Apenas llegaba a su mayoría de edad la única revista cubana especializada en Artes Escénicas, cuando pusieron sobre sus hombros el peso de una apuesta que le incluye y traspasa: las cien páginas de Tablas devenían, en septiembre del año 2000, eje central de Ediciones Alarcos. Le nacía a San Ignacio 166 un aura, una […]
Apenas llegaba a su mayoría de edad la única revista cubana especializada en Artes Escénicas, cuando pusieron sobre sus hombros el peso de una apuesta que le incluye y traspasa: las cien páginas de Tablas devenían, en septiembre del año 2000, eje central de Ediciones Alarcos. Le nacía a San Ignacio 166 un aura, una cofradía de ingenios que ha dado a los teatristas y devotos cubanos del escenario más de un regocijo. Exactamente, 75.
Para fortuna de quienes nos empeñamos en celebrarlo, quienes habitan la Casa Editorial Tablas-Alarcos han reseñado cada uno de esos regalos con la laboriosidad de una colmena: así supimos que durante los últimos diez años, las librerías cubanas han visto circular de sus estantes a las manos de los lectores más de 300 piezas teatrales, comprendidas en un total de 75 volúmenes firmados por cerca de 145 autores. Entre ellos un número importante de dramaturgos noveles, a muchos de los cuales debemos algunas de las puestas más memorables de los últimos tiempos en la escena nacional.
Pero la Casa de San Ignacio ha sido mucho más que sus cinco colecciones. La transformación estructural que significó la fundación de Tablas-Alarcos, redimensionó el perfil de la publicación que le origina, en lo que concierne al espíritu de trascender lo puramente editorial. Tablas-Alarcos es hoy una institución cultural y como tal ha convocado al pensamiento, al ejercicio crítico, al debate y la creación en función de los destinos de la producción escénica en la Isla. Los Encuentros Teatro y Nación, el proyecto Tubo de Ensayo, la creación de multimedias, las presentaciones de textos, las conferencias a cargo de especialistas reconocidos y los Premios que han sido convocados, dan fe de un organismo vivo, en constante quehacer.
Especial trascendencia han tenido las convocatorias al Premio de Dramaturgia Virgilio Piñera, al de Dramaturgia para Niños y de Títeres Dora Alonso y al de Teatrología Rine Leal, certámenes que surgieron junto con la reformulación del Premio Tablas Anual de Crítica y Gráfica. De la mano de estos triunfos, han visto la luz obras de autores consagrados como Amado del Pino o Norge Espinosa, junto a las de jóvenes creadores como Lilianne Lugo y Rogelio Orizondo.
No obstante, si algo testifica en favor de los esfuerzos realizados por la Casa Editorial en función de promover la dramaturgia en tanto creación literaria genuina y la reflexión teórica en torno a la expresión artística que la concreta, ha sido su presencia en los Festivales de Teatro de La Habana. Responsable de la coordinación de las sesiones teóricas y pedagógicas del principal evento de las tablas en Cuba y con su iniciativa itinerante «Desde San Ignacio 166», la sede de Tablas-Alarcos acoge cada dos años el intercambio entre los teatristas que llegan en esa época a la capital cubana y los que desde la Isla se desempeñan.
Y no les bastó la sede física: a la aldaba de San Ignacio le nació un doble sui generis en ese espacio privilegiado que es Internet. No obstante, aunque quizá en pocos meses la cita de los lectores con las piezas teatrales, de los dramaturgos con sus creaciones en blanco y negro, sea en la calle Línea ―arteria teatral capitalina por excelencia, como lo es 23 al cine ―, la casona de La Habana Vieja no puede escaparse esta vez de las celebraciones. La primera década de vida de la Casa Editorial Tablas-Alarcos le honra porque supo advertir que este milenio llegaba también al escenario con nuevos horizontes. Y le abrió las puertas, hasta hoy. Aun cuando no escampe del todo. Aun cuando la casa añore un vecindaro.