Hace 13 años, Juan Emilio del Sagrado Corazón de Jesús Cheyre Espinosa, entonces máxima autoridad del Ejército, envió una misiva a quien fuera su jefe en el Regimiento Arica, en La Serena, durante la dictadura. En ella, el general en retiro -hoy procesado por el caso Caravana de la Muerte- conmemoraba los 30 años del […]
Hace 13 años, Juan Emilio del Sagrado Corazón de Jesús Cheyre Espinosa, entonces máxima autoridad del Ejército, envió una misiva a quien fuera su jefe en el Regimiento Arica, en La Serena, durante la dictadura. En ella, el general en retiro -hoy procesado por el caso Caravana de la Muerte- conmemoraba los 30 años del golpe del 11 de septiembre de 1973 y afirmaba a Lapostol que podía volver a la zona con la conciencia tranquila, ya que en dicha región no hubo detenidos desaparecidos. Querellantes en casos de violaciones a los derechos humanos aseguran que esta carta confirma más que nunca los silencios entre militares involucrados en estas indagatorias y que no pueden eludir responsabilidades.
«Mi coronel, en vísperas de la fecha en que hace 30 años le correspondió ‘probarse’ como hombre, chileno y comandante, reciba mi saludo». Así comienza la carta que el 10 de septiembre de 2003 le envió Juan Emilio Cheyre, entonces comandante en Jefe del Ejército, al coronel Ariosto Lapostol, el hombre a cargo en 1973 del Regimiento Arica de la Serena. Una misiva que fue incluida por el propio Lapostol en el expediente del caso de la muerte y desaparición, en diciembre del 73, del matrimonio Lejderman-Ávalos y que también es parte de los antecedentes de Caravana de la Muerte.
Dentro de las 32 líneas escritas por el propio Cheyre de forma manuscrita, el ex máximo oficial del Ejército reconoce, agradece y valora el actuar de Lapostol en 1973, durante los momentos difíciles por los que pasaba Chile. «Lo vi actuar con eficiencia, prudencia no carente de energía o decisión, justicia, apego a los valores que se nos inculcan a los soldados, lealdad al Ejército, sentido de apoyo a nuestros conciudadanos, ausencia de odio. El resultado seguramente su conciencia lo tiene registrado. Para las estadísticas se cumplió la misión, pero es la única región sin detenidos desaparecidos. Usted puede volver a la zona sin tener que esconder nada», reza la carta.
Para Ernesto Lejderman, a quien Cheyre dejó en un convento en La Serena tras el asesinato de sus padres por parte de una comitiva militar en 1973, esta misiva es una falta de respeto a las víctimas. Para él, ese mensaje de hace 13 años es importante para conocer la complicidad entre Lapostol y Cheyre, así como la responsabilidad respecto a los hechos por los que han sido procesados.
«Si fueran ciertas las palabras de Cheyre en esa carta, que en esa zona no hubo detenidos desaparecidos, no existiría la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos en esa región y lamentablemente sí hubo detenidos desaparecidos y sí existe la agrupación de la Serena. Mi padre, Bernardo Lejderman, estuvo desaparecido hasta 1990 y los restos de mi madre, María Del Rosario Ávalos Castañeda, de nacionalidad mexicana, siguen desaparecidos», afirma Lejderman.
El hijo del matrimonio asesinado en la dictadura afirma además que esta misiva «es un mensaje para mantener los pactos de silencio en el marco de la impunidad y la mentira, ya que está más que comprobado judicialmente que en el Regimiento Arica, que comandaba Ariosto Lapostol, se detuvo ilegalmente, se secuestró, se torturó a muchos hombres y mujeres y también a niños. La carta demuestra un sólido e histórico acuerdo entre el número uno del regimiento, Ariosto Lapostol, y el número dos del regimiento, Emilio Cheyre, ya que son complicidades asociadas. Si cae uno cae el otro y viceversa. Por eso este tenor de la carta de Cheyre a Lapostol».
Juan Emilio Cheyre fue procesado este año por el ministro Mario Carroza en el caso Caravana de la Muerte, en calidad de cómplice en la muerte de 15 personas fusiladas en el Regimiento Arica de La Serena. Para el abogado querellante en el caso, Cristián Cruz, la carta demuestra asimismo que Cheyre, por su cercanía con Lapostol, no puede eludir responsabilidades.
«Esa carta fue enviada con membrete de la máxima autoridad del Ejército, ad portas de un aniversario del golpe de Estado, cargado de un profundo simbolismo, ensalzándose la lealtad al Ejército y afirmando una verdad oficial entre dos victimarios, que buscan negar los crímenes y gozar de impunidad, transformándose ese documento en un pacto de silencio que se promovió desde el alto mando. Juan Cheyre intentó sellar su destino al de Ariosoto Lapostol, unirlo por siempre mediante los lazos invisibles de la negación y el olvido de sus actos, pero cuando reafirmó que ‘se cumplió la misión’ y mostrar su orgullo por lo que hicieron, mostrándose como pavo real ansioso de ser reconocido y admirado, ofendiendo por segunda vez a las víctimas, sí logró que quedasen unidos en la memoria y la historia por su rol en las 15 ejecuciones, las cientos de torturas y todas las vejaciones perpetradas en su regimiento», afirma el defensor de familiares de víctimas de la Caravana de la Muerte en el paso de esta por la Cuarta Región.
Cheyre, a quien el ministro Carroza le tomará declaración en los próximos días, tras reabrir el caso por nuevos antecedentes vinculados al libro de guardia de la cárcel de La Serena, finalizó esa carta remitida a Lapostol en 2003 enviando un abrazo sincero y agradeciendo el mando que tuvo el coronel en aquella época.
«Hoy como comandante en jefe del Ejército valoro en todo lo que significa el poder haber desarrollado mi carrera militar sin fantasmas del pasado gracias a que nunca se me dio una orden alejada de la recta doctrina. He visto tantos camaradas de armas, igualmente jóvenes, que hoy sufren al no haber tenido verdaderos comandantes. Reciba en este día un abrazo muy sincero», se despidió el hoy procesado Juan Emilio Cheyre.