El primero de mayo próximo le será concedida la beatificación a Karol Józef Wojtyla , Alias Juan Pablo II, paso previo hacia la santificación que le otorgará la iglesia católica. Este proceso de beatificación ha sido verdaderamente relámpago, si se recuerda que antes se necesitaban décadas e incluso siglos para que un miembro del culto […]
El primero de mayo próximo le será concedida la beatificación a Karol Józef Wojtyla , Alias Juan Pablo II, paso previo hacia la santificación que le otorgará la iglesia católica. Este proceso de beatificación ha sido verdaderamente relámpago, si se recuerda que antes se necesitaban décadas e incluso siglos para que un miembro del culto católico fuera declarado Santo o, más difícil todavía, Santa, por aquello del machismo congénito de esta religión.
Resulta sintomático de la farsa espiritual de esta beatificación el «milagro» que se le atribuye a Carol Wojtyla: en el 2005, poco antes de morir, se dice que de manera inmediata e inexplicable curó de mal de Parkinson a la monja francesa Marie Simon-Pierre, luego que ésta le pidiera un remedio para su enfermedad. Es verdaderamente cómico que se aduzca tal «milagro» como muestra de las bondades curativas del nuevo beato, porque resultó sanando a otra persona de la misma enfermedad de la que murió y la que padeció durante muchos años. En otros términos, curaba el parkinson a otra persona, pero no fue capaz de curarse el parkinson a sí mismo. Extraña paradoja que sólo pueden explicar los insondables misterios de los padres de la iglesia católica.
Aparte de esa singular contradicción, la beatificación tiene objetivos no tan sanctos para el Vaticano y la Iglesia Católica, en la actualidad inmersa en un interminable rosario de escándalos por pederastia y violencia contra los niños por parte de curas, obispos y cardenales católicos en los cinco continentes. Al respecto se pueden mencionar varios hechos. En Irlanda, miles de niños pobres, que eran enviados a las escuelas y reformatorios porque sus padres no los podían atender ni educar, fueron objetos de abusos sexuales y torturas física y sicológicas en las instituciones escolares regentadas por sacerdotes católicos, abusos en los que según una comisión que investigó estos crímenes, están involucrados unos 800 sacerdotes. En los Estados Unidos, en el 2010 se dio a conocer una lista de 117 sacerdotes católicos responsables de violación a niños y niñas en varios lugares del país, principalmente en la Arquidiócesis de Boston. En Brasil circula un «manual del cura pedófilo» escrito por el sacerdote Tarcísio Sprícigo, en el que se dan instrucciones de cómo proceder por parte de los «violadores del señor»: seleccionar niños de la calle, pobres y desamparados, nunca de familias ricas, como forma de favorecer la impunidad. El autor de tal best seller católico, que de seguro compite con la Biblia como el libro más leído por los curas pedófilos, señaló que escribió su magna obra inspirado por una especie de revelación divina, convencido que «Dios perdona los pecados, pero la sociedad nunca». El autor de esta macabra guía de la violación de niños es un teólogo muy reputado en Sao Paulo que lleva un diario con sus fechorías sexuales, en donde alguna vez escribió: «Me preparo para salir de caza con la certeza de que tengo a mi alcance a todos los garotos (chicos) que me plazca». Complacido y convencido de lo que hacia anotó en su diario: «Para esto soy seguro y calmo, no me agito, soy un seductor y después de haber aplicado correctamente las reglas, el niño caerá en mis manos y seremos felices para siempre». Esta enumeración sería interminable si señaláramos todos los casos de pederastia de los curas católicos que se han revelado en los últimos años, puesto que el escándalo involucra a las diócesis católicas de Francia, Alemana, España, Italia, Austria, Irlanda, Polonia, Gran Bretaña, Estados Unidos, México, Costa Rica, Puerto Rico, Colombia, Argentina, Chile y en un interminable listado en todo el mundo.
Las altas jerarquías de la Iglesia Católica, desde el Papa, máxima autoridad de la misma, siempre se han hecho los de la vista gorda frente a la pederastia de muchos de sus sacerdotes, aun más la encubren de múltiples maneras, como lo ha hecho el Cardenal colombiano Darío Castrillon. Juan Pablo II fue, entre los últimos papas, el más encubridor de todos, porque nunca realizó nada para propiciar que fueran juzgados los criminales. Los amparó y protegió, procediendo a trasladarlos de parroquia, sin hacer caso de las denuncias que continuamente se hacían sobre la pedofilia de los siervos de Dios.
Incluso, Jua n Pablo II llegó a felicitar a uno de los pedófilos más connotados de las jerarquías católicas, al mexicano Marcial Maciel, fundador de la Legión de Cristo, una congregación católica romana que contó con el irrestricto apoyo del papa polaco. Maciel, un consumado delincuente, era además de abusador sexual, un adicto a las drogas y llegó hasta plagiar libros. En un discurso público dirigido a los legionarios de Cristo, con el fin de conmemorar el 60 aniversario de ordenación de Marcial Maciel, el 30 de noviembre de 2004 Juan Pablo II afirmó: «Mi afectuoso saludo se dirige ante todo al querido padre Maciel, al que de buen grado acompaño con mis más cordiales deseos de un ministerio sacerdotal colmado de los dones del Espíritu Santo (…) Con estos sentimientos y deseos, imparto de corazón al querido padre Maciel y a todos vosotros, aquí presentes, una especial bendición apostólica, que de buen grado extiendo a los miembros de vuestra familia religiosa y a todos aquellos con quienes os encontréis en vuestro apostolado diario». Esta apología a un comprobado cura pedófilo fue hecha personalmente por Juan Pablo II, cuando ya sabía ante quien estaba hablando, porque en 1997 ocho ex miembros de la Legión de Cristo, en una carta abierta dirigida al Vaticano acusaron a Maciel por haber abusado sexualmente de ellos: «Quienes ahora Os escribimos somos varios hombres cristianos, doblemente víctimas en dos claras épocas de nuestra vida: primero durante nuestra adolescencia y juventud y, luego, en nuestra madurez, por parte de un sacerdote y religioso muy allegado a Vos, que repetidamente abusó, antaño, sexualmente y de otras maneras de nosotros, indefensos, lejos de nuestros padres o tutores, en países diversos y lejanos del nuestro»… En pocas palabras, Juan Pablo II estaba al tanto de las denuncias sobre el abusador sexual que dirigía a los Legionarios de Cristo, pero no se dio por enterado, lo aupó y protegió con todo el poder del Vaticano, lo que en la práctica significó encubrimiento y complicidad en los delitos de violación y abuso de menores.
Juan Pablo II es el nuevo beato de la Iglesia Católica, arrogante y autoritario, el mismo que durante su largo papado de 26 años se alió con los sectores más retardatarios del mundo, para destruir proyectos revolucionarios y anticapitalistas. El mismo que persiguió a teólogos de la liberación y respaldo dictaduras criminales, como la de Raoul Cédras en Haití, en la década de 1990. El mismo que canalizó dineros de la CIA de los Estados Unidos hacia los disidentes anticomunistas de Polonia. El mismo que son sus condenas al cristianismo de los pobres auspició ideológicamente el asesinato de Monseñor Romero en El Salvador y el asesinato de seis jesuitas en ese pequeño país en 1989. El mismo que se alió con sectores de la mafia a través del Banco Ambrosiano, con el objetivo de financiar actividades anticomunistas en Polonia y América Central. El mismo que desató una campaña retardataria contra el aborto y la anticoncepción y que llevo al Opus Dei hasta las entrañas del mismo Vaticano. Ese es el mismo que ahora proclaman como beato y pronto como santo. Por su historial, pronto se va a convertir, después del próximo primero de mayo -un día que no ha sido escogido por puro accidente, como la fecha de beatificación de Carol Wojtyla , sino que ha sido escogido para eclipsar la fiesta laica y universal de los trabajadores- en el beato y santo de los pederastas, pedófilos, abusadores y violadores, que en lo sucesivo le pedirán amparo y protección para encubrir sus fechorías y crímenes contra los niños pobres del mundo.
Eso no es de extrañar, porque, al fin y al cabo, e n el santoral católico hay santos para todo. Así, San Antonio de Padua es el Patrono de los mineros y de los panaderos, y su fiesta es el 13 de junio; San Juan Bautista es el Patrono de los de los arquitectos, de los albañiles, de los sastres, de los viticultores y de los músicos y su onomástico es el 24 de junio; San Pedro es el Patrono de los pescadores, de los chapistas, de los ferreteros, de los vidrieros, de los albañiles, de los cerrajeros y de los relojeros y su fiesta es el 29 de junio; San Cristóbal es el Patrono de los automovilistas, de los jardineros, de los aviadores, de los carpinteros, de los estibadores y de los obreros navales y su fecha de consagración es el 10 de julio… y así casi hasta el infinito. Casi, porque faltaba el Santo Patrono de los Pedofilos y Pedarastas que acaba de ser encontrado y este es, nada más ni nada menos, que, por ahora, Beato Juan Pablo II. Su lema puede ser este: «Santo Patrono de pedófilos, pederastas, abusadores y violadores de niños» y su día de celebración es el primero de mayo, el mismo día de la fiesta del trabajo. Así como en Francia la extrema derecha del Frente Nacional conmemora el día de Juana de Arco ese mismo día, y desfila vociferante por las calles de Paris y las ciudades francesas tratando de acallar las voces de los obreros, ahora tenemos que las jerarquías católicas para contrarrestar la movilización de los obreros del mundo les ha contrapuesto el día del pedófilo y del pederasta. Y su Santo Patrono, Juan Pablo II, también tendrá su propia oración, que reza textualmente: Oh Señor que nos diste la oportunidad de disfrutar de la carne fresca de los niños, te rogamos que por vuestro conducto nos permitas continuar con el goce infinito que proporciona el vicio y el placer de violar niños y niñas inocentes -la gracia de comer del verdadero árbol de la vida-, que todo se hará para serviros, pues nunca nos alcanzamos a saciar con el cuerpo y la palabra de Dios, y que siempre seamos protegidos por la potestad del Vaticano. Que así sea. Amén.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.