Fue en la madrugada de este jueves que nos enteramos que te habías ido de manera irremediable, y que no ibas a terminar ese libro por el cual te perdimos de vista hace unas semanas porque – eso nos dijiste – ibas a permanecer enclaustrado más allá de mediados del próximo diciembre. Claro, tenías razón, […]
Fue en la madrugada de este jueves que nos enteramos que te habías ido de manera irremediable, y que no ibas a terminar ese libro por el cual te perdimos de vista hace unas semanas porque – eso nos dijiste – ibas a permanecer enclaustrado más allá de mediados del próximo diciembre.
Claro, tenías razón, no fácilmente se conceden becas financiando el ingenio literario y tú, con tres libros por delante, lo último que podrías hacer era renunciar a ello. Además habías estado con nosotros tan hombro a hombro siempre, que entendimos esa ausencia. Tenías tus razones, esas donde el libro, tu Manuela, tu Fernando y tu Melibea estarían oscilando en ti, entre Texas, Nuevo México y Colombia.
Mientras tanto, conscientes de que tu distancia sería temporal y jamás imaginando lo inimaginable, nos entregamos a seguir construyendo aquello en lo cual habías creído desde sus inicios: la posibilidad de sembrar la primavera donde parecía imposible y de aglutinarnos en un movimiento alimentado por tu fuerza y nutrido por la de aquellos que nos sentíamos identificados con esa búsqueda para hacer de Colombia algo distinto y dejara de ser ese escenario que habías denunciado tantas veces, ese escenario de violaciones de derechos humanos, de corrupción, de represión, desigualdad y pobreza.
Comprendías muy bien los exilios, porque vivías el propio. Trashumante silencioso en tus dolores, bullía en tu sangre todo el deseo de contar las verdades silenciadas y de liberar las voces perseguidas, siendo la tuya el motivo de tu nueva geografía. Allá, en ese Nuevo México de Estados Unidos, estabas hacía ocho años, dejando atrás casi cuatro décadas de periodismo en Colombia.
Llegaste allá por las amenazas, porque siempre que se habla con nombres y hechos se corre el riesgo que te tocó asumir al mencionar a los ‘señores de las sombras’ una y otra vez. Mas, contradiciendo a quienes quisieron callarte, retomaste tu pluma sin ambages. Había mucho por decir y lo dijiste. Existían muchos por señalar y los señalaste. Pero también existían muchos y muchas por convocar y les convocaste.
Fue así como llegamos a ti, o mejor, como llegaste a nosotros cuando algunos amigos decidieron buscarte en diciembre del año pasado para que fueras el candidato a la Cámara de Representantes por los colombianos y colombianas en el exterior, a nombre del Polo Democrático Alternativo.
No lo tenías en mente, pero aceptaste porque siendo el único partido de oposición que tenemos hoy y porque la realidad inmigrante necesita ser resuelta, veías una oportunidad para trabajar por muchos y muchas. Entonces te lanzaste a esa arena política de la cual asegurabas no saber nada, pero desde la cual sabías que se podían hacer cosas.
Cuando tu nombre fue propuesto no hubo objeciones: conocíamos tu impecable trayectoria, tu honestidad y tu experiencia del destierro, ese exilio que te negabas a clasificar, pues decías que los colombianos y colombianas afuera (por decisión propia o no) éramos todos exiliados y exiliadas por las muchas razones que sabemos. Eso te dolía pero, sobre todo, te enojaba.
De modo que candidatizarte, hacerte portador de los deseos de miles de inmigrantes, no fue un albur: fue una propuesta de consenso para una vocería unitaria: la tuya. En ella creímos, así perdiéramos como después ocurrió, porque era demasiado esperar que a punta de honestidad y valentía se ocuparan los escaños en Colombia.
Lo mejor de hacerte nuestro candidato, fue el proceso. Siempre insististe en la participación, en la decisión colectiva, en el respeto por la grande y la pequeña opinión. No importaba cuánto nos tomara ajustar los deseos de todos y todas a las decisiones: lo importante para ti era consultar, escuchar y construir en conjunto, escribir y pulir, enmendar y anexar.
Eras nuestra cabeza, pero te negabas a serlo, aunque se te veía sonriente al verte enfrentando, nuevamente, un desafío. Así, contigo como aliado, como frente y como amigo, construimos lo que llamamos el Mamotreto, el ideario del Polo Mosca, diseñado no sólo para fortalecer a un partido al que respetabas, sino también para ser una brújula en las principales necesidades que tiene Colombia. Desde afuera planteabas estar adentro, porque desde afuera la realidad interna de nuestro país se evidenciaba.
Y así, poco a poco, fuiste y fuimos construyendo todo un movimiento. Construimos el Polo Mosca… Sí, Polo por todos nosotros, pero ante todo Mosca, por ti, ‘Señor de las Moscas’. Pero no deseabas ser la única que fastidiaba con su presencia-conciencia. Querías que todos y todas lo fuéramos y dejaste en claro que para ser Mosca… hay que tener espíritu de Mosca y no temer incluso a la soledad, a la crítica y al batallar incesante.
En efecto, nos enseñaste una forma nueva de hacer política, a nosotros que veníamos o de viejas escuelas, o de ser militantes del Polo o sencillamente de ser completos neófitos en el asunto de las luchas colectivas. Nos lo enseñaste y te lo agradecemos ahora porque antes también lo hicimos.
Fueron demasiados los afectos transmitidos y generados en poco tiempo y asombrosa la paulatina y creciente sumatoria de moscasde todos los confines del mundo. Construimos un grupo de camaradería y apertura, de discusión y propuestas, donde la democracia era, y sigue siendo, el sello, y donde el respeto por los demás es una constante.
Y tu te encargaste de trasmitirlo así, tal como te encargaste de hacernos sentir especiales, valiosos, particulares y necesarios. No lo decimos al azar puesto que nos confesabas a cada uno, o a todos – fuera por email o por teléfono – tus prisas cotidianas, tus alegrías por los avances, tus escritos detenidos ante el trabajo colectivo, tus miedos, tu sorpresa de que pudieras ser un inspirador tan fuerte, tus dudas, tu deseo de escuchar nuestra opinión…
Sí Fernando, nos hiciste sentir a cada cual, tu mejor amiga y amigo, tu mejor confidente. Y no era un ardid de candidato. Bien lo sabemos quienes te conocimos desde siempre, pero bien lo confirmamos quienes hasta ahora lo hacíamos. Finalizada la contienda, perdida la batalla, permaneciste intacto en tu afectuoso trato con unas y otros.
Igualmente intacto quedó tu espíritu para seguir haciendo del este movimiento algo que trascendiera cualquier elección porque, lo repetías constantemente, a este país había que darle un cambio.
Cuándo te preguntábamos qué harías si perdías, eras tajante: «Sigue lo que comenzamos a hacer. No hay vuelta atrás. Esa es la virtud del grupo que hizo esta propuesta.»
Y no había, ni habrá vuelta, porque como dijiste: «Vamos a mover el carro de esta nación un milímetro siquiera fuera del molde que nos tienen decretado. ¿Te imaginas? Movemos el carro un milímetro hacia la izquierda. Y comienza a rodar el carro. Y rueda y rueda y rueda y rueda más y sigue rodando. Y pasan los años, y el milímetro se convierte en centímetro y el centímetros en decímetro y el decímetro en metro y el metro en kilómetro y el kilómetro en vida, para que la muerte no pueda más, para que quede derrotada, botada en el camino, desterrada para siempre.»
Bien es cierto que perderte de manera tan definitiva es devastador, tan devastador como lo es compensar tu decisivo, permanente y comprometido trabajo, y tu espíritu capaz de gestar un movimiento político desde el silencio, sin un peso en el bolsillo, tan sólo nutrido alimentado por las múltiples alas de cada cual. Claro, estabas seguro de que muchas personas podrían darle a Colombia un giro pues «son las hormigas y las abejas las que hacen los hormigueros y las colmenas.»
Por todo lo vivido y lo planeado, acá estamos Fernando. Diciéndote que haremos hormigueros y colmenas, que moveremos el carro, que seguiremos con el Polo Mosca, con este proyecto que siendo colectivo, realmente se inspiró en ti y en tus ideas, tu pensamiento compartido. Gracias Fernando, porque lo que hiciste y lo que fuiste, por tus libros y tus artículos, por tu alma puesta acá, por compartir tus ideas, por acercarnos a tus hijas e hijo, por hacer de este espacio un espacio común y convocante. Y sobre todo, por todo lo que queda en el tintero para seguir.
Polo Mosca
Desde el Mundo
Octubre 28, 2010
www.polomosca.com