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La batalla por el espacio de la socialdemocracia

Fuentes: Rebelión

En las últimas semanas el trió de las derechas españolas ha puesto el grito en el cielo por el acuerdo de Navarra recordando que esta siempre ha sido cuestión de estado. Si bien es cierto que desde el fallido estatuto de Eusko Ikaskuntza durante la segunda república, pasando por el surgimiento del PSN (agostazo incluido), […]

En las últimas semanas el trió de las derechas españolas ha puesto el grito en el cielo por el acuerdo de Navarra recordando que esta siempre ha sido cuestión de estado. Si bien es cierto que desde el fallido estatuto de Eusko Ikaskuntza durante la segunda república, pasando por el surgimiento del PSN (agostazo incluido), Navarra siempre ha sido cuestión de estado para el trió neo liberal, pro Ibex 35 y recientemente neo franquista, la realidad es que detrás de todo esto hay una batalla más profunda, una lucha sin cuartel por hacerse con el espacio que históricamente ha representado la social democracia en el estado español.

Repasar la historia de la izquierda es hacer repaso a las divisiones que desde su surgimiento han beneficiado a la derecha. Da igual el ámbito geográfico o político en el que se produjeran: siempre hubo espacio para quienes pedían más y se auto negaban así la capacidad de alcanzar el gobierno y de impulsar políticas de cambio transformadoras. Con el movimiento que surgió en Portoalegre, la legalización de Bildu, el 11M y el proceso catalán, esto ha cambiado, con diversos altibajos, radicalmente. La democratización del sistema ya no es un discurso sino una demanda colectiva. Con el reverdecimiento de la izquierda a través de la lucha contra el cambio climático y la unidad en torno al feminismo y la movilidad activa contra la violencia machista, la izquierda política vive momentos de gloria en torno a la internalización a nivel teórico de algunas reivindicaciones históricas. Se cierra el círculo y la izquierda ocupa el centro del tablero político.

¿Se queda la derecha quieta al respecto? Por supuesto que no. La derecha se ha repartido su propio tablero de juego entre aquellos que defienden el neo liberalismo como teorización político económica, la defensa de los privilegios en torno al IBEX 35 y por supuesto la nostalgia de un estado en blanco y negro donde gritar libertad era sinónimo de rebeldía. Así con este grito al aire, muchas personas de derechas se afiliaron a movimientos o partidos de izquierdas, hasta que Ciudadanos ha dibujado un espacio donde se sienten ya definitivamente cómodas las nuevas generaciones de individualistas. El PP se ha vuelto a tirar de aristocracia para volver a sus propios orígenes y reivindicar con orgullo que en el estado español no hubo nunca guillotina gracias al paso histórico a sangre y fuego de los borbones. Y VOX le da la continuidad histórica necesaria a un espacio que se avergonzaba sin reconocerlo de su propia línea temporal.

Sin embargo quién a mi juicio está en la verdadera encrucijada es la izquierda. La derecha siempre se auto regula para ganar. La izquierda por el contrario cuando no está cómoda se queda en casa. Y es desde dentro de la propia izquierda cuando surge el miedo al gobierno que lleva décadas impidiendo ir más allá del diez por ciento. Lo que para el estado era el diezmo, mutó durante siglos en su reparto entre clases eclesiásticas y privilegiadas. A nivel político este diez por ciento era lo que la derecha española y su cohorte mediática concedía a la rebelión joven desde el último acuerdo constituyente. Como he dicho antes esto ha cambiado radicalmente, pero para alcanzar la mayoría social, hay que quitarse el «San Benito» de la gestión y de la capacidad de gobierno y conquistar a las clases medias que siempre ayudaron a repartir la riqueza con su propio esfuerzo. Un gran acuerdo que pasa necesariamente por llegar a acuerdos presupuestarios que aprovechen la coyuntura del sistema con el objetivo de alcanzar el poder y transformarlo desde dentro. Un acuerdo presupuestario que levante un muro entre los votantes de la derecha evitando grandes trasvases y que devuelva la social democracia a su espacio natural: la izquierda. Sin esto, el desgaste no vendrá por la abstención sino por la vuelta a la derecha de votantes que se sienten de izquierdas.

Sin duda acuerdos que escuecen pues no es fácil leer la historia y asumir como han actuado determinados movimientos o partidos ante cuestiones de estado o simplemente en defensa de los derechos de los trabajadores. Sin embargo, toca ganar su espacio para poder seguir permaneciendo de píes con el puño en alto. La sociedad se ha transformado y el último escalón es el más difícil de todos: el acceso al gobierno. Debemos dejar de tener miedo para pasar a ser útiles para la mayoría social de cada lugar, de cada país, de cada escalera. En nuestras manos esta que ese espacio vuelva al moviente obrero o que se quede anclado para siempre en torno al nuevo individualismo de clase.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.