Con frecuencia se analizan la censura o las dificultades que escritores y artistas pudieron tener en los países comunistas para desarrollar o difundir su obra. Es el asunto que se trató en la película alemana «La vida de los otros«, y recientemente en el caso de la premio Nobel de Literatura Herta Müller. Sobre ella […]
Con frecuencia se analizan la censura o las dificultades que escritores y artistas pudieron tener en los países comunistas para desarrollar o difundir su obra. Es el asunto que se trató en la película alemana «La vida de los otros«, y recientemente en el caso de la premio Nobel de Literatura Herta Müller. Sobre ella se ha recogido hasta la extenuación la información de que el gobierno comunista rumano impidió durante cuatro años la publicación de su primer libro y posteriormente salió a luz con numerosos recortes por la censura. «Durante años estuvo desempleada porque se negó a colaborar con la policía secreta rumana», dijo el diario El Mundo. En el capitalismo mucha gente permanece también sin trabajo, tanto entre los que no quieren colaborar con el capitalismo y su policía como entre los que sí estarían dispuestos. Finalmente los obstáculos para publicar le empujaron a salir del país. Obsérvese que no se trata de encarcelamientos o torturas, sino de dificultades, limitaciones o prohibiciones para la difusión de su trabajo intelectual.
El escritor uruguayo Eduardo Galeano recuerda en su libro «Días y noches de amor y de guerra«, en 1975, una anécdota con el también escritor Juan Rulfo, mexicano fallecido en 1986. Como es sabido, Rulfo fue un autor muy poco prolífico, apenas una novela, «Pedro Páramo«, reconocida como una de las mejores obras de la literatura hispana, y un libro de cuentos, «El llano en llamas«. Galeano cuenta que, en 1974, en Buenos Aires, Rulfo le confiesa que «no tenía tiempo para escribir como quería, por el mucho trabajo que le daba su empleo en la administración pública. Para tener tiempo necesitaba una licencia y una licencia había que pedírsela a los médicos. Y uno no puede, me explicó Rulfo, ir al médico y decirle: ‘Me siento muy triste’, porque por esas cosas no dan licencias los médicos». Rulfo trabajaba en el Instituto Nacional Indigenista de México, el reconocimiento a la calidad de su obra tardó en llegar y, por tanto, la autonomía económica para poder dedicarse a la literatura.
Lo curioso es que, ante esta situación, a ningún periodista o crítico literario se le haya ocurrido afirmar que la vida de Juan Rulfo es un caso evidente de prohibición de su literatura y censura por parte de un capitalismo que ha impedido que hoy podamos disfrutar de muchas más obras de este escritor.
Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.