«Los últimos días de la Humanidad», de Karl Kraus, es un señalamiento exacto, una gran burla hecha a la clase de la guerra, es una denuncia incontestable, y una obra literaria de la mayor altura, de las que perduran, una obra construida con el material proporcionado por esa corte de individuos que se representa con […]
«Los últimos días de la Humanidad», de Karl Kraus, es un señalamiento exacto, una gran burla hecha a la clase de la guerra, es una denuncia incontestable, y una obra literaria de la mayor altura, de las que perduran, una obra construida con el material proporcionado por esa corte de individuos que se representa con la más indigna arrogancia política y el pensamiento servil, una obra para poner en escena. El fruto de la arrogancia política inhumana y del pensamiento servil a tales canallas es el odio hacia los iguales, es la irracionalidad empleada en defender los intereses exclusivos de monarcas, burgueses y servidores, todos los que hicieron, hacen, estallar la guerra para robar las riquezas que no alcanzaban, que no alcanzan.
En la «Nota Previa», entrada a «Los últimos días de la Humanidad», se nos dice que Karl Kraus recoge «las voces de la Primera Guerra Mundial,… pues la guerra se dio no solo en los campos de batalla…, sino también, en los sonidos y chirridos del lenguaje en el frente y en la retaguardia». A. Kovacsics, autor de la «nota Previa» y traductor de la obra, destaca el valor de las jergas y dialectos dentro de lo establecido, del lenguaje popular y el lenguaje normativo, y como el autor se sirve de ello para componer su denuncia, mediante formas teatrales populares, de la barbarie que ocasionaron la aristocracia y la burguesía en defensa de los intereses más miserables. Deja para el final una definición de Kraus que hay que remarcar: «Crítico implacable de la literatura «modernista» de su época». El modernismo de los años 20 era la expresión de la burguesía para distraer la atención de la realidad, el refinamiento burgués y aristocrático, el clasismo con el que mirar para otro lado y hacer mirar para otro lado a los incautos y aspiradores a un espacio reservado al arte como juego, un arte para no discutir lo que estaban protegiendo, para suspender el pensamiento y apartar la vista de la realidad, de lo que afectaba a los desposeídos, un arte de los poseedores, de los explotadores, un arte para que no se escuche la crítica a la guerra.
Karl Kraus levanta acta de lo dicho por los patanes, aduladores y asesinos en su verborrea gritona de patrioterismo, de su cinismo, desde el más bestia al que pretende aparentar y acentuar esto con refinamiento, voces actuales de su clase y voces de quienes extienden tal suciedad en las conciencias, lacayos de galones y mando sobre tropa, lacayos difusores empleados en papel prensa,… Karl Kraus abrió el espacio a las nuevas formas de teatro, que hoy, acercándonos a los 100 años de distancia de éste genio, bajo el neofascismo, el absolutismo del poder financiero y el secuestro y crimen de los valores sociales hay que recuperar con suma urgencia. Ahora se nos presenta la versión escénica que recoge tanto las palabras que se pronunciaban en la calle como las que se escribían y las que declaraban jerifaltes en ámbitos apartados, todas las que escuchó, leyó o encontró en libros personales o en la prensa, todas las palabras agitadoras de la guerra, vividoras de la guerra, justificadoras de la primera guerra europea en defensa de los intereses de la monarquía.
Este libro es el zapato de los pueblos europeos, el zapato de millones de personas honestas, para lanzar por millones, por todos los millones de personas que murieron y hoy mueren, a los asesinos coronados que las llevaron a cabo y a los que hoy las emprenden. Este libro es el zapato-libro que Karl Kraus nos legó a las gentes que aun somos conscientes, además de ejemplificar una alternativa desde el mundo cultural a la ideología de tales asesinos. Karl Kraus nos advierte que todo lo que dice y tal cual lo dice fue dicho, fue pronunciado y esas palabras fueron la música de la época. «El documento es protagonista», su valor crece conforme avanza la lectura, y nuestro autor hace una advertencia al final de su Prólogo: «A quien sea demasiado sensible, aunque posea suficiente insensibilidad como para soportar nuestra época, le convendrá mantenerse alejado de éste espectáculo». Haga un esfuerzo, no siga el dictado de Kraus, léalo y délo a leer.
Algunos párrafos del libro:
«El quinto: ¿No habéis leído el periódico? Mirad lo que pone aquí (saca una hoja del periódico): «Bajo ningún aspecto se to…to…le…lerarán los excesos patrióticos que, además, pueden repercutir negativamente en el turismo.» Porque ¿dónde queréis que se desarrolle luego un turismo si no, dónde? ¿A ver?»
Conversación en la calle:
«»El sexto: ¡Bravo! ¡Tiene toda la razón! Promover el turismo no es moco de pavo, no señor…
El séptimo: ¡Cierra el pico!
El octavo: Así es. ¡Que esto es una guerra, y no estamos pa bromas!»
Encuentro de siquiatras para analizar a un pacifista preso. Imponen la consideración de loco a quien no obedece:
«El profesor Boas: …; ahora, (en la guerra) bajo el peso de las privaciones, millones de personas han vuelto a encontrar el camino hacia la naturaleza y hacia una forma de vida sencilla… Nuestra población es ahora más sana a pesar de la desnutrición. El veneno del pacifismo ha penetrado ya incluso en los cerebros sanos, y el exagerado idealismo de los detractores de la guerra alienta a los bragazas y emboscados a adoptar lo que constituye el peor de los males padecidos por el pueblo alemán. Éste hombre… llamó la atención de los círculos más altos al punto de que una personalidad que todos nosotros veneramos (los asistentes se levantan)… nuestro príncipe heredero, manifestó que había que darle un buen tortazo a éste tío. — A nosotros, señores, nos corresponde… encomendarlo a las instancias competentes en lo criminal. (Abre la puerta y grita): ¡Policía!»
Ensalzan el bestialismo y ridiculizan el humanismo; un médico militar ante una sala atestada de heridos si dirige al médico que allí asiste:
«Ahora hay guerra y el supremo deber de la profesión médica consiste en dar buen ejemplo e ir suministrando material humano. …Como colega intento hacerle entender que el lugar ideal para un inútil es la trinchera,… El nefrítico aquel… El tío sólo tiene que disparar sus cincuenta balas, ¡luego puede palmarla si quiere! El servicio de Su Majestad…»
La burguesía no va a la guerra; un médico militar: «¡Caray! Mira… a ese lo libre ayer del servicio activo. Y hoy ya esta de juerga. … ojala tuviera yo en billetes de diez lo que su viejo en billetes de mil»
Entre la documentación dialogada, Kraus aporta conversaciones que ya saben que la primera guerra va a dar al poco en la segunda y cómo ven en las dos el negocio. El cinismo lo congela todo, los que más alientan a la guerra son los que no van y se aprovechan de ella. Se trasluce la caída de la moneda, la crisis bancaria, la eclosión social, el camino seguido, se vuelca la defensa y promoción de la guerra por parte de la iglesia, «por la patria y por el negocio» dicen entre ellos brindando, «gandules», insultan a los heridos. Y cómo no, el machismo expresado por la burguesía; las mujeres burguesas discursean en una asamblea troperil: «a nosotras las mujeres nos gusta mezclar sonrisas con lágrimas y hasta en el dolor sentimos la necesidad de ser guapas. … me gustaría proponer que se libere de sus labores a las empleadas de hogar alemanas con el fin de aumentar el número de combatientes… todas las jóvenes y mujeres devolverán muy gustosas los puestos de trabajo ocupados durante la guerra a los heroicos combatientes que vuelvan… Sólo se recurrirá a la mano de obra femenina cuando no haya suficientes hombres».
Conversación entre maridos y esposas de la clase burguesa: «¿Qué, Elsita? Contenta de que tu maridito no tenga que defender la patria, ¿eh?».
Conversación entre mandos militares: «… lo que el ejército debe a una información de guerra bien uniformada… ¿Qué carajo quiere la gente? ¿vivir eternamente? No es el momento, señores, para apasionarse por una nimiedad así… ¡Si de mí dependiera ¡la censura debería dar un ejemplo y ahorcar a toda esa gentuza! (gritos de ¡bravo!) Viva Su Majestad…»
Finalmente veremos como los cementerios se han convertido al final de la guerra en una atracción turística. El negocio de la guerra para la clase de la guerra.
Karl Kraus recitó fragmentos de su obra pero no permitió su representación abreviada más que en 1928: «…hay que leer y no oír cuanto está escrito». Nada mejor, nada más sabio.
Título: Los últimos días de la Humanidad.
Autor: Karl Kraus.
Traductor: Adan Kovacsics.
Editorial: Hiru.
Ramón Pedregal Casanova es autor de «Siete Novelas de la Memoria Histórica. Posfacios», editado por Fundación Domingo Malagón y Asociación Foro por la Memoria (asociacion.foroporlamemoria@
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