Esto es muerte o vida, y no cabe errar . J.M. En Colombia nos encontramos inmersos en un momento electrizante del devenir político. La luz de la consciencia se enfrenta al velo del poder, del dinero, de la mentira y de la intimidación. Sobre la honestidad en el proceder y la […]
Esto es muerte o vida,
y no cabe errar .
J.M.
En Colombia nos encontramos inmersos en un momento electrizante del devenir político. La luz de la consciencia se enfrenta al velo del poder, del dinero, de la mentira y de la intimidación.
Sobre la honestidad en el proceder y la prioridad del deber sobre la ambición de honores o bienes materiales. Sobre la memoria de la pureza que ha habitado y habita en nuestro territorio. Sobre el entusiasmo que suscita un tejido cordial de hombres y mujeres consagrados a remediar de raíz los más graves males de nuestra nación, y poner a nuestro pueblo en la ruta estable que permita curar los destrozos sufridos para perfeccionar sus múltiples virtudes, se acomete la tarea colosal, urgente e imprescindible, de orear una nueva era política en Colombia: La de la unidad ética.
José Martí nos recordó que cuando la maldad reina entre los hombres, la virtud tiene siempre hogares encendidos. En nuestro territorio podemos apreciar con claridad, que alienta, que junto a la maquinaria corroida por la ambicion y la codicia , ha emergido también un tejido virtuoso de mujeres y hombres que en las proezas de la vida cotidiana laboran, estudian y comunican con su ejemplo otro porvenir posible para nuestra tierra. No se trata de individuos, porque ninguna individualidad, por genial y consagrada que fuese, podría remediar tantos daños. Se trata de un tejido ejemplar que ha venido germinando en diferentes intersticios de la vida cotidiana , como reacción ante tanta afrenta a la vida y a la dignidad. Con fulgurante elocuencia lo cristalizó Martí en la palabra, cuando señaló: » Nada es un hombre en sí, y lo que es, lo pone en él su pueblo. En vano concede la Naturaleza a algunos de sus hijos cualidades privilegiadas; porque serán polvo y azote si no se hacen carne de su pueblo, mientras que si van con él, y le sirven de brazo y de voz, por él se verán encumbrados, como las flores que lleva en su cima la montaña».
El próximo 30 de mayo, si se impone la conciencia serena y meditada sobre el largo itinerario de labor honesta y conjunta, exigido por los sostenidos y profundos destrozos causados en el tejido social, en la naturaleza y en nuestros universos interiores; si los cálculos estratégicos ceden su lugar ante los principios comunes; si en lugar de doctrinas que nos ciegan y nos enfrentan optamos por la mirada comprensiva de nuestros males y sus raíces, y por la imaginación original, creadora y flexible sobre las fórmulas sanadoras; y si el sentido del deber, alentado por la no-indiferencia ante el sufrimiento inenarrable de nuestro pueblo, prevalece sobre las ambiciones individuales podría acontecer lo improbable: Una victoria política del tejido ético reunido en el clamor de un cambio en el rumbo autodestructivo, que nos desangra y nos degrada desde hace tiempo.
De ara se ha de tomar la patria, y no de pedestal. J.M.
Es claro que no será suficiente el cambio político si el triunfo no se acompaña de un nuevo sentido ético compartido, que impregne el conjunto de medidas urgentes e imprescindibles para remediar los males enquistados, dando absoluta prelación en la tarea restaurativa, por supuesto, a quienes más han sufrido la dinámica de horror, odio, intolerancia y devastación, que hoy ha cobrado fuerza inercial propia.
La magnitud descomunal de la tarea exigirá el espíritu democrático genuino, insuflando permanentemente la participación de todas y todos en la resolución creadora de los multiples problemas enconados por no haber sido afrontados con la claridad y la firmeza requeridas; la ejemplaridad de la coordinación será una condición indispensable para que todos y todas pongamos lo que nos corresponde, y un poco más. Ninguna ambición de sector, interés, o agrupación, debería afectar la confianza y la fe requeridas, para sostener la energía del amplio movimiento transformador.
Será necesario desactivar el odio y sus surtidores, la dinámica confrontativa y las maquinarias bélicas, y alentar, en cambio, las que Martí llamó las columnas del amor sin tregua: Los nuevos ejércitos de la reconstrucción fraterna del delicado y brutalmente golpeado tejido social, natural y de los frágiles universos interiores. Una colosal tarea de disipar los usos criminales o abusivos de la fuerza y, reanimar el sentido de soberanía, de honor y el decoro , será indispensable.
Urgen los tiempos, todo a la vez. J.M.
Un complejo proceso de promoción de una memoria esclarecedora desligada del rencor, que nos permita asumir la tarea conjunta de desvanecer lo más pronto que podamos las condiciones que producen las entidades y los actos monstruosos, tendría que ser una labor primordial.
Será necesario erosionar las grandes ciudades y alentar las redes de pueblos. Estimular el retorno a la tierra, valorar lo genuinamente valioso: La tierra, la vida, las semillas, los alimentos, la labor bien hecha, la tranquilidad en los hogares, la paz en las conciencias y en la comunidades, el respeto sincero a las miradas diferentes, el perfeccionamiento de las aptitudes y, desmontar el aprecio por todo lo que, bien mirado, nos degrada y nos enfrenta.
Un deber con los jóvenes, impostergable ni por un instante, tendrá que ser la construcción inmediata de espacios de creación en los que puedan revelar y afinar sus múltiples talentos, en especial aquellos que más pueden aportar en la vasta tarea de sanación conjunta; de ningún modo el condicionamiento económico, como acontece en estos tiempos, deberá ser un obstáculo insalvable para calmar su sed de aprendizaje y alentar su potencia creadora.
Será ineludible desarticular los laberintos de la delincuencia y la prostitución como vías de supuesto escape de la miseria, a que se condena a enormes franjas de la juventud; disipar los sumideros del alcoholismo y la drogadicción que se sostienen en políticas hipócritas, prohibicionistas y de falso moralismo, que sólo mantienen la ignorancia y la corrupción que sustenta el fatídico negocio y las adicciones.
Crear una nueva atmosfera en la que las niñas y los niños estén protegidos de agresiones y atentados, de entornos violentos y opresivos que desde temprana edad enmudecen sus potencias creativas y vitales, será una tarea primordial. Cultivadores de alimentos y plantas medicinales, sembradores de conciencia y gestores de las múltiples manifestaciones de la cultura que enseñan, con amor – que es la única forma de educar- todas las responsabilidades y privaciones que exige la libertad auténtica, serán necesarios por millares.
La doctrina que ha sostenido el exterminio sistemático de la diferencia tendrá que ser erradicada de raíz, y la doctrina que pregona la confrontación irresoluble de las clases y la conquista del poder como objetivo supremo , tendrá que ser revisada a la luz de las ideas de unidad en la tarea de recuperar el cuidado conjunto de la casa común, el afecto sabio a la tierra y a la comunidad en que habitamos, que es legado milenario de nuestros pueblos nativos.
En Colombia sobra la tierra para sanar, cuidar y cultivar, también sobran las manos trabajadoras, hoy desterradas y mendicantes, que anhelan laborar en la tierra. Ya sabemos que no es suficiente estatizar las propiedades para que se convierta en un bien de servicio público. Enormes extensiones de tierra han de ser sustraídas, como franjas del Estado, del control mafioso. Las finanzas no podrán continuar bajo el dominio especulativo que mueve el dinero, en función de que retorna más en menos tiempo, sin que importe nada más; la industria y el comercio deberán contar con condiciones que permitan no vivir en la zozobra y evolucionar en la incorporación de de la dimensión ecologica y el servicio al entorno social en que funcionan.
En Estados Unidos y en Europa se asiste hoy a la crisis insalvable que se genera a partir de unas reglas de juego que parten de una interpretación errónea de los fines de la existencia, que reduce las finalidades de la misma a la acumulación egoísta y sin límites de dinero, al consumo insaciable y demencial. El acento en la educación y la cultura compartidas en mil formas, podrán revivir una dimensión invaluable de nuestra raíz nativa, que si bien es cierto ha sido lastimada brutalmente, no ha muerto y latente palpita: el sentido frugal de la existencia, la verdad sencilla y profunda que dice: Pertenecemos a la tierra, ella no nos pertenece; esta raíz nativa está unida a la recuperación de la dignidad y el valor de los oficios, a la alegría en el cumplimiento de las responsabilidades con nosotros mismos y con la comunidad.
La magnitud y los alcances aún ignorados del cambio climático, el desierto espiritual en el que brotan las angustias, los miedos, la indolencia y la ferocidad frente a sí mismo y con los otros, y el horizonte de confrontaciones sin precedentes trazado por la cultura del dominio patriarcal, han hecho aflorar la claridad creciente sobre la necesidad de espiritualidades vivas ; en el mundo germina la conciencia de que sin una renovación espiritual, una revolución ética y ecológica que descontamine también la comunicación, y en ella la política, se pondrá en riesgo, más pronto que tarde, la continuidad de la aventura de la vida humana y de las otras expresiones de la vida, con las que compartimos la casa tierra.
A millones de colombianas y colombianos, laboriosos y poseedores de los talentos que tanta responsabilidad generan, que han tenido que abandonar su patria y que hoy asisten con grandes dificultades e inquietud creciente a una crisis económica que enardece los discursos, las actitudes y las medidas xenófobas, será necesario ofrecerles, si lo anhelan, un suelo en el que puedan aportar sus oficios y saberes, una tierra en la que puedan ver crecer a sus hijos sin la zozobra de la segregación ó el miedo a la expulsión, que hoy crece con el mismo ritmo vertiginoso con el que se agota el empleo remunerado en los llamados países desarrollados.
La cadena horrenda que ha ligado la comisión de actos monstruosos hasta el punto de acorazarnos en la indiferencia, los engaños y las traiciones repetidas que han destrozado la confianza y han imbuido un sentido fatalista sobre nuestro devenir, haciéndonos considerar que todo esfuerzo es vano, que no hay remedio, que estamos condenados a habitar en condiciones infernales, todas estas ideas y males enquistados tendrán que ser reemplazados por la divisa martiana que dice : Contra el dogma del eterno mal, el eterno trabajo por el bien.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.