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En torno a un artículo de Manuel Talens

La caída del imperio: ¿algo más que un deseo?

Fuentes: Rebelión

Antes de comenzar, les diré que el artículo que da pie este texto de hoy ha sido escrito por Manuel Talens y se titula «Visiones del Apocalipsis». Se encuentra colgado en http://www.rebelion.org/noticia.php?id=11796. Es un artículo con algunas insuficiencias -diría que por cuestión de espacio- pero interesantísimo, destacaré esto aquí por primera y única vez. Este […]

Antes de comenzar, les diré que el artículo que da pie este texto de hoy ha sido escrito por Manuel Talens y se titula «Visiones del Apocalipsis». Se encuentra colgado en http://www.rebelion.org/noticia.php?id=11796.

Es un artículo con algunas insuficiencias -diría que por cuestión de espacio- pero interesantísimo, destacaré esto aquí por primera y única vez.

Este texto que ahora comienzan no es un ataque personal al autor, al contrario, Manuel Talens es un autor cuyo trabajo y capacidad crítica realmente admiro.

Bien, ahora lean su artículo antes de regresar aquí, por favor, porque voy a dar muchas cosas por sobreentendidas.

Sobre el artículo en cuestión recaen ciertas incógnitas, algunas malintencionadas y especulativas, lo reconozco, pero incógnitas al fin y al cabo, así que voy a emprenderla contra dicho texto con ánimo puramente crítico: Fe en la economía, fe en el apocalipsis

Talens advierte -y esta es la principal premisa de su predicción apocalíptica- sobre el fin del petróleo:

Fe en la economía, fe en el apocalipsis

«su efecto será devastador, pues dado que el sistema capitalista en que vivimos se basa en el crédito de capital ficticio, bajo la premisa de que el crecimiento económico continuado generará plusvalía para que todo deudor devuelva los préstamos con sus intereses y que, a su vez, dicho crecimiento continuado se fundamenta por completo en la energía obtenida de los combustibles fósiles, la caída del petróleo -si antes no ha llegado el Apocalipsis, como veremos más abajo- significará en primer lugar el fin del crecimiento, luego el crecimiento negativo, el desempleo generalizado, las quiebras espectaculares, la volatilización del papel moneda y, consecuencia lógica, la desaparición pura y simple de la afluencia cotidiana de capital exterior que ahora sostiene la economía estadounidense.»

Esta pretensión, esta cadena de consecuencias que Talens prevé, incluye una buena parte de pensamiento integrado y espectacular… además, posee varias deficiencias propias de un pensamiento ideológicamente orientado: lo que Talens desea, lo que tiene ganas de que suceda, se convierte -por esta pura condición de «deseado»- en probable y futuro. Y es que, aunque parezca algo obvio, los hechos cambian de hoy a mañana y siempre a favor del poder.

En primer lugar: ¿hay que dar por sentado que el fin del crecimiento industrial, de la producción por medio de la energía basada en combustibles fósiles, significará el fin de este tan bien ensamblado capitalismo? Talens certifica que el sistema capitalista es un sistema de crédito, de fe en el futuro… y esta es una fe que se intuye débil porque, como todas las «fes» basta con no creer en ella para que se desplome.

Pero lo cierto es que esto no sólo es cierto en el ámbito financiero, lo es en todos los aspectos de la vida bajo el sistema capitalista (y si me apuran, también en un sistema socialista burocrático y planificado) y ello no impide que dicho sistema perdure, engorde y se reproduzca sin fin aparente.

Vamos con algunos ejemplos:

1. Nuestra moneda de cambio no es sólo la representación del dinero sino la fe misma en que ese papel encarna algo, algo canjeable por materia útil (bienes, comida, energía); y los que me argumenten sobre su convertibilidad física -como una supuesta reserva de oro escondida bajo diez mil pies de tierra en Iowa-, también deberían considerar que esta equiparación se sustenta sólo en la fe de que un material amarillo brillante sea algo valioso por su belleza y por su escasez, lo cual no deja de ser un dogma fácilmente desmontable, sobretodo si se argumenta como un marxista con la teoría del valor como arma discursiva.

2. Asimismo, la sumisión a las autoridades, al poder, también está fundada en un miedo, una fe en la represión inminente y probable, o si no, ya me dirán qué impide que una «turba» de 800 personas linche cuando se le antoje a los diez policías que los custodian en su manifestación. Y ¿No podían quinientos millones de indios desollar vivos a los 20.000 militares que sustentaban el imperio británicos? No lo hacían porque pensaban que no podían. Era más gran de su fe en lo establecido que en lo que estaba por llegar.

3. Y sigamos con la fe, dirigiendo nuestra mirada hacia el occidente más «progresado»: ¿no puede considerarse como la consagración definitiva de la economía en la fe el reciente traslado del grueso de la economía de sector primario y secundario hacia el sector terciario? El sector terciario (servicios), a grandes rasgos, está basado en la creación de necesidades ficticias y no se asienta sobre ninguna utilidad necesaria para la supervivencia. Lo único que regula este sector es el propio mercado y el flujo financiero, que son a su vez, otras «fes». El sector terciario está afianzado en el progreso-siempre-inminente, o al revés, en el bienestar-nunca-presente y en el reclamo de la tecnología por la tecnología (eslóganes indicativos: trabajamos para usted, construimos su futuro), y aquí cabe plantear ante las predicciones de Talens ¿no es este el mayor ejemplo de que sólo la fe en que lo-que-existe-debe-ser mantiene el sistema capitalista?

4. Si se interrumpiese la propaganda del progreso -la institucional, el Rey, las representaciones de Los Cinco, los Siete, los Ocho y los Quince- y la industria del reclamo -con sus imperativos: compre, vea, sienta, diviértase…- y los consumidores dejasen de creer, de tener fe en que «necesitan lo que consumen», el sector terciario se vería reducido a los servicios médicos, la distribución de alimentos y a la edición y reproducción de arte, porque ninguna de las otras cosas que nos venden es realmente necesaria.

5. Y la banca, ¡habráse visto mayor dogma de fe que la banca!, unos señores que prestan un dinero que no es suyo bajo la certidumbre de que se les va a devolver acrecentado EN EL FUTURO, ¿hay mayor dogma de fe que multiplicar artificialmente el dinero sobre la creencia de que no vamos a reclamarles todos a la vez lo que es nuestro? Como afirma Agustín García Calvo, «comercian con el tiempo mismo». ¿Qué mayor fe existe? ¡¡Venden tiempo!! El llamado «coeficiente de caja» (el poquito dinero ilusorio que un banquero debe mantener para que la ficción de la fe-en-el-dinero-futuro subsista) es la prueba última de que estado y banca viven en connivencia amparados por un sistema común de fe, que los ciudadanos sólo interiorizan (pese a los intentos de la industria del reclamo) bajo la sombra amenazante de la coacción judicial -procesos de embargo, desahucio y reclamación de cantidad, contemplados en el Código Civil y en la Ley de Enjuiciamiento Civil-.

Y siendo estas «fes» tan débiles y tan evidentes ¿porqué debe derrumbarse primero la fe en el dólar y no cualquiera de estas otras que persisten en nuestro eterno día a día?

Perspectivas, nuevas hipótesis

En definitiva, y siendo pesimista dentro de este atuendo de crítico que llevo puesto: ¿no puede pensarse en que el capitalismo nos sorprenda con un nuevo viraje haciendo gala de su capacidad de adaptación? ¿no puede ser que se creen nuevas parcelas de negocio -ámbitos de producción y consumo- que no tengan relación directa con la producción y distribución de la energía? ¿no puede reducirse el consumo de combustibles fósiles evitando las actividades pesadas de transformación mediante un incremento del sector terciario basado en la venta de bienes inmateriales: espacio, aire, diversión, fe, futuribles? ¿no se podrá -y ahora me sitúo con un ejemplo en un Apocalipsis cercano- terminar de privatizar todo el suelo y convertir, por ejemplo, los «huertos urbanos» en lo más nuevo, lo más último y, por lo tanto, lo más caro (y propiedad en su mayoría de Horting Co., sita en Massachussets)?

Y aún más, Talens afirma que el capitalismo se sostiene bajo un «crecimiento económico continuado». Siendo esto cierto en la situación actual, bajo la forma más perfeccionada de capitalismo voraz -o, como lo llama Edgar Luttwack, «turbocapitalismo»-, no siempre ha sido así ni, por consiguiente, debe serlo siempre.

Sin que el capitalismo deje de ser capitalismo, puede encogerse. Y aunque decreciendo no pueda sostenerse mucho tiempo -y en este punto me muestro otra vez de acuerdo con Talens-, estoy convencido de que puede resistir mientras se readapta a la nueva circunstancia… ¿cómo? Pues como hace siempre: (1) cambiando los viejos bienes de consumo por otros nuevos «producibles» a gran escala, (lo que puede ser fabricado, distribuido y vendido en cantidades que soporten masificación y crecimiento) y (2) reeducando a los consumidores y productores.

Bajo la influencia de sus ilusiones…

… y amparado por el aparente carácter inevitable lo que él desea, Talens sigue sacando conclusiones a partir de una premisa no muy sólida: que llegará la crisis energética, que EEUU no tendrá tiempo de adaptarse y que entonces caerá el imperio.

El siguiente antecedente que establece Talens es que EEUU conoce está situación, y ofrece diversas muestras de que esto es así: la invasión de Irak, las palabras que se le escaparon a Wolfowitz acerca del «mar de petróleo» que se esconde bajo Irak… sin embargo, esto afianza su teoría pero no la certifica: también es cierto que EEUU actúa en todos los escenarios a la vez para prevenir contingencias, por lo que sólo una de sus intervenciones en el extranjero no dibuja su política exterior completa sino que ilustra únicamente una de las direcciones que sigue. Porque, no nos equivoquemos, EEUU tiene medios para seguir todos los caminos a la vez. Y también es cierto que en ocasiones las agencias de inteligencia de EEUU están detrás de las circunstancias que nos hacen sacar las deducciones que ellos han previsto convenientes para su beneficio. Es así de triste, sacamos conclusiones que creemos críticas a la vez que estamos inmersos en uno de sus experimentos: este sistema es una apropiación total del campo de batalla.

En resumen: que reducir la política exterior de EEUU a un «necesito petróleo» me parece una simplificación peligrosa. Y que hay otros ámbitos, no sólo el económico, en los que interviene EEUU garantizándose la hegemonía, como -y lo cito sólo a modo de ejemplo de la diversificación de su ofensiva- la penetración cultural en TV o en la esfera universitaria, un aspecto sumamente vital que permite al Imperio disponer de un laboratorio planetario de pensamiento inducido por el cual reproducir individuos capaces a creer a pies juntillas las mentiras que ayudarán a consolidar cada una de las «fes» necesarias para la hegemonía de su imperio. Pero no nos desviemos…

Porque si de energía se trata…

… hablemos entonces de energía. Quedan en este ámbito unas cuantas preguntas por resolver, considerando incluso los interesantes informes y documentos de que se sirve Talens y que le permiten afirmar que:

«las reservas probadas de uranio para los reactores nucleares (4,5 millones de toneladas) durarán sólo setenta años al ritmo de consumo actual (60.000 toneladas anuales), pero muchísimos menos si han de reemplazar al petróleo. En cuanto a los generadores eólicos o las placas solares fotovoltaicas, es mejor ni hablar. Los primeros son tan imprevisibles como el viento y, sobre las segundas, se debate si en verdad son una fuente real de energía o un sumidero por el que ésta se escapa. Resulta extraño que, siendo sistemas productores de electricidad -un bien de consumo cada vez más escaso-, las placas solares necesiten ser subsidiadas por los gobiernos con casi seis veces el precio que se paga en el mercado por la energía que generan -y con créditos muy blandos-, para que resulten económicamente rentables»

No hay objeciones frente al cuestionamiento que hace de la energía nuclear. Es finita, por lo que optar por ella sería retrasar el problema de desabastecimiento otros veinte o treinta años. Y puesto que nunca se ha resuelto el problema de almacenaje de sus residuos, no vale la pena ni considerarla.

Pero con la energía eólica y solar, Talens realiza un razonamiento demasiado espontáneo, basado en criterios de «rentabilidad» y «productividad» que sólo son posibles en un mercado abastecido. El desabastecimiento cambiaría estos criterios de inmediato, es más: los anularía. Qué medición de rentabilidad cabe ante LA ÚNICA ALTERNATIVA. Cuando sólo se puede se conoce un camino, resulta baldío plantearse su validez.

Siguen mis objeciones: la imprevisibilidad de la fuerza eólica ¿impide calcular su producción media e incorporarla a la producción total? Quiero decir que, aunque insuficiente, ¿no puede combinarse con otras? ¿Su insuficiencia conlleva su inutilidad? Talens no sostiene este extremo, pero al despachar a la energía solar junto con la eólica su argumentación parece hacer tábula rasa, equiparar las dos energías.

Y respecto a la escasa producción energética que surge de las placas fotovoltaicas y los cuantiosos subsidios que los estados dirigen a la energía solar, cabría señalar que estas inversiones a fondo perdido vienen condicionadas del todo por el modelo de desarrollo. Son puro maquillaje mientras se termina de consumir los combustibles fósiles.

Evidentemente, el perfeccionamiento técnico de los motores de combustión al nivel que admiramos hoy en día han estado condicionado por el auge de la industria del automóvil… de lo que cabe deducir que la necesidad de convertir las placas solares en negocio (por la falta de alternativas viables), bajo la misma lógica capitalista, también redundaría en una gran mejora técnica de su «productividad» y de su «rentabilidad».

Y a partir de ahí, puestos a predecir el futuro, parece bastante probable que, una vez convertidas las energías eólica y solar en las comercialmente preponderantes, las empresas que las comercialicen cierren las puertas a otras diferentes y las declararán, con todo su enorme aparato de comunicación, INVIABLES. Porque, díganme ¿qué industria está dispuesta a cambiar todo su circuito de producción, de comercialización y distribución cuando el que tiene ya le sirve y está aún «sin amortizar»?

Asimismo, también podríamos preguntar maliciosamente si los estados -tan dichosos promocionando automóvil e infraestructuras adaptadas a éste- no se han estado guardando en la chistera avances significativos en estas y otras formas de energía, avances tales que puedan hacer de la crisis energética un cuento para nostradamus caseros y analistas científicos ociosos.

Olvidémonos de la interdependencia de todos los factores…

…consideremos sólo los que nos interesa, parece decir Talens cuando llega al tablero geopolítico y declara con un estilo muy Sun Tzu que:

«Nadie puede vencer a Estados Unidos haciendo uso de las armas, pues su fuerza es tan descomunal que podría aniquilar en el campo de batalla a todas las naciones reunidas. Pero hay otras maneras de proceder y una de ellas, tan antigua como la espada, consiste en asfixiar económicamente al adversario».

Y yo me pregunto ¿porqué semejante certidumbre acerca de la caída del imperio por su déficit comercial? ¿Que China puede vender sus dólares y hacer que las finanzas de EEUU tambaleen? ¡Menuda amenaza!: si consideramos inversión directa e indirecta, las empresas estadounidenses son las primeras inversoras en China, las que ocupan más capital inmovilizado, las que ocupan más producción y más empleo. Y convendrán conmigo en que, por una pura cuestión de envergadura, de dimensión económica, ni siquiera la UE puede lanzarse a ocupar el espacio que ahora ocupa EEUU en China.

O sea: que China, una vez integrada en el sistema capitalista, sólo puede desestabilizar a EEUU a riesgo de desestabilizarse a sí misma. Es la principal virtud de este sistema capitalista, todo depende de todo y este último «todo» depende de quien establece las normas del juego, quien tiene más fuerza, más coacción.

Si se quiere considerar la interdependencia entre militarismo y mercado global, hay que hacerlo con todas sus consecuencias, valorando los distintos ámbitos de la economía, no sólo el financiero. No puede concluirse que EEUU está en manos de China cuando entre ambos existe una relación de interdependencia. Sí, tal vez el dinero abstracto (el financiero) sea de China pero ¿de quién es la producción? ¿quién la consume? ¿Qué sería de China convertida en una fábrica sin compradores?

Al escoger el modelo de desarrollo que China ha escogido, se ha convertido en un blanco fácil, presa de la economía golondrina, tal y como lo fue la «Latinoamérica emergente» de los años ’70. Así que a menos que China se haga completamente autónoma -adivinen porqué Venezuela y Cuba buscan con tanto ímpetu un desarrollo endógeno-, que consiga en su interior los suficientes consumidores para absorber toda su producción, seguirá siendo dependiente y no podrá cuestionar la política del sujeto hegemónico…EEUU, acertaron.

Siento de veras llegar a este punto de incredulidad: no saben cuanto deseo la caída del imperio, de este y de los venideros. Sin embargo, hace tiempo que dejé de creer en los mitos de los «gigantes con pies de barro». La observación de la realidad no debe quedar enturbiada por nuestros deseos. Cada vez que los pies del gigante se vuelven terrosos, el gigante los regenera con una pasmosa habilidad. Por ahí me apuntan que «si EEUU tiene un problema, pero es consciente de él, ya está a medio camino de solucionarlo». Gracias, hermano. Eso mismo creo yo.

Tal vez debiéramos -en lugar de contemplar complacientemente una y otra vez su ciclo continuado de decadencia y ascensión- tramar modos de impedir esa regeneración, hurtarle los puntales con los que refuerza continuamente su base arcillosa.

lapatatadelalibertad.blogspot.com