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La centroizquierda dividida

Fuentes: Nueva Sociedad

La Democracia Cristiana sacudió el tablero político chileno al respaldar el avance de la reforma tributaria promovida por el gobierno de Sebastián Piñera. El resto de la oposición, dividida entre la centroizquierda y el Frente Amplio, no parece encontrar su camino. Acusaciones cruzadas, dimes y diretes, amagos de acuerdo y de nuevo desorden. Ese ha […]

La Democracia Cristiana sacudió el tablero político chileno al respaldar el avance de la reforma tributaria promovida por el gobierno de Sebastián Piñera. El resto de la oposición, dividida entre la centroizquierda y el Frente Amplio, no parece encontrar su camino.

Acusaciones cruzadas, dimes y diretes, amagos de acuerdo y de nuevo desorden. Ese ha sido el tenor de las relaciones en la centroizquierda chilena -desde la Democracia Cristiana al Frente Amplio-, desde que asumió el gobierno del presidente Sebastián Piñera hace poco más de un año. Pese a muchos intentos, la centroizquierda ha sido incapaz de construir mínimos comunes que ofrezcan una visión y una estrategia más o menos coherente como oposición y, en cambio, han disputado espacios y protagonismos menores, y así polarizado el sistema. En definitiva, se han desconectado de los temas más sensibles para la ciudadanía.

En ese contexto, la Democracia Cristiana, que quedó con poco peso parlamentario después de las elecciones, y viendo su escasa capacidad de influencia, decidió dar un golpe en la mesa: se desmarcó del resto de la oposición y le dio los votos al gobierno para avanzar en la reforma tributaria -pilar de la arquitectura ideológica de la derecha- y una de las medidas más resistidas desde la izquierda. La reforma tributaria es criticada por su regresividad, que se estima generará una exención tributaria de más de 600 millones de dólares al 1% más rico del país, y que hasta el momento propone mecanismos de compensación por la pérdida de recaudación que no convencen ni a políticos ni a técnicos.

El momento elegido por la Democracia Cristiana (DC) para dar este giro ha sido particularmente criticado. Y es que cambiar la estructura tributaria era tan central para el gobierno, que varios ministros estuvieron los últimos siete meses negociando con la oposición para aprobar la «idea de legislar» y evitar así la muerte del proyecto antes de empezar a discutirlo. El nerviosismo del gobierno le había dado un importante margen de maniobra a la oposición, quien hace tan solo un par de semanas se dio finalmente cuenta de la inmejorable oportunidad y logró un acuerdo -desde la DC al Frente Amplio- sobre principios rectores de su trabajo como oposición. El gobierno, con minoría parlamentaria, parecía derrotado: «están en el suelo», se escuchaba por ahí.

La apuesta de la Democracia Cristiana

Los nuevos vientos que parecían soplar en la oposición con el reciente acuerdo mostraron ser poco más que una brisa: a pocos días de la firma de ese acuerdo, la DC lo rompía para apoyar el avance de la tributaria en el Congreso.

Las razones que motivaron a la directiva DC son muchas, pero en el largo plazo la movida de la Democracia Cristiana, aunque arriesgada, parece inteligente. Si resulta bien, la DC podría convertirse en una bisagra del sistema político, recuperar su debilitado peso específico y ser la llave de la construcción de mayorías que necesita tanto el gobierno como la oposición.

Y si la apuesta es un error, la DC tiene poco que perder: la estrategia del «camino propio» en las últimas presidenciales le alcanzó para un magro 5,9% de los votos y en las parlamentarias pasó de tener el 17 al 8,5% de la Cámara de Diputados y en el Senado disminuyó su presencia de 15,7 a 11,6%. En las encuestas, por su parte, las personas que declaran sentirse identificadas con la DC apenas superan el 10%. Las cifras le han mostrado a la DC que no puede sobrevivir sola, pero que unida a sus amigos de centro-izquierda avanza a la irrelevancia.

Si logra ser el pivote que busca, la DC aumentará su valor e influencia, pero tendrá que flexibilizar posturas y convertirse en un partido «pragmático» -oportunista dirán algunos-para poder así maximizar cada oportunidad y darle victorias políticas a unos u otros. Irónicas vueltas de la historia porque la DC se creó, precisamente, con el objetivo de ser la alternativa al «centro pragmático» que fue el Partido Radical durante la mayor parte del siglo XX, que lo hizo gobernar tanto con la derecha como con la izquierda y que la DC rechazó definiéndose como un «centro programático».

Los tres coletazos

La primera en sentir el golpe fue la propia Democracia Cristiana, que rápidamente evidenció las históricas diferencias entre su ala conservadora y liberal. Algunos senadores rechazaron el voto de sus correligionarios de la Cámara, unos diputados anunciaron que podrían congelar su militancia y un tradicional líder DC, ex senador y ex presidente del partido reflotó el fantasma de la escisión, llamando a crear el Partido Democratacristiano de Centro.

Al resto de la oposición la jugada de la DC la obliga a un reordenamiento que no estaba en los planes de nadie. Y no será fácil, porque la oposición no es una sino varias: la Democracia Cristiana (que podría dividirse), la centroizquierda (ex Nueva Mayoría) que gobernó con Bachelet, y el Frente Amplio ya dividido entre el G15 (los 15 parlamentarios más dispuestos a conversar con la ex Nueva Mayoría) y el G5, el grupo de los restantes 5 congresistas más radicales.

Al gobierno es al único que todo esto le sienta bien. Durante el año que lleva en el poder, el Ejecutivo se ha mostrado errático, desorientado y oportunista. Al no tener mayorías para los proyectos realmente importantes, ha gobernado para las encuestas y ha hecho una pirotecnia mediática que solo revela su imposibilidad de controlar la agenda. Solo en el mes de marzo, el despliegue del presidente Piñera con mucho supera lo habitual: hizo 13 anuncios de diferentes políticas públicas, participó en 33 actividades y dio 6 entrevistas en medios. Su popularidad, sin embargo, sigue en picada, y ha caído 19 puntos en un solo año.

Hoy tiene al menos la buena disposición de la DC y, con eso, el gobierno retoma la confianza para acelerar la tramitación de otros proyectos complejos como la reforma previsional, la reforma laboral y la reforma a las Isapres (seguros privados de salud) en las que la postura que adopte la DC va a ser clave.

Ahí se verá si esta apuesta de la Democracia Cristiana por sobrevivir resulta exitosa, o si con esta estocada terminan sumidos en la irrelevancia de la que están tratando de huir.

http://nuso.org/articulo/chile-centroizquierda-division-progresismo