El llamado, en boca de todo el gallinero hoy en día, a una Asamblea Constituyente debe ser tomado de manera crítica, entendiendo que, justamente por su amplitud y vaguedad, puede revestir distintos intereses y objetivos dependiendo de qué sectores venga y a qué sectores se dirija. En primera instancia, dejamos en claro que rechazamos tajantemente […]
El llamado, en boca de todo el gallinero hoy en día, a una Asamblea Constituyente debe ser tomado de manera crítica, entendiendo que, justamente por su amplitud y vaguedad, puede revestir distintos intereses y objetivos dependiendo de qué sectores venga y a qué sectores se dirija.
En primera instancia, dejamos en claro que rechazamos tajantemente la manipulación que ha hecho la Nueva Mayoría y sus satélites de este concepto. Principalmente, por el hecho fundamental de que para ellxs, en plena sintonía con la tradición oligárquica de la clase política chilena, el poder constituyente de una sociedad reside única y exclusivamente en el parlamento, el cual estaría llamado a interpretar y formular la voluntad de los pueblos que conforman Chile, incapaces éstos de pensar, articular y crear por si solos. Este principio implica la mantención de una democracia representativa, dirigenciada y supervisada por una clase económica y políticamente dominante, en función de sus programas e intereses. Es decir, implica la contención del marco y la forma de la democracia neoliberal legada de la dictadura, en donde la posibilidad de soberanía de los pueblos es reducida a sufragar en función de la oferta pactada que ofrece la oligarquía y a trabajar por la realización, por la reproducción y por la defensa de sus dictámenes. Esta idea se capitaliza inapelablemente en el hecho de que la Nueva Mayoría y su candidata presidencial, no hablen jamás de proceso constituyente, sino, en su lugar, de un paquete de reformas constitucionales definidas en el marco restringido de una comisión de expertos y tecnócratas, en su avasallante mayoría, neoliberales. En este caso, los humos de Asamblea Constituyente no se proponen sino como persiana con el fin de catalizar las voluntades y los sectores de la sociedad en conflicto con el orden jurídico, político y económico imperante. No es otra cosa, que revestir la casa, darle un aire de novedad.
Dicho esto, también es necesario dejar de lado la ingenuidad con respecto a la creencia ampliamente extendida de que una Asamblea Constituyente supondrá el acto de gracia por el cual todxs lxs habitantes del territorio llamado Chile, decidirán un futuro esplendor en un contexto de plena libertad.
Primeramente, las experiencias de la Revolución Francesa, de la Revolución Rusa y de la frustrada Revolución Alemana, hand emostrado que una Asamblea Constituyente ha sido a menudo la ocasión a partir de la cual las experiencias de autogestión y de federación de los sectores sociales en lucha, es decir, de poder popular, han sido cooptadas y llevadas a su término, mediante la ascensión de una nueva fuerza política, minoritaria, centralista y autoritaria, en donde los intereses de emancipación de los pueblos son finalmente traicionados. De pronto, todo el poder constituyente arduamente trabajado y defendido por éstos, es recuperado como base electoral, y engatusado con el horizonte infinitamente diferido de la promesa de la verdadera revolución.
A este respecto, los casos del llamado socialismo del siglo XXI experimentados en Venezuela, Bolivia y Ecuador nos dejan un claro recado. En la lógica del socialismo a dos o más etapas, la primera de ellas, la de la ascensión al poder de un gobierno popular bajo la promesa de terminar de realizar la tarea revolucionaria, tiende a eternizarse y a entramparse una vez más con los tentáculos de la burocracia, del asistencialismo y la represión de las emergentes prácticas de autogestión y soberanía. En el fondo, los procesos constituyentes levantados y sostenidos en manos de lxs trabajadorxs, pobladorxs, estudiantes y los demases sectores de la sociedad movilizados, se ven enfrentados al límite estructural de toda democracia amparada en un aparato estatal. La prolongación de una clase de políticxs profesionales separadxs de la sociedad, la centralización de las decisiones y la utilización de todas las ramas que la máquina estatal proveepara su aplicación e imposición, son algunas de sus consecuencias.
Por esto, entendemos que el llamado a una Asamblea Constituyente comporta en si una fundamental contradicción, que a lo largo de la historia de luchas sociales y de construcción del socialismo, se ha presentado de forma altamente compleja. Esta es, la contradicción entre la «forma Estado» y el «poder popular». La contradicción de que un proceso histórico de creación de poder popular, en el sentido de una autogestión económica y política, de una descentralización de soberanías, de autogobierno y federación solidaria de luchas en miras a la construcción del socialismo, deba capitalizarse bajo la forma Estado, en un aparato de dominación de una mayoría por una minoría, de centralización y mantención a punta de leyes y fuego del poder. En el «mejor» de los casos, esta contradicción se ha «resuelto» en términos de la creación de un marco gubernamental burgués, que logra consenso bajo la aplicación de una ideología asistencialista y una democracia indirecta o representativa, es decir, vigilada.
En este sentido, sostenemos que la consigna «Asamblea Constituyente» solo puede ser mantenida como bandera de lucha bajo el prisma de un «Proceso constituyente», en dónde; (1) la Asamblea constituyente designa una táctica de articulacion entre los distintos sectores de la izquierda anticapitalista con el objeto decrear un frente amplio y popular, (2) como medio de autoeducación y ejercicio de la autogestión y del poder constituyente de los pueblos, y no como un fin en sí mismo, comprendiendo las contraproducencias de generar un nuevo marco de contrato social en el contexto de la forma Estado, de la democracia burguesa y el sistema capitalista, (3)como una etapa de reconfiguración de las condiciones estructurales de la sociedad, con el objetivo de propiciar mejores condiciones materiales y subjetivas para la continuación del proceso revolucionario. Ejercicio de empoderamiento, táctica de acumulación de fuerzas sociales y derrocamiento inmediato del marco jurídico-político-económico legado por la dictadura, son los tres ejes desde donde, según nuestro pensar, puede y debe ser apoyado el llamado a una Asamblea Constituyente, no a secas, sino social y de los pueblos.
Entendiendo que las condiciones sociales objetivas impuestas por la Constitución del 80 implican un retroceso sin precedentes en relación a las conquistas avanzadas dentro del marco de la democracia burguesa por las luchas históricas de los pueblos de Chile, el llamado a una Asamblea Constituyente social y de los pueblos implica una tarea importante a cumplir en el programa amplio de una construcción del socialismo. Nuestros pueblos fueron profundamente golpeados y traumatizados con la destrucción de este proceso, a través de la instauración del terror, la persecución y el genocidio de Estado impuesto por la dictadura cívico-militar. Por esto, es que una de nuestras principales tareas como pueblos sea recuperar la confianza en nosotrxs mismxs, en lxs compañerxs de lucha y en lxs que aún no forman parte de ella, en su capacidad de organizarse, de crear y de sobreponerse a las condiciones injustas y miserables que nos impone una minoría, de devolvernos y reencontrarnos a nosotrxs como sujetos históricos capaces de tomar el destino en nuestras manos.
En fin, apoyamos una Asamblea Constituyente exclusivamente en el sentido de un «Proceso Constituyente», situación que impone como tarea develar cualquier mistificación en torno al carácter decisivo de ésta y cualquier renunciamiento a su índole social y popular, haciendo hincapié en su funcionalidad táctica, en cuanto proceso de empoderamiento, de reencuentro, creación y acumulación de fuerzas sociales y de derrocamiento del legado dictatorial. En el contexto actual chileno e internacional, consideramos que es inviable un proceso revolucionario de construcción de una sociedad sin explotacion y por el buenvivir, sin una lucha desplegada principalmente en tres direcciones, «en» el Estado, «sin» el Estado y «contra» el Estado, tal como viene germinando en algunos territorios. Disputar la hegemonía política en el marco constitucional en donde actualmente se sigue decidiendo en desmedro de todxs nosotrxs los negocios de unos pocos; crear y fortalecer no solo en el discurso ni en la negación, sino en la práctica, experiencias de autogestión y de solidaridad al margen del sistema de relaciones productivas y sociales impuestas por el capitalismo; y llevar a cabo también la disputa y la defensa directa de tierras, condiciones y derechos que día a día la patronal organizada intenta de expropiar. Bajo esta comprensión, es que un Proceso constituyente bajo el nombre de Asamblea Constituyente social y de los pueblos puede ser un avance significativo, mas no decisivo ni definitivo para la vía de los pueblos al socialismo y el buen vivir.
Octubre 2013, Paris.
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