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Cuba en Canal Sur de Andalucía

Juan José Tellez: Un periodista honorable

Fuentes: Cádiz Rebelde

«Honorable», sin duda, Juan José Téllez, un periodista «progre» con función reconocida y pagada, «un contestatario en el Ateneo» como se refiere a él, al saludar su entrada en esa institución gaditana, uno de sus amigos de siempre. Contestatario también, seguramente y a su modo, en el Canal 1 de Televisión Española donde es tertuliano […]

«Honorable», sin duda, Juan José Téllez, un periodista «progre» con función reconocida y pagada, «un contestatario en el Ateneo» como se refiere a él, al saludar su entrada en esa institución gaditana, uno de sus amigos de siempre. Contestatario también, seguramente y a su modo, en el Canal 1 de Televisión Española donde es tertuliano de nómina.

Juan José Téllez dirige el programa «Andalucía sin Fronteras», de Canal Sur, que hace algunas semanas se ocupó, entre otras cosas, de Cuba. Y es ahí, en el hablar de Cuba, en donde aparece la función específica y muy bien valorada del progrerío intelectual y mediático. Dicho con toda claridad, hablar mal de Cuba -o si viene al caso de la Venezuela bolivariana, o de la necesidad humanitaria de mantener a los ejércitos invasores en Iraq- es la verdadera especialidad por la que se paga, y muy bien, a gente con la misma «honorabilidad» que Téllez.

Para que eso de hablar mal de Cuba sea posible -dentro de ese status progresista que precisamente le da un plus de verosimilitud a lo que dice y opina Téllez, y que es su verdadero patrimonio mercantil-, hay que manejar con mucha destreza las técnicas de manipulación. En el programa del que estoy hablando -emitido la noche del 21 al 22 de enero- este periodista incrustado demuestra un dominio extremo en arte de dejar caer la verdad llegada desde el cielo, de insinuar opiniones definitivas y rotundas manteniendo seco el culo; de vincular situaciones y personajes extremadamente contradictorios, radicalmente incomparables, que representan precisamente antagonismos extremos; de no decir diciendo, precisamente, el discurso del Imperio. La estructura básica del discurso de Téllez es idéntica al que está llevando por el mundo Condoleezza Rice la nueva Secretaria de Estado de un Bush relanzado a la conquista del mundo.

La voz en off -la que proclama verdades desde el cielo- nos recuerda que «ahora EEUU aparece como un paladín de la democracia y dice combatir a las dictaduras pero en otros momentos las apoyó». Ése es, sin duda, con el ahora y el en otros momentos como elementos clave -ya veremos lo genialmente que utiliza Téllez el factor tiempo- un excelente punto de partida para entrar en ese juego de los méritos difíciles, de los aportes a la lucha común con los que se pueden reclamar premios o justificar soldadas sustanciosas. Y también para la conservación del mencionado patrimonio mercantil -la calidad de progre- con el que se gana la vida Téllez. Aquellos tiempos, no los que corren ahora, justificaban sueños fraternales y amistades peligrosas.

El programa prosigue después -al comentar noticias sobre la marcha de los procesamientos de Adolfo Scilingo y de Augusto Pinochet- por el recuerdo de las dictaduras chilena y argentina que se iniciaron en la década de los 70 del siglo pasado. Es el momento en el que se anuncia el comentario del director del programa «dedicado a éstas y otras dictaduras». La extensión anunciada queda inmediatamente aclarada por las imágenes. Nos muestran una secuencia en las que aparecen, «bajo la sombra de Tirano Banderas», Pinochet, Videla y Fidel Castro. Tras imponer al espectador esas afinidades imposibles, tras establecer una comunidad tan absurda como la formada por antagonismos y antagonistas políticos tan irreconciliables como el fascismo militar y el socialismo cubano, Téllez cree llegado el momento de realizar su primera descarga emocional. Es el instante de la alevosía. Para asegurar la confianza de los espectadores Téllez nos recuerda, con razón, la «friolera de muertes, las torturas, el secuestro de niños y otros horrores» de las dos dictaduras del Cono Sur, y nos dice, también con toda razón, que «ninguna sería explicable sin el apoyo de los EEUU».

Téllez ha establecido, con extrema vileza y absoluta falta de honradez, esa vinculación entre personajes y sistemas políticos radicalmente enfrentados que le permite una definición indirecta pero global de Cuba. Las palabras que pronuncia después podrían servir para una antología de la hipocresía y de la infamia:

«Aún hoy cuando muchos alzamos la voz para condenar los excesos con que la dictadura castrista está recortando las viejas conquistas de su propia revolución, no sabemos a que carta quedarnos cuando, sin disculpar al déspota del uniforme verde oliva, las mayores vulneraciones de los derechos humanos que hoy por hoy se producen en la isla tienen lugar en Guantánamo donde 600 talibanes siguen esperando que el estado de derecho los ampare. Desde hace tres años se produce allí una constante infamia bajo la bandera de las barras y estrellas que identifica al país que supuestamente es el campeón de las libertades y de la democracia».

Segunda descarga emocional -la del hoy por hoy, tendremos que creer que excepcional, de Guantánamo- tras la que Téllez puede repetir las falsedades y escurrir su obligación de dar explicaciones. Por ejemplo, de cuáles son «los recortes de las viejas conquistas de su propia revolución» que le atribuye a Cuba. ¿Habla Juan José Téllez, tal vez, del énfasis en la igualdad, del notorio empeño de la revolución en la conquista colectiva de los derechos humamos y sociales básicos: la salud, la educación, la cultura, la dignidad colectiva, la propia identidad como pueblo? ¿De qué habla el «honorable» Téllez?

Una anécdota personal

Téllez es un manipulador con guión preestablecido, un farsante de la Libertad bien pagado.

Durante la preparación del programa fui invitado para hablar en el mismo de Cuba. Me enviaron una batería de preguntas de considerable amplitud y de evidente interés. Algunas de ellas eran las siguientes ¿Cuál es la situación económica y política de Cuba actualmente? ¿A qué se debe esta situación? ¿Cómo ve el futuro de Cuba? Me garantizaron mantener con los recortes técnicos necesarios «la integridad del contenido».

Accedí pero con algunas condiciones. Una de ellas fue la no aceptación de un esquema que antagonizase mi opinión con la de algún disidente cubano. La imagen del «conocimiento externo» de un extranjero frente al «conocimiento directo» de un cubano -una de las trampas más habituales en programas como éste- no resultaba admisible para mí. El esquema era además absolutamente innecesario dada la presencia en Andalucía de muchos cubanos que de ninguna manera están organizados ni se dejan organizar como «disidentes». La condición fue asumida pero no respetada. La presidenta de la asociación «Con Cuba en la distancia», un grupo contrarrevolucionario promocionado por el PP actuó de contraste.

En cuanto a la «integridad del contenido» el incumplimiento fue mucho más grave.

Hablé por ejemplo del diseño que para el futuro de Cuba aparece en la ley Helms Burton y en el Informe de la Comisión de Asistencia a una Cuba Libre que ha sido presentado hace pocos meses en Washington. Son documentos públicos de los Estados unidos, fácilmente accesibles, que detallan, sin enmascaramiento ni ambigüedad alguna, con absoluto descaro, el futuro colonial previsto para Cuba. Manifiestan las intenciones, los procedimientos, las enormes rupturas de las leyes internacionales, la presión, la violencia y el chantaje. Atañen directamente al papel de la «disidencia» interna y a la realidad de la «sociedad civil» a la que se refieren constantemente los políticos de Washington.

El interés público de estos datos es fundamental. Sin conocerlos ni divulgarlos no se puede hablar, con rigor ni tampoco con decencia, de la situación política o económica de Cuba. Su importancia real es, sin embargo, inversamente proporcional a la difusión pública que les da Falsimedia.

Inversamente proporcional a la disposición que ha tenido el «honorable» Téllez para que contaminasen su claro, terminante y «progresista», juicio sobre Cuba.