«Me complace mucho que el feminismo vuelva a ser fuerte»
Formalmente, Judith Butler es profesora de retórica y literatura comparada en la Universidad de California en Berkeley, aunque esos títulos pueden ser engañosos porque no escribe exactamente sobre esos temas. Su nombre suele vincularse, en cambio, a campos mucho más controvertidos. Los interesados en la teoría crítica sabrán de sus aportes a los estudios de género y el feminismo, así como su rol fundacional en la teoría y el movimiento queer (identidad sexual no binaria). Los aún más enterados podrán mencionar su noción de «performatividad de género» y cómo ésta se manifiesta en prácticas paródicas como las drag, aunque no siempre bebiendo de sus libros, de lectura exigente.
Nacida en 1956 en una familia judía, Butler se formó inicialmente como filósofa. Es la autora de un libro de enorme influjo, El género en disputa (1990), en que formulaba una crítica a la idea del «sexo» como algo natural mientras que el género sería socialmente construido, la que se ha planteado en el supuesto del binarismo de género, que margina la homosexualidad (lo llamó «matriz heterosexual»). El género sería una «actuación» obligada por ciertas normas sociales. En Cuerpos que importan (1993) señaló que se entendían por tales aquellos cuya materialización los hace «inteligibles», existiendo un conjunto de cuerpos «abyectos» que no tienen sentido en los esquemas predominantes.
Si bien en un artículo de hace casi 20 años Butler consideró la ética como un escape de la política, los hechos del 11 de septiembre de 2001 generaron en ella una oposición fundamental a las políticas adoptadas por el gobierno de Bush, que reforzaban las distinciones entre vidas humanas que son valoradas, dignas de pena o protección, y aquellas que no lo son. El denominado «giro ético» de Butler ha puesto la «precariedad» de la vida en el centro de la pregunta por lo político, porque implica una conciencia sobre la interdependencia como condición de toda vida. En Cuerpos aliados y lucha política (2015) defiende una ética de la convivencia, recordando que no se trata de simpatía o amor por la humanidad: «Vivimos juntos porque no tenemos opción».
También ha abogado por el reconocimiento del parentesco no basado en el matrimonio y apoyado una variedad de causas políticas, así como participado en debates sobre el discurso de odio, contra las guerras y la detención de prisioneros o el conflicto entre Palestina e Israel. Invitada al país por la U. de Chile, respondió preguntas a Culto por e-mail.
–¿Qué se considera más: una académica o una activista?
-A veces soy una académica sin ser activista, pero a veces soy una activista. También hay un tipo de escritura académica que arroja luz sobre temas políticos sin ser activista. A veces hago eso.
–A casi 30 años de El género en disputa, ¿cuáles son los cambios y las persistencias en la sociedad de los temas que abordó allí?
-Estamos viendo una reacción al tipo de posición que propuse en el movimiento de ideología contra el género, que cree que deberíamos volver a las ideas de la diferencia sexual natural, la familia patriarcal y la desigualdad entre hombres y mujeres. Y, sin embargo, hay movimientos para aumentar la libertad de género que han ayudado a producir derechos y reconocimiento público para las personas trans y travestis, y para todos aquellos que no se ajustan al género. El movimiento hacia una mayor libertad e igualdad se tropieza con un movimiento reaccionario, por lo que es un conflicto activo en la sociedad.
–Una de sus contribuciones es la idea de «performatividad de género». ¿Podría resumirla?
-En mi trabajo inicial, sugerí que lo que a veces llamamos la «esencia interna» de la identidad de género se produce a lo largo del tiempo por las prácticas ordinarias o actuaciones de la vida. Esas representaciones ordinarias del género no son falsas: constituyen nuestro sentido de la realidad social.
–¿Qué opina que el derecho al matrimonio sea tan importante en la agenda política homosexual?
-Hay varias «agendas gay», una es con seguridad el matrimonio gay. Y las personas lesbianas y gays deberían tener los mismos derechos matrimoniales y familiares que las personas heterosexuales, sin duda. Pero hay otros movimientos que son más ampliamente coalicionales: LGBTQI, por ejemplo, es un acrónimo que afirma una alianza amplia, que debería estar, idealmente, vinculada con el feminismo y la lucha por la libertad social y la igualdad social.
–¿Cómo influyó el Holocausto en su pensamiento?
-El genocidio nazi me afectó en mi niñez y siempre ha sido parte de mi pensamiento y mi orientación ética. Los debates sobre la mejor manera de recordar esas pérdidas es uno que resuena en Chile y Argentina, donde los museos de la memoria tienen que establecer el verdadero historial de violencia, pero también el imperativo de defender los derechos humanos contra la tortura y la desaparición y el asesinato político. Hacer esto a través de los períodos de la historia y las fronteras lingüísticas y nacionales es tanto un acto de traducción cultural como un imperativo ético.
–El 11 de septiembre de 2001 ha sido crucial en su distinción entre vidas que importan y las que no.
-Incluso en los debates sobre la conmemoración de los exterminados por el régimen nazi, era importante señalar que los judíos fueron asesinados junto con los comunistas, los romaníes y los discapacitados, por ejemplo. Si recordamos a un grupo a expensas de otro, negamos esas pérdidas. En México, la conmemoración de los 43 de Ayotzinapa, por ejemplo, requiere una revelación completa de lo que les sucedió a esos estudiantes. El duelo público requiere un relato histórico completo cuando se puede tener, pero también es una forma de manifestarse contra la violencia y exigir un mundo sin tanta violencia.
–A los «cuerpos que importan» opone los «abyectos», pero la abyección no se limita al sexo, ¿no?
-Cualquier cuerpo al que se le niegue atención médica, cualquier migrante que es apátrida y que no tenga derecho a ingresar a un país y recibir servicios sociales. La abyección es una estrategia de poder y se dirige a diferentes cuerpos. Nombra una relación de los cuerpos con el poder, pero no nombra lo que realmente son esos cuerpos. Esos cuerpos están vivos y merecen apoyo social y económico.
–Hay una aspiración constante en sus libros a una «vida vivible».
-La vida que no está respaldada por condiciones sociales y económicas, que carece de reconocimiento social y político, puede convertirse en vida precaria, una vida que no puede encontrar su suelo y no conoce su futuro. Esta no es una vida vivible, y un número creciente de personas bajo el capitalismo contemporáneo vive en este sentido de miseria, consideradas como prescindibles o no consideradas como vidas legítimas que merecen apoyo económico y libertad política.
–Alguna vez consideró la ética como un escape de la política. Pero ha tenido un «giro ético»…
-Ahora me interesan las obligaciones que unen a los humanos en todo el mundo y busco reformular nuestra idea de lo humano en términos de sus relaciones de vida con otras criaturas vivientes y con la Tierra. Mi defensa de la no violencia es una posición ética dentro del campo político.
–Ha destacado nuestra dependencia de otros. ¿Es la fuente de nuestras responsabilidades?
-No es solo eso que como individuos dependemos unos de otros. Es más bien que nuestra interdependencia nos define como seres relacionales. No soy nada sin el otro, y el otro depende de mí, de un mundo social, para vivir. Este hecho ilumina tanto nuestra interdependencia social como nuestras obligaciones éticas.
–¿Qué le parece la revitalización de las demandas feministas hoy?
-Me complace mucho que el feminismo vuelva a ser fuerte y que las mujeres se estén reuniendo y tomando las calles. Por supuesto, siempre hay un debate sobre qué forma debe tomar el feminismo. Prefiero las acciones colectivas y los movimientos sociales que se basan en la historia feminista y mantienen fuertes vínculos de coalición con los movimientos de justicia económica y antirracista. En este sentido, «Ni una menos» es un movimiento feminista enormemente poderoso en muchas regiones ahora. #MeToo llama la atención sobre el carácter generalizado del acoso sexual y la discriminación, y eso es importante. Pero me preocupa que esté formulado dentro del marco del individualismo.
Formalmente, Judith Butler es profesora de retórica y literatura comparada en la Universidad de California en Berkeley, aunque esos títulos pueden ser engañosos porque no escribe exactamente sobre esos temas. Su nombre suele vincularse, en cambio, a campos mucho más controvertidos. Los interesados en la teoría crítica sabrán de sus aportes a los estudios de género y el feminismo, así como su rol fundacional en la teoría y el movimiento queer (identidad sexual no binaria). Los aún más enterados podrán mencionar su noción de «performatividad de género» y cómo ésta se manifiesta en prácticas paródicas como las drag, aunque no siempre bebiendo de sus libros, de lectura exigente.
Nacida en 1956 en una familia judía, Butler se formó inicialmente como filósofa. Es la autora de un libro de enorme influjo, El género en disputa (1990), en que formulaba una crítica a la idea del «sexo» como algo natural mientras que el género sería socialmente construido, la que se ha planteado en el supuesto del binarismo de género, que margina la homosexualidad (lo llamó «matriz heterosexual»). El género sería una «actuación» obligada por ciertas normas sociales. En Cuerpos que importan (1993) señaló que se entendían por tales aquellos cuya materialización los hace «inteligibles», existiendo un conjunto de cuerpos «abyectos» que no tienen sentido en los esquemas predominantes.
Si bien en un artículo de hace casi 20 años Butler consideró la ética como un escape de la política, los hechos del 11 de septiembre de 2001 generaron en ella una oposición fundamental a las políticas adoptadas por el gobierno de Bush, que reforzaban las distinciones entre vidas humanas que son valoradas, dignas de pena o protección, y aquellas que no lo son. El denominado «giro ético» de Butler ha puesto la «precariedad» de la vida en el centro de la pregunta por lo político, porque implica una conciencia sobre la interdependencia como condición de toda vida. En Cuerpos aliados y lucha política (2015) defiende una ética de la convivencia, recordando que no se trata de simpatía o amor por la humanidad: «Vivimos juntos porque no tenemos opción».
También ha abogado por el reconocimiento del parentesco no basado en el matrimonio y apoyado una variedad de causas políticas, así como participado en debates sobre el discurso de odio, contra las guerras y la detención de prisioneros o el conflicto entre Palestina e Israel. Invitada al país por la U. de Chile, respondió preguntas a Culto por e-mail.
–¿Qué se considera más: una académica o una activista?
-A veces soy una académica sin ser activista, pero a veces soy una activista. También hay un tipo de escritura académica que arroja luz sobre temas políticos sin ser activista. A veces hago eso.
–A casi 30 años de El género en disputa, ¿cuáles son los cambios y las persistencias en la sociedad de los temas que abordó allí?
-Estamos viendo una reacción al tipo de posición que propuse en el movimiento de ideología contra el género, que cree que deberíamos volver a las ideas de la diferencia sexual natural, la familia patriarcal y la desigualdad entre hombres y mujeres. Y, sin embargo, hay movimientos para aumentar la libertad de género que han ayudado a producir derechos y reconocimiento público para las personas trans y travestis, y para todos aquellos que no se ajustan al género. El movimiento hacia una mayor libertad e igualdad se tropieza con un movimiento reaccionario, por lo que es un conflicto activo en la sociedad.
–Una de sus contribuciones es la idea de «performatividad de género». ¿Podría resumirla?
-En mi trabajo inicial, sugerí que lo que a veces llamamos la «esencia interna» de la identidad de género se produce a lo largo del tiempo por las prácticas ordinarias o actuaciones de la vida. Esas representaciones ordinarias del género no son falsas: constituyen nuestro sentido de la realidad social.
–¿Qué opina que el derecho al matrimonio sea tan importante en la agenda política homosexual?
-Hay varias «agendas gay», una es con seguridad el matrimonio gay. Y las personas lesbianas y gays deberían tener los mismos derechos matrimoniales y familiares que las personas heterosexuales, sin duda. Pero hay otros movimientos que son más ampliamente coalicionales: LGBTQI, por ejemplo, es un acrónimo que afirma una alianza amplia, que debería estar, idealmente, vinculada con el feminismo y la lucha por la libertad social y la igualdad social.
–¿Cómo influyó el Holocausto en su pensamiento?
-El genocidio nazi me afectó en mi niñez y siempre ha sido parte de mi pensamiento y mi orientación ética. Los debates sobre la mejor manera de recordar esas pérdidas es uno que resuena en Chile y Argentina, donde los museos de la memoria tienen que establecer el verdadero historial de violencia, pero también el imperativo de defender los derechos humanos contra la tortura y la desaparición y el asesinato político. Hacer esto a través de los períodos de la historia y las fronteras lingüísticas y nacionales es tanto un acto de traducción cultural como un imperativo ético.
–El 11 de septiembre de 2001 ha sido crucial en su distinción entre vidas que importan y las que no.
-Incluso en los debates sobre la conmemoración de los exterminados por el régimen nazi, era importante señalar que los judíos fueron asesinados junto con los comunistas, los romaníes y los discapacitados, por ejemplo. Si recordamos a un grupo a expensas de otro, negamos esas pérdidas. En México, la conmemoración de los 43 de Ayotzinapa, por ejemplo, requiere una revelación completa de lo que les sucedió a esos estudiantes. El duelo público requiere un relato histórico completo cuando se puede tener, pero también es una forma de manifestarse contra la violencia y exigir un mundo sin tanta violencia.
–A los «cuerpos que importan» opone los «abyectos», pero la abyección no se limita al sexo, ¿no?
-Cualquier cuerpo al que se le niegue atención médica, cualquier migrante que es apátrida y que no tenga derecho a ingresar a un país y recibir servicios sociales. La abyección es una estrategia de poder y se dirige a diferentes cuerpos. Nombra una relación de los cuerpos con el poder, pero no nombra lo que realmente son esos cuerpos. Esos cuerpos están vivos y merecen apoyo social y económico.
–Hay una aspiración constante en sus libros a una «vida vivible».
-La vida que no está respaldada por condiciones sociales y económicas, que carece de reconocimiento social y político, puede convertirse en vida precaria, una vida que no puede encontrar su suelo y no conoce su futuro. Esta no es una vida vivible, y un número creciente de personas bajo el capitalismo contemporáneo vive en este sentido de miseria, consideradas como prescindibles o no consideradas como vidas legítimas que merecen apoyo económico y libertad política.
–Alguna vez consideró la ética como un escape de la política. Pero ha tenido un «giro ético»…
-Ahora me interesan las obligaciones que unen a los humanos en todo el mundo y busco reformular nuestra idea de lo humano en términos de sus relaciones de vida con otras criaturas vivientes y con la Tierra. Mi defensa de la no violencia es una posición ética dentro del campo político.
–Ha destacado nuestra dependencia de otros. ¿Es la fuente de nuestras responsabilidades?
-No es solo eso que como individuos dependemos unos de otros. Es más bien que nuestra interdependencia nos define como seres relacionales. No soy nada sin el otro, y el otro depende de mí, de un mundo social, para vivir. Este hecho ilumina tanto nuestra interdependencia social como nuestras obligaciones éticas.
–¿Qué le parece la revitalización de las demandas feministas hoy?
-Me complace mucho que el feminismo vuelva a ser fuerte y que las mujeres se estén reuniendo y tomando las calles. Por supuesto, siempre hay un debate sobre qué forma debe tomar el feminismo. Prefiero las acciones colectivas y los movimientos sociales que se basan en la historia feminista y mantienen fuertes vínculos de coalición con los movimientos de justicia económica y antirracista. En este sentido, «Ni una menos» es un movimiento feminista enormemente poderoso en muchas regiones ahora. #MeToo llama la atención sobre el carácter generalizado del acoso sexual y la discriminación, y eso es importante. Pero me preocupa que esté formulado dentro del marco del individualismo.
Fuente: http://culto.latercera.com/2019/04/05/judith-butler-feminismo-fuerte/