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La causa de la causa

Fuentes: Rebelión

Los cristianos para Nerón, los infieles para la cristiandad, los ateos para los católicos, los comunistas para los fascistas, los judíos para los nazis, los nazis para los aliados… tenían la culpa de todo; lo mismo que los islamistas o musulmanes hoy la tienen de todo lo que de horroroso se sufre en Occidente. Pero […]

Los cristianos para Nerón, los infieles para la cristiandad, los ateos para los católicos, los comunistas para los fascistas, los judíos para los nazis, los nazis para los aliados… tenían la culpa de todo; lo mismo que los islamistas o musulmanes hoy la tienen de todo lo que de horroroso se sufre en Occidente.

Pero a este asunto aplico el mismo razonamiento que me hago para no abrazar religión o ideología o filosofía alguna: o todas son verdaderas o todas son un error.  En este caso, todas las religiones, todas las ideologías y todas las filosofías me parecen verdaderas, lo que puede fracasar eventualmente es su aplicación; pero en esas masivas formas de culpar, a través de sus dirigentes y periodistas, de sus desgracias una sociedad a grupos humanos que coexisten dentro de ella, lo más probable es que estén equivocados. Pues, aparte de que puede haber otras causas, es muy conocida en la historia de los enemigos la treta de cometer acciones abyectas para presentar al adversario ante el pueblo o la pública opinión como su autor. En todo caso siempre aparece como factor que mueve a sospecha la rapidez con que estos supuestos, a priori preparados con meticulosidad, se resuelven policiacamente,  que contrasta con la premiosidad y dificulta que suelen estar presentes en la resolución de otra clase de delitos.

No es posible ni prudente negar las verdades oficiales acerca de lo acontecido el otro día en Barcelona, en correlación con lo ocurrido en otras ciudades europeas. Pero si fuese exacto que los autores del atropello ignominioso hubiesen sido exactamente los abatidos a tiros, y los de otros actos de barbarie en otros sitios de la misma  procedencia, hay un modo racional y expeditivo para terminar con la pesadilla yihadista (yihad, concepto manejado, por cierto, de manera torticera y maliciosa en línea con todo lo demás).

Quiero decir que  lo mismo que la manera más eficaz de protegerse del ladrón es no exhibir públicamente o ante él las joyas, la mejor manera de acabar con el presunto terrorismo islamista pasa por abandonar para siempre los países donde rigen la religión musulmana y sus preceptos; países -hay que resaltarlo- que han sido ocupados y laminados por la belicosidad, por los intereses, por la ambición y por la depravación de los dirigentes occidentales, principalmente anglosajones. No hacerlo así equivale a sentarse estos en el banquillo de la verdadera culpabilidad. Pues son ellos,  esos dirigentes, políticos, económicos y empresariales, sus intereses, su ambición y su depravación causa de la causa de todos los desastres de esta clase sobrevenidos a cada país occidental. Y mientras ellos permanezcan en esos países, saqueándolos o no, el peligro rondará en nuestras ciudades…

Jaime Richart, Antropólogo y jurista.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.