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La aviación de los pobres

Fuentes: La Estrella Digital

Al repasar la historia de las guerras, se advierte que muchas de ellas se han caracterizado por haber puesto de moda, por así decir, nuevas armas, tácticas o procedimientos de combate. No hay lugar aquí para hacer un examen detallado de esta afirmación, pero se puede recordar cómo la adopción del estribo -utilizado siglos antes […]

Al repasar la historia de las guerras, se advierte que muchas de ellas se han caracterizado por haber puesto de moda, por así decir, nuevas armas, tácticas o procedimientos de combate. No hay lugar aquí para hacer un examen detallado de esta afirmación, pero se puede recordar cómo la adopción del estribo -utilizado siglos antes por los pueblos nómadas de las estepas asiáticas-, que llegó a los ejércitos europeos a principios del siglo VIII, multiplicó letalmente la eficacia de la caballería medieval, convirtiéndola en la reina de las batallas hasta que nuevos avances de la tecnología cambiaron sustancialmente su papel y sus armas, eliminando el caballo de los campos de batalla tras siglos de haber mostrado en ellos su hegemonía.

Del mismo modo, el lector recordará que la Primera Guerra Mundial se caracterizó por el combate desde líneas de trincheras enfrentadas y por los ataques frontales de la infantería apoyada por intenso fuego artillero. Por su parte, la Segunda Guerra Mundial conoció el empleo profuso de los medios acorazados en combinación con la aviación táctica de ataque a tierra. Hubo otras transformaciones -guerra submarina, bombardeo estratégico de ciudades y fábricas- que se produjeron gradualmente, pues los cambios nunca suelen tener lugar de modo brusco sino paulatino, a medida que se prueban las nuevas ideas y se dispone de los instrumentos para llevarlas a la práctica.

Es también conocido el hecho de que la guerra de Vietnam supuso el «doctorado» militar para los helicópteros como medios de ataque y de transporte. La carga de caballería aérea contra un poblado vietnamita, que es una de las más recordadas escenas del filme Apocalypse Now, se ha convertido en el documento fingido que mejor atestigua lo que aquí se afirma.

La guerra de Iraq -si así puede llamarse a la invasión y ocupación de este país y a sus consecuencias- también ha aportado algo a la historia de la violencia organizada: el empleo profuso y universal del coche bomba con demoledores resultados de muy variada índole.

Como instrumento de terrorismo no es nuevo ni exclusivo de los yihadistas islámicos. Ha sido utilizado por cristianos, judíos, hindúes, anarquistas, colonos franceses argelinos, mafiosos de toda índole, terroristas de ETA y del IRA y en acciones encubiertas de la CIA y otros servicios secretos. De hecho fue la CIA la que instruyó -con la ayuda de los servicios secretos pakistaníes- a los muyahidines afganos en el empleo de coches bomba contra los ocupantes soviéticos.

Lo que caracteriza a la actual situación en Iraq es el recurso casi diario a este medio de destrucción, con consecuencias de hondo impacto en la situación política, económica, social y militar, no sólo en Iraq, sino también en EEUU y en otros países aliados o amigos.

El escritor californiano Mike Davis ha recopilado una completa historia de los coches bomba, de próxima publicación, de la que tomo prestado el sugestivo título, The Poor Man’s Air Force, es decir, la aviación de los pobres. Así considera este analista a los coches bomba, comparando sus efectos con los que producen los bombardeos en profundidad de objetivos no militares en las poblaciones que los sufren y en sus gobernantes.

Aduce, como ejemplo, que los coches bomba que en 1983 destruyeron en Beirut la embajada de EEUU y el cuartel de sus tropas de Infantería de Marina tuvieron más efecto que toda la potencia combinada de la Sexta Flota desplegada en el Mediterráneo y sus aviones de combate, pues forzaron la retirada estadounidense del Líbano. Esto le lleva, con pleno fundamento, a calificar al coche bomba de arma semiestratégica, comparable a menudo con el poder aéreo tradicional. «Las bombas nucleares robadas, el gas sarín o el ántrax pueden ser el colmo de nuestros temores, pero el coche bomba es el útil cotidiano del terrorismo urbano», afirma Davis. Si a esto se suma el hecho de poder ser conducido y activado por un terrorista suicida, aumentan mucho las posibilidades de sembrar el caos en cualquier lugar y momento, como se observa en Iraq día a día.

Esta arma terrorista, a la que la guerra de Iraq ha dado el espaldarazo definitivo, es a la vez barata, sencilla de implementar con productos de fácil adquisición, difícil de detectar y neutralizar, y de enorme capacidad destructiva. Cualidades que la hacen sumamente eficaz.

En Bagdad ha producido ya un nefasto resultado: la división de la ciudad en dos zonas. Una es la llamada «verde», atrincherada, blindada, protegida por tanques y mercenarios armados, donde se refugian los dirigentes políticos y los extranjeros. En el resto, los iraquíes pueden volar en pedazos en cualquier momento o ser ametrallados desde el aire por los helicópteros del ejército de ocupación. Resumo así el párrafo final del análisis de Davis: Una población que aguantó la policía secreta de Sadam, las sanciones de la ONU y los misiles de crucero de EEUU, se blinda ahora para sobrevivir a los coches bomba que rondan los depauperados barrios chiíes, y cuyos conductores buscan allí el salvífico martirio. Habrá que esforzarse porque lo que hoy se observa en Bagdad no sea el ejemplo que en el futuro habrán de copiar muchas otras ciudades en el mundo.


* General de Artillería en la Reserva
Analista del Centro de Investigación para la Paz (FUHEM)