José Luis Martín Ramos es catedrático emérito de Historia Contemporánea de la Universidad Autónoma de Barcelona. Sus investigaciones se han centrado en la historia del socialismo y el comunismo. Sus últimas obras son El Frente Popular: victoria y derrota de la democracia en España (2016) y Guerra y revolución en Cataluña, 1936-1939 (2018).
Centramos nuestras conversaciones en su último libro publicado: Historia del PCE, Madrid: Los Libros de la Catarata, 2021, 254 páginas.
Estamos en el segundo capítulo del libro: “La batalla de las Internacionales”. Lo subdivides en los siguientes apartados: a) El “tercerismo” en fase creciente. b) El Partido Comunista Español. c) Apogeo equívoco del “tercerismo”. d) Gestión de un imposible.
¿Qué debemos entender por tercerismo? ¿Por qué hablas de tercerismo en fase creciente?
“Terceristas”, partidarios de la Tercera Internacional, es decir, de una nueva internacional alternativa a la Segunda. Aunque desde el primer momento la convocatoria del congreso fundacional en Moscú, que hicieron los bolcheviques, hablaba de Internacional Comunista, prevaleció durante algún tiempo esa denominación; de la misma manera que se usaban al principio “maximalistas rusos” y “bolcheviques” para identificar a estos últimos.
La incidencia del “tercerismo” en España, es decir la empatía y la identificación ideológica con la revolución y la nueva Internacional fue creciente en una primera etapa, entre el final de la guerra mundial y el verano de 1920, y decreció, por diversas razones que explico en el libro, a partir de entonces.
Afirmas que las fuentes del nacimiento del comunismo español fueron dos, el PSOE y sus juventudes, y determinados sectores revolucionarios de la CNT. Añades: “aunque la decisión tardó en llegar”. ¿Por qué esa tardanza?
Precisamente porque fue un proceso interno de decisión, no una decisión impuesta desde arriba, desde Moscú, como acostumbra a sostener la propaganda anticomunista. Tomado a través de un debate interno, que además se hacía en interacción con la relación y con los restos de la Segunda Internacional y partidos próximos, como el francés o el italiano. Esa decisión significa una ruptura interna y el movimiento obrero era entonces muy cuidadoso con las rupturas. Se perseguían los acuerdos por unanimidad, o apoyados por todos, no por monolitismo sino por defensa de la unidad, que se consideraba tanto un valor de clase como una condición para hacer frente a la patronal, la burguesía y el estado.
Por lo demás, también tardar en tomar esa decisión los principales partidos socialistas europeos, el francés o el italiano. El primer partido comunista que existió, además del ruso y los partidos de su órbita territorial (ucraniano, por ejemplo), fue el alemán que se fundó en diciembre de 1918. Esa fundación temprana se debía al hecho de que la ruptura de la socialdemocracia alemana ya se había producido antes, en 1916, y aún así, a sus promotores, con Rosa Luxemburg al frente, les costó tomar esa decisión.
Comentas que la delegación cenetista elegida para asistir al congreso de la nueva Internacional quedó integrada por Angel Pestaña, Salvador Quemades y Eusebi C. Carbó. Ninguno de ellos, apuntas, era probolchevique. ¿No es una representación algo extraña si se trataba de representar al sindicato en la IC?
No, era la que representaba a la mayoría del congreso de la CNT y a la moción bastante equívoca con la que se aprobó ir al congreso de Moscú, no para integrarse en la IC sino para enterarse de manera directa y ganar tiempo en el debate que en todas partes, también en el anarquismo, se estaba haciendo sobre el internacionalismo proletario.
Quizás pueda ser extraña la exclusión de Arlandis o el asturiano Ibañez, pero eso es una muestra de que tampoco los líderes de la CNT estaban dispuestos a ceder el más mínimo control, así como así.
¿El grueso del PSOE era, en aquellos momentos, contrario a la vinculación a la nueva Internacional?
Es un proceso dinámico. En 1919 y 1920 la gran mayoría de los militantes era partidaria de la nueva internacional, cuando menos de una nueva internacional, como se pone de manifiesto en los dos primeros congresos extraordinarios.
En la primavera de 1921 esa mayoría se ha reducido por la intensa ofensiva del sector contrario, que está encabezado por dirigentes con mucho peso como Pablo Iglesias, Francisco Largo Caballero, Julián Besteiro o Indalecio Prieto. Aún así, las posiciones estaban muy equilibrada. Lo que al final decantó a muchos afiliados al PSOE críticos que habían simpatizado con la Tercera en contra de esta última fue la evidencia de la ruptura y de que ingresar en la nueva internacional suponía abandonar al PSOE, el partido en el que se habían formado como “obreros conscientes” para decirlo en términos de la época.
Señalas también que los promotores iniciales del naciente PC Español estaban en plena sintonía con las posiciones del Buró de Amsterdam “en la asunción de una política revolucionaria que no admitía concesiones al parlamentarismo y las instituciones del Estado capitalista”, política que había sido desautorizada por Lenin. ¿Ese núcleo inicial que daría pie a la formación del PC era entonces, digamos, muy izquierdista?
El PC Español surgió de las Juventudes Socialistas, precipitando la decisión y tomándola por cuenta propia mientras en el PSOE se mantenía abierto el debate. No fue muy acertado. Sus dirigentes, en particular el grupo de Madrid, estuvieron muy influenciados por los comunistas holandeses; y, efectivamente, tenían posiciones no solo antiparlamentarias sino antisindicales, o para ser más preciso anti-UGT. Desde luego, se situaron en posiciones “izquierdistas” y sectarias, hasta el punto que Juan Andrade criticó a Lenin no solo por su folleto sobre el izquierdismo sino también por la propuesta del frente único.
¿Por qué se pensó en Anguiano, posibilidad que él mismo rechazó, como futuro secretario general del Partido?
Porque era el líder obrero, del PSOE y de la UGT, entonces con posiciones más decididas a favor de la Internacional Comunista. Además, Anguiano se había hecho popular como miembro del Comité de Huelga, en la huelga general de agosto de 1917 y había sido elegido diputado a Cortes.
Anguiano lo rechazó porque consideró precipitada la acción del Comité Nacional de las Juventudes Socialistas. Estaba con el grupo que consideraba que todo el PSOE o su inmensa mayoría podía integrarse en la IC, y había que hacerlo así, por una decisión democrática del congreso y no por una acción voluntarista de los jóvenes.
Sostienes que la formación del PC Español abrió un frente fallido en la batalla de las internacionales en España. ¿Por qué hablas de un frente fallido?
La formación del PC Español no amplió el movimiento en favor de la IC. Todo lo contrario. Favoreció las maniobras contrarias de Besteiro y Largo Caballero, que acusaron a los “terceristas” de “moscuteros” -caricaturizándolos como “mosqueteros” de Moscú, agentes al servicio de una organización extranjera-que estaban dividiendo al partido y al movimiento obrero español, en un momento –1920- en que la represión gubernamental y patronal estaba golpeándolo duramente.
Haces referencia a la opción reconstructora y señalas que no suscitó mayor interés en el socialismo español. ¿Qué defendía esa opción? ¿Por qué no generó ningún interés?
Frente la continuidad de la Segunda Internacional, muy desacreditada, y la fundación de una internacional de nuevo tipo, que significaba rupturas ideológicas, políticas y de concepción organizativa, se planteó por algunos sectores socialistas franceses, alemanes, austriacos y otros, una opción intermedia: “reconstruir” la Internacional Socialista sobre la base, se decía, de la recuperación de los principios marxistas e internacionalistas, abandonados por el grueso de la Segunda Internacional en 1914.
Yo digo que en 1920 no generó interés en el PSOE, no se le reconoció contenido sustantivo frente a los polos de la Segunda y la Tercera. No obstante, en los primeros meses de 1921, mientras la reorganización de la Segunda Internacional seguía encallada, esa opción intermedia pareció al sector contrario a la IC como la más oportuna para alejar a la militancia del PSOE de esta última opción, y así lo hicieron: la decisión final se hizo entre la integración en la IC o la adhesión al movimiento “reconstructor”.
Por cierto, ¿cuál fue el papel de Pablo Iglesias en las discusiones que se dieron en el PSOE?
Pablo Iglesias estaba ya muy enfermo y no participó físicamente en las decisiones. Intervino poco entre 1919 y 1920, aunque cuando lo hizo fue para defender la unidad del socialismo español por encima de todo. Finalmente, en febrero-abril, su intervención a distancia, y con una carta personal a los delegados del tercer congreso extraordinario, fue decisiva para dar la mayoría al rechazo a la integración en la IC. Fue una excepción final entre las principales figuras supervivientes de la generación fundadora del PSOE y de la UGT, que, por el contrario, se integraron en la IC y el Partido Comunista: Facundo Perezagua, Isidoro Acevedo y Juan José Morato.
Cuando explicas el II Congreso Extraordinario del PSOE, señalas que el Congreso empezó con una maniobra de Largo Caballero. ¿Qué posiciones mantuvo sobre el tema el que luego sería llamado “el Lenin español”?
Absolutamente hostiles a la Internacional Comunista y partidario de la política reformista. Su comportamiento en la UGT hizo abuso de autoridad para impedir cualquier fisura dentro del sindicato en favor de las posiciones revolucionarias.
Por cierto, eso de “Lenin español” se lo dijeron, pero nunca estuvo él de acuerdo con ello.
Por lo que explicas la derrota de los partidarios de la IC fue profunda en la UGT. De hecho, señalas, el congreso ugetista rechazó alinearse con la reciente posición mantenida por el PSOE. ¿Cómo se explica ese alejamiento ugetista de la IC?
Por el control que Largo Caballero tuvo del sindicato y que las precipitaciones de los jóvenes favorecieron. Un control favorecido por la orientación táctica de la UGT, su competencia con la CNT, y la actitud defensiva que adoptó ante la represión y la recesión económica de 1920-1921. En general, los sindicatos de la época, incluida la CGT francesa, fueron mayoritariamente hostiles a la ruptura revolucionaria que significaba la constitución de la Internacional Comunista. Dicho de manera muy comprimida, quizás simple, porque el tema es complejo.
Comentas las condiciones de admisión en la IC que se concretaron en 21 puntos “que contemplaban aspectos fundamentales de la concepción política y organizativa”. Se rechazaba el reformismo y el orden de Versalles, por ejemplo, y los partidos debían ser secciones nacionales de la IC. ¿No fueron puntos demasiado exigentes?
Tendríamos que analizarlo punto por punto y no perder de vista el momento en que se postulaban, 1920, cuando todavía parecía haber expectativas para una nueva ola revolucionaria en Europa. Me temo que responderlo excedería la longitud de esta entrevista.
De acuerdo. Comentas también la cláusula del país anfitrión. ¿En qué consistía? ¿Dónde radicaba su importancia?
Era una tradición del movimiento obrero de la época que el partido del país anfitrión -o la ciudad anfitriona- de los congresos obreros siguiera responsabilizándose de la relación entre los participantes hasta la celebración del nuevo congreso, e incluso de proporcionar la sede de los organismos de relación. No tenía otro objetivo que facilitar la continuidad. No siempre se cumplía, pero cuando se hacía no extrañaba. En 1920 no se pensó que la nueva internacional no pudiera celebrar sus congresos en libertad en otro lugar que no fuera la capital del estado soviético, y se esperaba que en un futuro próximo se pudiera hacer en otro lugar, en Berlín por ejemplo, como manifestación del avance del movimiento revolucionario que capacitada a nuevos partidos y nuevos países para ser la sede de su congreso anual.
Al hablar de la participación de Pestaña en la IC y de las vicisitudes de su regreso, señalas que, al ser detenido por orden de Martínez Anido, no pudo dar cuenta a la CNT de su viaje en la que, señalas, “se mantuvo una corriente de simpatía -de proporciones difíciles de evaluar, aunque minoritaria- por la IC, identificada como una opción internacionalista revolucionaria”. ¿Quiénes formaban parte de esa corriente?
Estoy hablando de la militancia anarcosindicalista en general. Podemos señalar algunos nombres como Arlandis o Maurín, pero sería reduccionista dejarlo en los que ya habían tomado opción por la Internacional Comunista.
Explicas que Merino Gracia, De los Ríos y Anguiano llegaron a Moscú cuando el congreso de la IC ya se había acabado. Merino Gracia, que hizo su viaje clandestinamente, llegó el 27 de agosto, se entrevistó con Lenin y consiguió, comentas, que el Comité ejecutivo de la IC reconociera al PC Español como sección propia. ¿Quiénes formaban parte en aquellos momentos del PC Español?
Los mismos que lo habían constituido en la primavera de 1920. El PC español nunca avanzó más allá de sus bases juveniles iniciales. Por eso la IC lo reconoció, pero no se cerró a considerarlo como organización definitiva. Lo vemos en la próxima entrevista.
De acuerdo. Una duda: ¿Partido Comunista Español o Partido Comunista de España? ¿Tanto da?
No. El Partido Comunista Español fue la denominación del que fundaron las juventudes socialistas en 1920; denominación habitual en la Internacional Comunista al identificar con el gentilicio la identidad nacional de la sección. En abril de 1921, la minoría del PSOE partidaria de la IC se constituyó como Partido Comunista Obrero Español. La IC lo admitió también, pero obligó a las dos formaciones a fusionarse en una sola sección. Para evitar que ninguna de ellas se sintiera absorbida por la otra –el PC Español pretendía que la fusión se tenía que hacer por la incorporación de los afiliados al PCOE a su grupo-, la IC impuso una tercera denominación, neutra por así decirlo: Partido Comunista de España.
Pasemos, como decías, al capítulo 3: “Ruptura final y fundación del PCE”.