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La censura fascista

Fuentes: ANNCOL

Sólo desde los medios alternativos de comunicación, Indymedia, Voz, Desde Abajo, ANNCOL, entre otros pocos, se denuncia la censura manifiesta y vedada en Colombia, por obvias razones, desde los medios oficiales, los periodistas prepago guarda un silencio sepulcral. Estos tienen empeñada la cuchara, o mejor la pluma. Primero se llevaron a los TELESUR, pero a […]

Sólo desde los medios alternativos de comunicación, Indymedia, Voz, Desde Abajo, ANNCOL, entre otros pocos, se denuncia la censura manifiesta y vedada en Colombia, por obvias razones, desde los medios oficiales, los periodistas prepago guarda un silencio sepulcral. Estos tienen empeñada la cuchara, o mejor la pluma.

Primero se llevaron a los TELESUR, pero a mí no me importó porque yo no era. Luego mataron al director de VOZ, pero a mí no me importó porque yo no era. Luego atacaron a Molano, pero a mí no me importó porqué yo no era, luego amenazaron a Lozano, pero a mí tampoco me importó, luego atacaron a Botero, pero como yo no era, no me importó, ahora nos llevan a nosotros (María Elvira Samper, Rodrigo Pardo) pero es demasiado tarde. Este epitafio, lo escribiremos sobre el cuerpo inerme de la revista CAMBIO. Q.E.P.D.

El periodismo colombiano bajó las armas para garantizarse la subsistencia, y con ello, muere la verdad. Los periodistas prepago, por acción u omisión se vuelven cómplices del crimen, exaltando paramilitares, silenciándose ante la tiranía, conviviendo con la violación de la ley, sucumbiendo a las dadivas hechas chivas, mirando para el otro lado, cuando el concierto para delinquir se vuelve política de Estado. Ante el acabose ético del régimen colombiano, los periodistas, con pocas excepciones callaron y se inclinaron ante la arrogancia del poder.

Existe un principio para no olvidar, en un régimen fascista, la primera damnificada es la verdad, y ésta ha muerto en Colombia.

Otro principio para no olvidar, en un capitalismo globalizado o en uno dependiente como el nuestro, es el criterio gerencial que impera en toda empresa, cuyo criterio de rentabilidad esta en el centro de todo. No es el hombre, ni la verdad, ni la dignidad humana, ni el dolor de las ejecuciones extrajudiciales, ni las desapariciones, ni el desplazamiento de miles de colombianos lo que está en el centro, tampoco la ausencia de democracia.

La dictadura fascista en Colombia pone al centro sus ansias de poder, de dinero, y el mantener sus privilegios, pero sobre todo de perpetuarlos en el tiempo.

Estamos aún a tiempo de crear un gran sindicato clasista de medios, con una carta ética que guie la profesión en la búsqueda de la verdad, pero sobre todo defendiendo al pueblo colombiano. La ética periodista debe llevarnos a tener un compromiso con el sufrimiento del pueblo colombiano.

Esperemos que mañana no sea demasiado tarde.