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La campaña neoliberal de El Mercurio y La Segunda es alimentada por el establishment de economistas

Fuentes: Rebelión

Basta con leer la prensa conservadora de estos días. La del jueves 17 de agosto era sintomática de la maniobra mediática. Ahí podemos ver cómo El Mercurio y La Segunda no han tenido ningún respeto por la ética periodística del equilibrio informativo con tal de orquestar una campaña en favor del modelo neoliberal. Éste, bien […]

Basta con leer la prensa conservadora de estos días. La del jueves 17 de agosto era sintomática de la maniobra mediática. Ahí podemos ver cómo El Mercurio y La Segunda no han tenido ningún respeto por la ética periodística del equilibrio informativo con tal de orquestar una campaña en favor del modelo neoliberal. Éste, bien sabemos, favorece al gran empresariado y sus artífices y apologistas se encuentran tanto en Chile Vamos como en la Nueva Mayoría y la DC. El gran beneficiado es Piñera.

La ofensiva ocurre cuando se han hecho públicas las faraónicas utilidades de las Isapres. Éstas alcanzaron la suma de 55.646 millones según la Superintendecia de Salud. Un incremento de 131,9 %. Un robo en plena democracia. Algo brutal y escandaloso en un país donde la salud es un privilegio.

Pero esto no es todo. Se ha llegado al colmo que la campaña destinada a defender los pilares del modelo de concentración de la riqueza e impedir las reformas es alimentada por informes del mismo gobierno. Faltos de perspectivas, los tecnócratas de Bachelet coinciden en lo fundamental (y les entregan argumentos) con los economistas neoliberales pagados por las organizaciones empresariales para proponer medidas que favorecen el capitalismo salvaje en el que vive el pueblo de Chile.

Salidos de las mismas universidades, y formados en el pensamiento único y conformista de la economía neoclásica, los «economistas» son incapaces de encontrar soluciones que favorecen a las mayorías ciudadanas y trabajadoras, pero que otras sociedades democráticas han sabido darse. Repiten las mismas recetas.

Es así como el ministerio de Hacienda entrega, al mismo tiempo que Valdés -su titular- hacía su exposición, un informe de «productividad» (la palabrita valija que les sirve para justificar los bajos salarios y mantener altas las ganancias del capital) y dónde se afirma que «el aumento de un 5% del alza de la cotización previsional con cargo al empleador significaría la pérdida de 394 mil empleos». Es el titular de El Mercurio en su página «Negocios». En otros términos, según los economistas de la NM y Bachelet, toda reforma para entregar pensiones dignas será boicoteada por los economistas neoliberales de todos los sectores. Infundir miedo es la palanca de la prensa neoliberal. Mejor no hacer nada y seguir igual por el camino de la capitalización individual y de las pensiones de hambre.

La Segunda por su parte, entregaba, el mismo día (ayer), a plena página un «informe» de siete economistas financiados por cuatro organizaciones empresariales acerca de las medidas a aplicar para lograr un crecimiento de 5%. Demás está decir que todos los informes mundiales dicen que el promedio de crecimiento en lo que queda del siglo será de 2%. China e India pueden tener más debido a las altas tasas de explotación a la que son sometidos sus trabajadores.

¿Cómo se explica entonces que estos «economistas» pretendan que se pueda obtener un 5 % de «crecimiento»?. La respuesta es fácil. Se entiende según la lógica neoliberal de aumentar la explotación (productividad), bajar salarios, flexibilizar el trabajo (malas condiciones), restringir legalmente la huelga, disminuir los impuestos de los empresarios y no cotizar para las pensiones de los trabajadores. En resume, un crecimiento del 5 % significa aumentar las ganancias de los capitalistas, eliminar la gratuidad, y disminuir salarios y poder adquisitivos de los trabajadores. Junto con paupérrimas pensiones. ¡Los economistas y chantas neoliberales piden más y más neoliberalismo!

 

El programa timorato del Frente amplio no confronta al neoliberalismo

Cabe agregar, que a menos de un giro mayor de timón en la campaña, el Frente Amplio decepcionará. Éste adoptó como política programática la moderación para captar votos de las llamadas «clases medias», sociológicamente definidas a partir de una esencia conservadora y ganada definitivamente a la versión de Carlos Peña, Lagos y Piñera de la modernidad capitalista y del ciudadano-consumidor soberano y feliz.

La alianza con la clase trabajadora que se exprese en un discurso que la convoca no existe, porque la dirección del FA es de carácter pequeño burguesa. No la ven como estratégica. La dirección del FA no traduce en políticas y propuestas concretas la retórica anti-neoliberal. Es refractaria a plantear incluso el tema del control democrático ciudadano o de trabajadores en la empresa: lo que se designa como la «democracia radical» o autogestionaria.

La falta de empuje es el corolario de las tesis de Carlos Ruiz de Izquierda Autónoma respecto a las clases medias. La coalición de partidos hegemonizada por Revolución Democrática, el Movimiento Autonomista y la Izquierda Autónoma contribuye así a consolidar la percepción de que éstas son, salvo un sector más consciente, proclives al neoliberalismo y que sólo piensan a corto plazo. Por eso hay que ir despacito.

En las primarias del Frente Amplio, con Beatriz Sánchez, triunfó la concepción timorata de que el ciudadano piensa con el bolsillo y no es capaz de ver sus intereses de manera global. Lo que implica un gradualismo moderado como hemos dicho. Ahora bien, de eso se trata: de aprovechar el proceso electoral de campaña para ganar conciencias con ideas que irremediablemente confrontan la ideología dominante del bloque transicional. De trabajar la hipótesis contraria. Que es posible pasar al sector público 20% de la propiedad de las grandes empresas estratégicas del país y del sector financiero (las que corrompen) y tener educación y salud pública gratuitas, mejores salarios y un régimen de pensiones que permita una vida digna. Pero para esto hay que necesariamente construir una fuerza política ciudadana y trabajadora, remover las estructuras políticas económicas y también mentales.

El conflicto social es un dato de la política. Hay que enfrentarse a los reflejos y habitus anquilosados de una clase capitalista empresarial que sólo vive para el lucro y encuentra refugio en un Estado que los protege (es la pega de Valdés, fue la de Velasco y de Larraín).

Lo que no ha entendido la elite del Frente Amplio es que hay que imponerles los cambios a la oligarquía propietaria y mediática. Con la fuerza social de un proyecto político que ofrezca soluciones innovadoras. Y, el Frente Amplio, todo lo indica, a partir de las intervenciones de su dirección y candidata, optó por sacar certificado de buena conducta de niños buenos ante los dueños de Chile. Es parte de la táctica electoral. Al institucionalizarse se adopta el discurso del cambio gradual. Y en ese terreno gana la oligarquía. El fenómeno ocurrió con la Concertación y a menos de una sacudida desde la base del FA, se seguirá el camino de la moderación y la pendiente de la desilusión.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.