Hoy, cuando ya no está físicamente con nosotros, Lucero sigue siendo, como será en la Colombia Nueva un símbolo de mujer luchadora, digna continuadora del ejemplo de las Juanas que integraron el ejército libertador en la inolvidable gesta de la primera independencia; de esas libertadoras que agarradas a grupa del caballo de los libertadores atravesaron […]
Hoy, cuando ya no está físicamente con nosotros, Lucero sigue siendo, como será en la Colombia Nueva un símbolo de mujer luchadora, digna continuadora del ejemplo de las Juanas que integraron el ejército libertador en la inolvidable gesta de la primera independencia; de esas libertadoras que agarradas a grupa del caballo de los libertadores atravesaron el páramo de Pisba para vestirse de gloria en Boyacá.
«. . . pero en su celda se cuela, la luz que lejos expide un lucerito caribe, que lo sueña entre palmeras…» (De la canción El Tigre playonero, del cantautor fariano Cristian Pérez)
La conocí a mediados del año 1990 en su natal Becerril. Rebelde, desbordante de energía y vitalidad, amante de la cultura y el deporte; ingeniosa y optimista contagiaba con su alegría y belleza perijareña cada espacio donde actuaba. Le decíamos «La Toya», un apelativo relacionado con su nombre de pila: María Victoria Rubio Hinojoza.
Cuando estalló la huelga estudiantil en el Colegio bachillerato Julio Cesar Turbay de Becerril, donde estudiaba, ella y un grupo de jóvenes inquietos y comprometidos con su época, jugaron un destacado papel de liderazgo y dirección del movimiento estudiantil, terminando por ser reconocidos y perseguidos como revoltosos por los organismos de inteligencia; No era habitual que en un pueblo tan pequeño, donde los días transcurrían tranquilos y sus gamonales sólo hablaban de las «bondades» que traería a futuro la explotación de las minas de carbón, un puñado de jóvenes adolescentes desafiara las normas y disciplina oficial, alzando su voz contra la corrupción administrativa, la mediocridad de la educación y el déficit presupuestal.
Yo había terminado los estudios secundarios en el Colegio Nacional Loperena y me había trasladado a Becerril (Cesar) a ayudar en el impulso del movimiento político Unión Patriótica que había logrado elegir alcalde y cuatro concejales en ese municipio, entre los que sobresalía el fogoso y carismático dirigente popular Alexis Hinestroza, asesinado años después delante de su familia en el corregimiento de Estados Unidos, por el paramilitarismo de Estado. De Alexis recibí la misión de acompañar la lucha de los estudiantes del colegio Turbay y así entre reuniones y mítines conocí a «La Toya», quien al ingresar a las filas guerrilleras adoptaría el nombre de Lucero Palmera.
En diciembre de ese mismo año subimos con otros estudiantes la serranía del Perijá, a una entrevista con el comandante Simón Trinidad, por esa época integrante del estado Mayor del Frente 41 «Cacique Upar» de las FARC-EP. Simón nos habló de los peligros y estragos de la «guerra sucia» desatada por el Terrorismo de Estado contra el movimiento popular y de la importancia que la juventud colombiana se vinculara a la lucha guerrillera para defender con las armas, los derechos políticos y sociales. Nuevamente el carácter y la personalidad de Lucero sobresalió entre toda la delegación, cuando sin mucho preámbulo ni protocolos aceptó el compromiso, tomando a los 16 años la decisión de hacerse guerrillera de las FARC-EP, decisión que sólo conocimos meses después, cundo en el pueblito se regó la noticia como verdolaga en playa.
La volví a ver diez años después en el Caguán durante los diálogos de paz que sostuvimos con el gobierno de Andrés Pastrana. Nos fundimos en un abrazo de hermandad y compartimos recuerdos, anécdotas y vivencias. Ahora, era una mujer madura y políticamente mejor estructurada, que cumplía funciones de mando, y su proyección como cuadro de la organización era indiscutible. Tras la ruptura de los diálogos del Caguán por decisión unilateral del gobierno, no nos volvimos a ver; yo partí hacia el caribe y ella más al sur donde estuvo vinculada a las transmisiones radiales de «Voz de la Resistencia».
Viéndola en la entrevistas [https://youtu.be/8C4XKlYjKbA]que concedió después de su captura en Ecuador, al periodista sueco Dick Emanuelson y al compararla con la joven que conocí al inicio de los 90s, me invade el orgullo fariano de ver cómo nuestra escuela insurgente de formación ideológica, político-militar y cultural, construye ciudadanos y ciudadanas con sentimiento de patria, conciencia social, defensores de los derechos de los humildes, amantes de la naturaleza, sensibles ante el sufrimiento ajeno. Nuestra escuela nueva va forjando la nueva sociedad: La Nueva Colombia.
Lucero es una buena imagen de la mujer fariana; valerosa y firme, leal, solidaria; sincera y directa en sus juicios y opiniones; entregada a la lucha y a su pueblo; tierna y maternal.
En una de las audiencias de los juicios por montajes judiciales orquestados por el imperio gringo contra el camarada Simón Trinidad, el fiscal de la causa quiso golpear el ánimo del comandante insurgente proyectando en una pantalla la fotografía de Lucero, acompañando su acción de la pregunta ¿conoce usted a esa mujer? ¿Es esa alias Lucero? Escribe el periodista Jorge Enrique Botero en su libro «El Hombre de hierro», que Simón observó la fotografía con interés y respondió pausadamente: «No señor fiscal, esa no es alias Lucero, esa es la bellísima Lucero». El fiscal, desarmado por entereza y elevada moral del guerrillero, quitó la fotografía del proyector y procedió a formularle otras preguntas, mientras recorría el recinto un sentimiento de admiración por la firmeza y humanidad de aquel hombre que aun en situaciones tan adversas, era capaz de dejar escapar los más puros sentimientos para describir a la mujer amada con quien lo unía además el indisoluble lazo de haber engendrado una hermosa niña, en medio de los avatares de la lucha guerrillera.
Hoy, cuando ya no está físicamente con nosotros, Lucero sigue siendo, como será en la Colombia Nueva un símbolo de mujer luchadora, digna continuadora del ejemplo de las Juanas que integraron el ejército libertador en la inolvidable gesta de la primera independencia; de esas libertadoras que agarradas a grupa del caballo de los libertadores atravesaron el páramo de Pisba para vestirse de gloria en Boyacá. Su voz seguirá resonando en el combate hertziano por la libertad y la justicia social a través de los micrófonos de la cadena Radial Bolivariana Voz de la Resistencia, azotando con el látigo de la razón y la verdad a esa clase política mezquina que mal gobierna a Colombia.
Desde su muerte en el cobarde y fatídico bombardeo de la noche del 19 de septiembre de 2010 donde infortunadamente también fue asesinada su pequeña hija y varias guerrilleras y guerrilleros al mando del inolvidable Domingo Biohó, muchas mujeres se han unido a las FARC-EP, convencidas de que «no hay mejor medio de alcanzar la libertad que luchar por ella». Bienvenidas a las filas guerrilleras: Luceros, Estelas, Susanas, Marianas, Sonias, Xiomaras, Dianas y todas las que aportan desinteresadamente la juventud y la vida por la igualdad y el bienestar de las mayorías; En las FARC-EP hay espacio para el amor y la ternura, para la lucha y resistencia, la esperanza y el combate por la paz con Justicia social.
Fuente original: http://anncol.eu/index.php/colombia/politica-economia/item/2191-la-bellisima-lucero