Adolfo Muñoz considera que en el fondo del debate sobre el futuro de las pensiones se encuentra el reparto de la riqueza. Sostiene que el sistema de pensiones no está en crisis y que la reforma se realiza para favorecer al sistema financiero. «Los empresarios ya empiezan a decir que tienen que cotizar menos» advierte, […]
Adolfo Muñoz considera que en el fondo del debate sobre el futuro de las pensiones se encuentra el reparto de la riqueza. Sostiene que el sistema de pensiones no está en crisis y que la reforma se realiza para favorecer al sistema financiero. «Los empresarios ya empiezan a decir que tienen que cotizar menos» advierte, y anima a la sociedad vasca a expresar su malestar.
¿Por qué es necesaria la huelga general del 27 de enero?
Porque en la sociedad percibimos que hay un gran malestar, porque la clase política, de encargo y conducida como el ganado, está atacando salarios y derechos sociales. La política no va a cambiar si a los políticos no se les fuerza a que tomen otras decisiones. La huelga general tiene una vertiente informativa y de forzar el debate, porque lo ocultan. Estamos realizando un gran esfuerzo militante de llevar la alternativa a los centros de trabajo, a la clase trabajadora y a la sociedad. La huelga general es coherente y proporcional con la dimensión del ataque que se está llevando a cabo contra la sociedad.
¿Los políticos no hacen caso a la población?
Una gran parte de la clase política no dirige el coche en el que va montado. Otra parte es consciente del papel que desempeña. Unos y otros están muy preocupados, porque son conocedores de que la población se da cuenta de que no son los que mandan, que son quienes representan el interés del poder económico, del capital y de la gran empresa. Como es posible otra alternativa, están muy preocupados, porque la agenda sostenida de la reivindicación moviliza a la gente, le hace mostrar la indignación en la calle y temen que les interpele por ese papel que están jugando.
¿La huelga les hará daño?
Evidentemente, la huelga no se puede juzgar como un acto aislado, nunca ha sido así en la historia del movimiento obrero. El poder del neoliberalismo es tremendo y lo ha contaminado todo. Ha eliminado la socialdemocracia, la ha quitado de en medio y la ha metido en nómina. A partir de ahí tienes una foto patética, donde el centro, la derecha, la socialdemocracia y algunos de izquierdas interpretan el mismo guión. Por eso, hay que darle muchísimo valor a la agenda reivindicativa, como estamos haciendo la mayoría sindical vasca desde 2009.
Tres huelgas en dos años y medio, ¿no son muchas?
En 1985 se hizo una huelga general contra la reforma de las pensiones porque se elevaba la base reguladora de dos a ocho años, entre otras cosas. Lo que hoy se plantea sobre aquella agresión es una mayor barbaridad desde el punto de vista de la proporcionalidad, por eso nadie puede discutir que la huelga general sea proporcional al ataque que estamos sufriendo. Tenemos que denunciar con dureza al poder político, a la casta política que gestiona esa situación de absoluta irresponsabilidad porque actúa en connivencia con el capital, la banca y la gran empresa. Y es muy fuerte que no acepten que quienes no les damos valor les metamos en un debate distinto, porque la información y el debate son un límite para ellos, y no lo quieren. En esta fase, lo que dicen es que les da igual lo que se les diga, sin embargo, nunca puede dar igual una respuesta ciudadana democrática.
Euskal Herria no se ha mantenido indiferente.
Cierto. En relación a ese tema rompimos su agenda en mayo de 2009, contra todos: la patronal, los gobiernos y los demás sindicatos. Dijimos que si no se cambiaban las políticas vendrían los ajustes, y se ha cumplido. No teníamos una bola de cristal, pero era evidente que el capital quería instrumentalizar la crisis para atacar los salarios y los derechos sociales, porque este capital codicioso que viene de una fase de acumulación sin precedentes, no se adapta a una fase de beneficios moderados. Solamente entiende de beneficios especulativos. Y en esta fase las reformas que se plantean son la reforma laboral, reforma de la negociación colectiva para limitar la respuesta del movimiento sindical mediante la centralización, el empeoramiento de las condiciones de trabajo y, evidentemente, la reforma de pensiones para darle al capital en esta nueva fase el incremento del negocio que no gestiona.
Algunos de los que anunciaron una huelga nada más conocerse esta reforma de las pensiones tan agresiva se han retirado.
Yo creo que el debate no es intersindical. Porque hay mucha gente en esas organizaciones que juzga, igual que nosotros, que hay un ataque al que hay que responder. La explicación la dio un medio de comunicación del Estado español en noviembre cuando dijo que si los sindicatos españoles no están a la altura de las exigencias del mercado, que se les envíe a Hacienda para recordarles las ingentes cantidades de subvención pública que reciben. Rodríguez Zapatero ha colocado las subvenciones a un lado y las reformas al otro, el sindicalismo nacionalista español ha decidido ir por elevación. No queremos hablar de cosas concretas, pero nos dicen que van a hacer un pacto de reindustrialización, de la energía después de subir la tarifa en un 35%. Es un teatro y no sabemos en qué va a acabar.
Mal para los trabajadores…
Sí, mal para los trabajadores. Sí, pero en el horizonte está el deseo de desmovilizar a la clase trabajadora. Zapatero no busca una alianza con el movimiento sindical, sino que le acompañen en las decisiones. La alianza de Zapatero es con la derecha para hacer políticas de derecha.
En la reforma laboral, reclamó a los representantes políticos vascos que no dieran el voto contra los trabajadores, pero no le hicieron caso. ¿Qué va pasar ahora?
Con los antecedentes, no hay por qué pensar lo contrario, porque con votos a favor o con abstenciones los recortes del Gobierno español en las reformas, en los presupuestos, se han producido en Gasteiz, en Madrid, y en otras instituciones. En el fondo está la negativa a abordar el debate desde los ingresos, de hacer una reforma fiscal en profundidad para abordar elementos de progresividad. Ahora mismo no sabemos en que están en desacuerdo.
Parece que en nada.
Así es. Desde luego en política económica y social no apreciamos distinción.
¿Con el recorte de pensiones no hay diferencias?
En función de lo que aparece, no; porque el Pacto de Toledo orienta mucho y deja margen para que discrecionalmente el Gobierno decida. Por ejemplo, orienta que las pensiones no se paguen con impuestos. Que solamente se paguen con cotizaciones sociales. Quienes aceptan eso están justificando los recortes, evidentemente cada uno es soberano, pero ante ese ataque tenemos que decir quién da cobertura al mismo.
¿El sistema de pensiones está en crisis?
No, radicalmente no. Lo que hay en relación a eso es una campaña orquestada por los expertos para apercibir al poder político. Están en nómina del poder financiero. Han condicionado la agenda mediática para dar sensación de que no hay alternativa a la reforma de pensiones, pero la alternativa está en más y mejor empleo, con más cotización, subir las cotizaciones sociales porque es salario diferido y que lo pagamos los trabajadores, discutir con qué impuestos se puede financiar las pensiones, igual que se hace con el Ejército, la Casa Real o los partidos políticos. O discutir la inutilidad de las bonificaciones que dan a las empresas, porque son totalmente inútiles para crear empleo. Hay alternativa, hay que tocar eso, y ese debate lo veta la patronal mientras el poder político le rinde pleitesía.
¿Cuál es la alternativa?
La que estamos planteando. En esta coyuntura sólo las organizaciones que tienen autonomía financiera, que tienen realidad organizativa, tienen capacidad de enfrentarse con el rigor necesario a lo que está pasando. El poder político y económico ha metido en nómina a mucha gente, a muchas organizaciones y gran parte de la intelectualidad entre comillas. La huelga interpela a la clase política, pero no puede ser que interprete de una manera tan ciega, tal como pollo sin cabeza, el papel que hace. Unos sí saben, otros han renunciado a preguntarse lo que ocurre. Por eso, una vez más la huelga va a ser un éxito.
«Al poder político le asusta ver en la calle a mucha gente que le contradice»
¿Qué le pediría a la la población vasca ante esta nueva huelga general?
Le diría que el hastío y el cabreo que acumula -porque no hay una persona que no te pare y te diga que está en contra de lo que se plantea con las pensiones- lo traduzca en indignación y participación ciudadana democrática en el ejercicio de un derecho fundamental como es la huelga general, y que participe en las movilizaciones. Al poder político le asusta ver gente que le contradice en la calle movilizándose.
¿Los jóvenes no llegarán a tener una pensión? ¿Y los mayores?
Estamos todos en este problema: los autónomos, los baserritarras, los jubilados a los que se les ha congelado la pensión vulnerando lo que indica el Pacto de Toledo, los activos, a los que nos lo van a poner muy difícil para tener una pensión, las mujeres y quienes tienen contratos temporales y a tiempo parcial.
La realidad es que la cuantía de la pensión se reducirá mucho, porque modifica la base reguladora y el cómputo de años. Los desempleados tendrán problemas porque en la medida que se alarga la llegada de la jubilación, ellos tardarán en entrar al mundo del trabajo. Todos estamos llamados a la huelga y la responsabilidad es de la militancia de las organizaciones para transmitir este mensaje y llevar a la calle ese malestar.
¿Euskal Herria puede tener un sistema propio de Seguridad Social?
Sin duda. En la agenda de la mayoría sindical vasca y en el decálogo que realizamos tras la huelga del 21 de mayo ya figura el desarrollo del Marco Vasco de Relaciones Laborales y de Protección Social. Una parte del debate es la capacidad de decisión sobre las políticas publicas y entre las reivindicaciones, está la reclamación de soberanía para poder decidir nuestro futuro como pueblo.
Fuente: http://www.gara.net/paperezkoa/20110123/244606/es/La-casta-politica-actua-connivencia-capital/