Cualquier persona medianamente sensible se da cuenta del horror en que está sumido el archipiélago de Chiloé, uno de los lugares más bellos de Chile. Cualquiera se da cuenta de que la gente que antes se alimentaba de puro pescado, ahora no tiene qué comer, que los que vivían de la pesca ahora no pueden […]
Cualquier persona medianamente sensible se da cuenta del horror en que está sumido el archipiélago de Chiloé, uno de los lugares más bellos de Chile. Cualquiera se da cuenta de que la gente que antes se alimentaba de puro pescado, ahora no tiene qué comer, que los que vivían de la pesca ahora no pueden pescar ni ganarse la vida en nada más.
Pero un oscuro ministro de un gobierno desprestigiado, un caballero muy fino, educado en el prestigioso colegio jesuita San Ignacio El Bosque, se da el lujo de hablar como lo haría un cow-boy de película: billetera fácil. Pero resulta que la plata que hay en esa billetera no es del señor Burgos, sino del país y por lo tanto de todos nosotros. No sólo no se toman medidas para resolver el problema, sino que se trata groseramente a la gente que está metida en medio de un mar descompuesto y putrefacto.
Pero en realidad este señor no es tan inocentón como quiere aparecer. ¿Sabían ustedes que formó parte de la Agencia Nacional de Inteligencia , la famosa «Oficina»? Agencia que fue creada en 2004 para infiltrar y liquidar a los grupos de izquierda que no se tragaban aquello de «la alegría ya viene», rueda de carreta con que nos atragantamos casi todos. Pues en esta Oficina de siniestra memoria afianzó Jorge Burgos su carrera política y allí seguramente aprendió el lenguaje del hampa que ahora emplea. Y además, se permite amenazar. Dice «Ha habido varias tomas y en varias han actuado Fuerzas Especiales o Carabineros de la zona, en la medida que no haya desocupación pacífica en un tiempo tolerable, vamos a tener que seguir actuando…» Vaya, vaya, que siga así, a ver cuánto tolera el pueblo de Chiloé.
Y a pesar de sus actitudes matonescas, Jorge Burgos tiene gustos refinados: es dueño de caballos de carrera, uno de ellos llamado «Mano a Mano» y el otro » Aníbal Troilo». Siempre lindos los caballos y sus nombres, el problema es que su mantenimiento demanda muchísimos gastos. Pero para esto el ministro seguramente tendrá la billetera muy fácil.
Todo lo que está pasando es pura incompetencia, pura negligencia y desprecio por el pueblo. Porque aunque la marea roja sea un fenómeno producido por el cambio climático que nos ha traído el capitalismo brutal -que no lo sabemos-, el hecho es que las empresas salmoneras no tuvieron reparos en tirar miles de toneladas de salmones podridos a pocos kilómetros de la costa del archipiélago. Hay otras maneras de deshacerse de los pescados muertos, en Noruega las aplican.
Un tal señor Sandoval que fue Vicepresidente de la CORFO, ministro de Estado, subsecretario de Pesca y que gracias a la puerta giratoria ha llegado a ser presidente de la Asociación de la Industria del Salmón de Chile , afirma sin dar fundamentos, que «n o hay relación entre los deshechos de salmones intoxicados y la marea ro ja».
Sin embargo, representantes del Movimiento por la Defensa y Recuperación de las Aguas y los Territorios de Chile piensasn lo contrario y han presentado una denuncia contra las empresas salmoneras.
¿Y qué es lo que piden los pescadores de Chiloé, que tanto escándalo le produce al gobierno?
«Que la subvención se mantenga por los meses que sea necesario. No sabemos si esto va durar tres, cinco, seis meses. Pero tendríamos algo», dice un dirigente de los pescadores.
El diálogo se rompió, y no fue sólo por el monto ínfimo ofrecido por el gobierno. También se sumó la diferencia en las cifras de eventuales beneficiados que manejan los dirigentes, contra las que estiman las autoridades.
«Sólo en Ancud, en una comuna, superamos los cinco mil afectados. Ellos estaban hablando que la ayuda que venía era para 2.600 personas de toda la región. Son cifras dispares y por lo tanto equivocadas», manifestó Jorge Velázquez, dirigente de Ancud que participó en la reunión en que el gobierno hizo la última oferta.
En Cucao, caleta de Chonchi, ya no hay paciencia para seguir dialogando. «La autoridad ha demostrado su incapacidad total para solucionar el conflicto, es más, nos ha ignorado y pisoteado como comunidad indígena, ofreciéndonos migajas y trayendo Fuerzas Especiales, en vez de ocupar esos recursos en ayudarnos», señaló Alberto Nain, presidente de la asociación indígena de pescadores de Chonchi.
Y siempre la mezquindad del gobierno. Aunque tuviera que pagar varios miles de millones más de pesos, eso no es nada al lado de lo que les permite ganar a las Administradoras de Fondos de Pensiones, a las empresas trasnacionales del cobre, a las grandes salmoneras, al lado de los impuestos que dejan de pagar todos los que están en los papeles de Panamá. Pues que les cobren a ellos.
Las empresas salmoneras están organizadas en una entidad que se denomina «Salmón Chile» conformado por 49 socios pertenecientes a empresas nacionales y multinacionales. Muchas de ellas son de origen noruego o basadas en la experiencia noruega. Con la diferencia de que allá el 80% de las salmoneras son de propiedad estatal y además están reguladas desde el punto de vista laboral, sanitario e incluso preventivo para evitar problemas ambientales como el que tenemos ahora en Chile. En cambio aquí, nada de nada. Los trabajadores de estas empresas ganan una miseria -promedio menos de 200.000 pesos- y ninguna estabilidad laboral, viven bajo el temor de perder el trabajo.
Y la Asamblea Social de los Pescadores de Castro declara: «La i ndustria salmonera llegó a Chiloé para apropiarse del borde costero del mar chilote, del mar interior y sus canales. Esta llegada transformó no sólo la estética de los mares y las playas; intenta trasformar también la vida de las familias de Chiloé, la forma de trabajo, el tiempo, la cultura, la solidaridad, la minga , la forma de vestir, de comer, de juntarse, la forma de ser…» Es decir, quieren arrebatarles su cultura ancestral.
Esto responde a la política que se ha aplicado en todo el litoral del país, darles preferencia a las grandes empresas que han desplazado a los pequeños pescadores artesanales y han provocado una catástrofe ecológica de consecuencias incalculables.
Uno de los pescadores que está en una barricada ha dicho: «Vamos a seguir en pie de guerra y si quieren despejar el camino tendrán que pasar sobre nosotros, porque estamos firmes y estamos dispuestos a todo aquí. Si vienen las Fuerzas Especiales vamos a reaccionar y les va a costar pasar».
No sigan jugando con fuego, señores del gobierno. Es que las frustraciones y la rabia acumuladas durante tantos años pueden estallar.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.