Hay inquietud en el ambiente, más que nada porque estamos acostumbrándonos a que la familia Uribe sea salpicada de sangre, pero nunca le quede mancha alguna
Todo ciudadano es inocente hasta que se demuestre lo contrario, pero debe llevarse a cabo una investigación juiciosa en torno al contexto y los hechos, de modo que se pueda esclarecer la verdad.
En este proceso, es fundamental que la parte investigada muestre su voluntad y disposición para ser indagado y auscultado, porque el que nada debe, nada teme. Así pues, resultan varios interrogantes que hay que responder en torno al caso Santiago Uribe Vélez, Los Doce Apostóles y, por supuesto, el siempre salpicado, pero nunca con manchas, expresidente Álvaro Uribe.
Lo primero que hay que dejar claro es que el proceso de investigación en contra de Santiago Uribe por presuntos nexos con el paramilitarismo empezó hace casi 20 años, periodo en el cual han muerto, extraña y casualmente, siete de los que fueren testigos claves para esclarecer la verdad. Entre ellos están alias El Relojero, supuesto informante del grupo; los hermanos Múnera, Hernán Darío Zapata alias Pelo de Chonta, a quien mataron por andar soltando información del grupo mientras estaba borracho, y a los Pemberthy, sicarios de Los Doce Apóstoles.
Por allá en 1996, cuando Álvaro Uribe era gobernador de Antioquia, Santiago Uribe fue investigado abiertamente, pero la Fiscalía dictó autos inhibitorios por falta de pruebas. En el 2000, tras hacerle suficiente quite al tema, fue archivado.
Más adelante, surgieron tres testigos claves:
Eunicio Pineda Luján, extrabajador de la finca La Carolina, propiedad de Santiago Uribe, campesino al que la defensa de Uribe tildó de mentiroso, diciendo que ni siquiera trabajó en la región y que era loco. Pero investigaciones de campo de la Fiscalía en Yarumal y el examen sicológico de Medicina Legal determinaron que ambos argumentos de defensa eran falsos, que sí trabajó allí y que no está loco, sólo perturbado por la persecución e intentos de asesinato de los cuales fue víctima cuando quisieron eliminar todo rastro y testigo del Clan, dándole validez a las declaraciones de Pineda Luján.
Otro testigo, es el agente Alexánder de Jesús Amaya Vargas, acusado por crímenes de Los Doce Apostóles, quien desde un principio ha dejado en claro que sus acciones correspondían a directrices de Santiago Uribe Vélez.
Y por último, el mayor (r) Juan Carlos Meneses, quien desde luego ya fue desacreditado por la defensa del uribismo y quien, casualmente, ha sufrido varios intentos de asesinato que según él han buscado acallar su verdad. Este último fue la cereza del pastel para ordenar la detención del ganadero, pero desde ya hay suspenso en el ambiente por la posibilidad de que los testigos que tiene la investigación, casualmente, resulten asesinados o desaparecidos para conveniencia del denunciado.
No genera confianza que la bancada del Centro Democrático se lance al espectro a tildar de secuestro la detención de Santiago Uribe, sosteniendo como argumento la buena persona que es, sus actos de caridad o incluso recordando que es el hermano del expresidente Uribe. Y bueno, si bien ha salido campante de anteriores escenarios, debe comparecer ante la justicia por los hechos que se le imputan en este momento, como un ciudadano común y silvestre, ganadero o paramilitar, con miras a esclarecer su responsabilidad en los hechos cometidos por Los Doce Apóstoles.
Y sí, me refiero a cómo el expresidente se rodeó de criminales y delincuentes probados como Mario Uribe, Sabas Pretelt, Diego Palacio, Andrés Felipe Arias, Bernardo Moreno, Alberto Vásquez, Mauricio Santoyo, Jorge Noguera, Maria del Pilar Hurtado, etc, etc., los cuales él ha calificado como «es un buen muchacho», «es un caso aislado» o «sucedió a mis espaldas». Tristes coincidencias que manchan el accionar del expresidente, pero nada más. La propia Corte encontró que cuando era presidente, Uribe dio la orden de ofrecer prebendas para garantizar su reelección, y pese a que Pretelt y Palacio ya fueron condenados, el autor intelectual del delito sigue campante, de Honorable Senador de la República.
«Siguiendo instrucciones del entonces presidente Álvaro Uribe, el exsecretario general de la Presidencia y los exministros de Protección Social y del Interior dispusieron del poder que les conferían sus altos cargos para pagar con una serie de nombramientos el voto favorable de Yidis Medina y la ausencia de Teodolindo Avendaño», dijo la Corte.
También recuerdo a Robeiro Castrillón, lugarteniente del capo Diego Montoya y el único posible testigo del ventilador que prendió Montoya y que salpicaba fuertemente a Álvaro Uribe Vélez y ciertos de sus cercanos. Casualmente, Castrillón también fue asesinado días antes de cantar lo que sabía.
O si no que lo digan en Yarumal, donde los propios habitantes dicen: «Aquí uno tiene que callarse o si no lo matan…», a propósito del tema de Los Doce Apóstoles. Entonces, ¿quién o quiénes son los culpables y autores intelectuales de tantas muertes que casualmente favorecen el caso de Santiago Uribe? ¿seguirán vivos estos testigos que amenazan con la verdad?
Quedan muchas dudas del caso de Santiago Uribe, interrogantes que se plantean en el libro ‘El Clan de los 12 Apóstoles’ donde la escritora y periodista Olga Behar habla sobre los nexos de los Uribe, desde el fallecido Alberto Uribe Sierra, con el narcotráfico, los paramilitares, la limpieza social, la delincuencia común y los crímenes de lesa humanidad.
Les dejo tres capítulos del libro que hay que leer con cuidado. Investigación que por otra parte salió a la luz gracias a que la periodista hizo su trabajo sin que los Uribe se dieran cuenta, tomándolos por sorpresa la publicación del mismo, pero que, infortunada y casualmente, tampoco ha ocasionada ninguna acción legal.
Entonces, con marchas del Centro Democrático y declaraciones de uribistas, vale la pena preguntarse si hay tal persecución política contra el uribismo o son simplemente acciones tardías que buscan dar con la verdad y encontrar justicia en cientos de procesos que están impunes. Sí, impunidad, lo que ellos tanto dicen odiar.
Publicado originalmente el 3 de marzo de 2016. Con la oreja roja