El pensamiento revolucionario de Nuestra América tiene en la obra de José Martí un referente indiscutible al que es preciso retornar continuamente para encontrar luz en los tiempos de ostracismo, en los que las fuerzas conservadoras y de derecha avanzan diluyendo la claridad interpretativa de la clase obrera y los sectores populares, pues Martí es la guía recurrente que trasluce con su claridad las sombras oscuras que impregna en la sociedad el oscurantismo característico de la alienación capitalista.
La influencia del pensamiento martiano ha forjado a generaciones que hoy buscan la construcción de ese ideal que tan urgentemente José Martí nombrara, la unidad latinoamericana y caribeña y el reconocimiento de las identidades que dan sentido a nuestros pueblos, es un inacabado proyecto humano cuya permanencia ha visto surgir a indiscutibles emblemas de la continuidad revolucionaria, entre ellas Julio Antonio Mella, cubano comunista y antiimperialista, quien luchó por la libertad de Cuba y la construcción del socialismo en América, y también legó una importante obra intelectual en la que delineó su interpretación de las tareas revolucionarias de su tiempo, destacándose la elaboración de un libro que analizara el pensamiento de Martí y aportara al movimiento comunista preceptos para las transformaciones sociales.
En 1926, año en que se exilia en México, Mella escribió un ensayo intitulado “Glosas al pensamiento de José Martí. Un libro que debe escribirse” (Editorial El Machete, 2024), en el que plasma una serie de ideas partiendo de la necesidad para el movimiento revolucionario internacional de encontrar en Martí señales interpretativas de la coyuntura de la época, en la que el imperialismo estadounidense ya había develado su rostro, siendo Cuba en ese tiempo una nación oprimida por el yugo imperial, por lo que Mella retornó a Martí como una guía para la liberación nacional sin caer en reduccionismos nacionalistas ni oportunismos reformistas que tanto han dañado el avance progresivo de las sociedades.
En el ensayo Mella inicia exponiendo las razones por las que considera necesario la elaboración de una obra que analice el pensamiento martiano, reconociendo el tamaño de la empresa intelectual que eso significaría, y en un tipo de confesión advierte que: “tengo temores de no hacer lo que la memoria del Apóstol y la necesidad imponen”. Aunque es más una autocrítica y a la vez un agudo comentario sobre la producción intelectual y académica de esa época sobre Martí que, entre otras cosas, mostraba un cierto oportunismo y reduccionismo de su carácter revolucionario, pues Mella señala: “Es imprescindible que una voz de la nueva generación, libre de prejuicios y compenetrada con la clase revolucionaria de hoy, escriba ese libro. Es necesario dar un alto, y, si no quieren obedecer, un bofetón a tanto canalla, tanto mercachifle, tanto patriota, tanto adulón, tanto hipócrita… que escribe o habla sobre José Martí”.
Mella traza una ruta que considera ideal para la realización de la obra señalada, y en un primer momento establece una distinción clara sobre las formas de aproximación al ideario martiano, siendo las dos primeras que menciona representantes de esos sectores a los cuales cuestiona por su oportunismo y vanidad, ya que responden al conservadurismo que hace de Martí letra pasada y anécdota intelectualoide, por lo que plantea una tercera ruta que consiste en Martí y la Revolución tomados como ejemplo, ya que no busca la repetición mecánica de hechos, sino la luz del pensamiento que ayudó a comprender los procesos sin mecanicismos ortodoxos. Mella expone que: “El estudio debe terminar con un análisis de los principios generales revolucionarios de Martí, a la luz de los hechos de hoy”. Esta frase muestra la interpretación del ideario martiano como una filosofía de la praxis, que no debe ser repetición, sino “creación heroica”.
El ensayo igual revela cómo Mella entiende el internacionalismo, ya que es bien conocido que fue Martí quien avizoró y advirtió en la sombra del águila un yugo opresor, siendo un riesgo para Nuestra América y cómo la historia ha demostrado para el mundo en general. El comunista cubano reconoce que el prócer entiende que “internacionalismo, significa, en primer término, liberación nacional del yugo extranjero imperialista y, conjuntamente, solidaridad, unión estrecha con los oprimidos de las demás naciones”. Ya que, ante las miradas reduccionistas o reformistas, la propuesta de cambio revolucionario se extiende más allá de las fronteras difusas y se entrelaza en las necesidades compartidas por los pueblos avasallados.
Y es ahí, en esa necesaria unidad entre oprimidos, donde la concepción y el contacto con la clase obrera que desarrolló y vivió Martí resalta al delinear el proyecto de emancipación que defendería y que hoy marca parte de la realidad cubana, y sobre ello Mella señala que Martí “comprendió las grandes fuerzas revolucionarias y constructivas que el proletariado tiene en sí”. La mirada comunista de Mella advierte con sabiduría la distinción de tiempos y contextos, encontrando puntos símiles para la libertad de los proletarios, pues Martí y Mella actuaron y pensaron por la emancipación de los oprimidos del mundo.
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