Que Chile es un país corrupto, qué duda cabe; lo que ocurre es que nuestros políticos y empresarios son Fariseos consumados: sepulcros blanqueados – blancos por fuera y podridos por dentro -. Julio Ponce Lerú es uno de los casos abuso más flagrante de este país donde abundan y se mantienen, impunemente, los ladrones de […]
Que Chile es un país corrupto, qué duda cabe; lo que ocurre es que nuestros políticos y empresarios son Fariseos consumados: sepulcros blanqueados – blancos por fuera y podridos por dentro -. Julio Ponce Lerú es uno de los casos abuso más flagrante de este país donde abundan y se mantienen, impunemente, los ladrones de cuello y corbata. El yerno de Augusto Pinochet, casado con Jacqueline, la hija predilecta del tirano, tuvo la habilidad – a la chilena – de nunca contradecir a su suegro, lo cual le valió el paulatino ascenso desde un simple funcionario de ingeniero forestal hasta alcanzar los más altos cargos en las empresas del Estado. Poco antes de dejar el gobierno, el dictador Pinochet privatizó, vendiendo a vil precio las empresas del Estado y, entre esa banda de aprovechadores y oportunistas se encontraba Ponce Lerú quien, desde luego, tenía prioridad para adjudicarse, en este caso, Soquimich.
Aunque muchas de estas privatizaciones constituían el delito de fraude al fisco, pues fueron compradas a precio de huevo la Concertación, acobardada – aún por el peso de las armas y del poderío militar – no llevó a cabo ninguna acción judicial contra aquellos que se aprovecharon del poder absoluto para enriquecerse ilícitamente. Si bien es cierto que hubo una investigación en los inicios del gobierno de Patricio Aylwin, en que se «descubrieron algunos casos dudosos» – según los términos que solían usarse en la época – que pasaron a la inoperante comisión investigadora de la cámara de diputados, sin ninguna conclusión que avalara una acción judicial. Nuevamente, la Concertación prefirió no tocar la herencia económica del dictador, y así, los ricos de Pinochet quedaron en la más completa impunidad.
Las Superintendencias, en general, son instituciones inútiles e inoperantes cuando se trata de fiscalizar y, en la mayoría de los casos, sus directores ocupan cargos de gerencia en las empresas que deberían haber sido fiscalizadas por estos personajes. Chile, en muchos casos, está gobernado por una casta corrupta que juega a «las sillas musicales» – nunca vamos a aclarar quién asaltó mejor al Estado, si la Concertación o la Alianza -.
Durante el gobierno de Frei Ruiz-Tagle, su hermana, la senadora Carmen Frei, denunció que Ponce Lerú trataba a sus empleados como a perros; ante esta situación, el Presidente intentó intervenir, pero Ponce Lerú – igual que su predecesor Thomas North – se pasaba por el aro a los Presidentes de la república.
Actualmente, la suerte del «yernísimo» le ha sido adversa: se rompió el Cartel del potasio con Rusia – que ha significado una pérdida de millones de dólares a una de sus empresas, la SQM, (Sociedad Química de Minerales) – pues el precio de las acciones de potasio bajó, en un solo día, un 17%; a su vez, las empresas cascada, del mismo dueño, tienen una enorme deuda con tenedores de Bonos, que les ha significado una baja de calificación en la Agencia FICH. Debemos recordar que en el capitalismo financiero estas Agencias detentan el poder total – la democracia y el sufragio universal son una simple divertimento -.
Las sociedades cascada está compuesta por un conjunto de empresas subordinadas, todas comandadas por Ponce Lerú, personaje que pocas veces se ve en los círculos sociales empresariales, pero que, desde las sombras, conduce un enorme imperio económico.
La Superintendencia de valores y seguros denunció, al menos, cinco contravenciones a las leyes del Mercado de Valores, dos de ellas constituyen delito, cuya pena máxima sería de años de prisión efectiva; a su vez, un accionista minoritario, se querelló, ante el juzgado de Las Condes, por el delito de una falsa transacción bursátil y fraude; igualmente, algunas AFPs., preparan sendas acusaciones judiciales – en este sería, nuevamente, una estafa a los «siervos de la gleba» los ciudadanos, obligados a cotizar en este ruleta rusa, en que el revólver tiene seis balas buenas, por consiguiente, es seguro que te roban.
Ponce Lerú tuvo la habilidad, una vez muerto su yerno ladrón, de relacionarse muy bien con personalidades políticas, tanto de la Concertación, como de la Alianza, entre ellos, un ex diputado de la UDI y un ex miembro de la Comisión para la Transparencia, entre otros. Sus empresas subordinadas están dirigidas por personas de su círculo de hierro, tales como Patricio Contesse González, su hijo, Patricio y Aldo Motta – el primero, ingeniero forestal y compañero de universidad -.
Ponce lerú se compro a los corruptos de la antigua y nueva plutocracia sin distingos entre Socialistas, demócratas cristianos, Udi o PPD con boletas ideológicamente falsas, convirtiendo al parlamento en una cueva de ladrones
Rafael Luis GUMUCIO el viejo
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