaciones Exteriores durante el posterior gobierno de García Godoy (Selser, Gregorio: ¡Aquí, Santo Domingo! La tercera Guerra Sucia; Editorial Palestra, Buenos Aires, 1966, 21).

El pueblo defiende la Democracia

El Partido Revolucionario Democrático no se atreve a contrarrestar el cuartelazo con grandes movilizaciones de masas. El partido de izquierda más importante, el 14 de Julio, en lugar de concentrarse en manifestaciones civiles urbanas pone en acción seis focos guerrilleros, rápidamente destruidos y en gran parte asesinados tras un mes de intensa represión militar (Cassá, Roberto, José Israel Cuello y Rubén Silié: «50 años de Historia Dominicana» en: América Latina, historia de medio siglo, T.2. Siglo XXI Editores, México, 1984, 489). El exterminio de los insurgentes es tan feroz que el presidente de la Junta, Emilio de los Santos, dimite como protesta, y es sustituido por Donald Reid Cabral. Contra éste vendrán la arrolladora protesta popular y la sublevación de la oficialidad joven; a su favor, la sangrienta intervención de la potencia militar más poderosa de la tierra.

El pueblo lucha por la constitucionalidad

El nuevo presidente del triunvirato militar neotrujillista que derroca a Juan Bosch en 1963 es Donald Reid Cabral, importador de automóviles Austin y hombre de confianza del Departamento de Estado, quien en 1954 revierte las medidas nacionalistas del Presidente electo, congela salarios, libera precios y encarcela 800 taxistas para terminar una huelga en 1964 (Selser 1966, 23). Tales políticas represivas y antipopulares ponen en su contra tanto a los sectores más pobres como al estudiantado, a grupos significativos de los estratos medios e incluso de la oligarquía, que intentan la fallida huelga general de mayo de 1964 e integran un movimiento constitucionalista con el lema de «retorno a la Constitución de 1963 y al gobierno de Juan Bosch». El 24 de abril de 1965 un grupo de jóvenes oficiales constitucionalistas lanza una rebelión militar que arresta a Reid Cabral, reparte armas a los civiles, recibe un poderoso apoyo de las masas y se convierte en insurrección popular. Soldados, civiles, trabajadores, intelectuales y estudiantes se organizan en comandos dirigidos por oficiales elegidos entre las propias filas populares, que presentan una heroica resistencia. Según testimonia el corresponsal francés Marcel Niedergang, «el principal personaje de las primeras cuarenta y ocho horas fue el pueblo anónimo, a ratos furioso, pleno de esperanzas e inquieto» (Selser 1966, 29).