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La Canadiense, cien años después

Fuentes: Rebelión

Intervención en el acto organizado por «Izquierda en positivo» el pasado martes 5 de febrero, en recuerdo de aquella conquista obrera, en la Plaza de las Tres Chimeneas del Paralelo de Barcelona (donde estaba ubicada la fábrica) *** No soy persona autorizada para hablar de estos temas. Mi compañera lo haría mucho mejor que yo. […]

Intervención en el acto organizado por «Izquierda en positivo» el pasado martes 5 de febrero, en recuerdo de aquella conquista obrera, en la Plaza de las Tres Chimeneas del Paralelo de Barcelona (donde estaba ubicada la fábrica)

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No soy persona autorizada para hablar de estos temas. Mi compañera lo haría mucho mejor que yo. Siete ideas, ideillas más bien, y un poema. Antes: no a la intervención usamericana en Venezuela, no a las acciones imperiales.

1. En España, ya en 1891 se había declarado una huelga para conseguir las anheladas ocho horas de trabajo. No fructificó. Pero dejó semillas.

Primera idea: la importancia de las tradiciones y los combates obreros

2. Sería la huelga de La Canadiense, convocada en Barcelona en febrero de 1919, hace ahora cien años, la que lo conseguiría. Después de cuarenta y cuatro jornadas de lucha, el 3 de abril de 1919 el Boletín oficial del Consejo de Ministros decretó: «La jornada máxima legal será de ocho horas al día o cuarenta y ocho semanales en todos los trabajos a partir del 1 de octubre». No era conquista para los trabajadores de La Canadiense ni para los trabajadores de Barcelona o Cataluña tan sólo. Era una conquista para los trabajadores y trabajadoras de toda España.

Segunda idea: se puede, claro que se puede.

3. ¡44 jornadas! ¿Nos imaginamos el sufrimiento, la tenacidad, la entrega, la organización, la desesperación en ocasiones, las enormes dificultades, que hay detrás de esas 44 jornadas?

Tercera idea: A veces hay que dar batallas que parecen o pueden parecer perdidas o de imposible o de muy difícil victoria.

4. Los ecos que llegaban de Rusia, se afirma en ocasiones, ecos que evocaban el triunfo de los revolucionarios soviéticos, hacía concebir esperanzas a los trabajadores. Conviene recordar aquella revolución que estremeció al mundo y lo que significó para los trabajadores de todo el mundo.

¿Influyó aquella gran esperanza en los trabajadores de La Canadiense? Probablemente sí.

5. España se convertía de este modo en el primer país de Europa que en ese momento daba reconocimiento legal a la legendaria reivindicación de los trabajadores de todo el mundo.

Quinta idea (esta no es tan solo una ideilla): no está mal que el mundo nos reconozca por esa conquista. No está mal que nos pensemos y sintamos desde esa perspectiva.

6. Miremos a nuestros alrededores: amigos, conocidos, familiares. ¿Se conoce lo que ocurrió aquel año con aquella huelga? ¿Hablamos de esa conquista obrera y social? ¿Se explica a nuestros jóvenes en escuelas e institutos? ¿Vamos a permitir que siga habitando el olvido donde debería habitar nuestra admiración y reconocimiento? La respuesta es fácil: no, no lo vamos a permitir.

7 . ¿Cuántas horas de trabajo reales realizan muchos trabajadores españoles (sobre todo trabajadoras) , europeos, o de cualquier lugar del mundo? ¿No son muchas más? ¿No es hora de volver a pensar en que acaso de nuevo hay que luchar por las ocho horas reales de trabajo o incluso por las 35 (o menos) horas semanales?

La respuesta es fácil: debemos volver a pensar en ello, debemos luchar de nuevo.

Me falta el poema. De Brecht, la «Loa a la dialéctica». Se lo doy en traducción de un gran germanista y filósofo que tal vez hubiera estado con nosotros esta noche, Antoni Domènech.

Los trabajadores de La Canadiense no pudieron conocerlo, se publicó posteriormente. Pero probablemente, a su forma, sintieron, pensaron y se «dijeron» ese poema con sus acciones, con sus luchas, con sus reflexiones, con sus sufrimientos… con su gran victoria, que como todas las victorias obreras y ciudadanas, no es una conquista para siempre a no ser que estemos, alertados, en pie de lucha y defensa de lo conseguido.

Con paso seguro marcha hoy la injusticia.

Los opresores se disponen para otros diez mil años.

El poder asegura: lo que es, persistirá como es.

Voz, ninguna llega, sino las de los dominadores

Y en los mercados, dice bien alto la explotación: Ahora

Llegó por fin mi hora.

Y entre los oprimidos muchos dicen ahora:

Lo que queremos, no ha de venir jamás.

Quien aún siga vivo: ¡que no diga jamás!

Lo seguro, no es seguro.

Lo que es, no persistirá como es.

Cuando los dominadores hayan hablado

Hablarán los dominados.

¿Quién osa decir jamás?

¿De quién depende que persista la opresión? De nosotros.

¿De quién depende su quiebra? De nosotros, también.

Quien haya sido derrotado, ¡que se levante!

Quien esté perdido, ¡que luche!

¿Quién detendrá al consciente de su situación?

Porque los vencidos de hoy son los vencedores de mañana

Y del jamás, saldrá el todavía.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.