Como una manera de reparar (así se entiende) el daño causado al gobierno, por el escándalo del caso Caval, donde se vio involucrado el hijo de la presidenta Michelle Bachelet, ésta decidió convocar, según indica la prensa, «a una comisión de expertos que elaboren una serie de propuestas tendientes a ‘elevar los estándares’ respecto de […]
Como una manera de reparar (así se entiende) el daño causado al gobierno, por el escándalo del caso Caval, donde se vio involucrado el hijo de la presidenta Michelle Bachelet, ésta decidió convocar, según indica la prensa, «a una comisión de expertos que elaboren una serie de propuestas tendientes a ‘elevar los estándares’ respecto de la relación entre dinero y política». Dicho sin eufemismos, a «transparentar» las oscuras relaciones entre políticos y empresarios. Recordemos, además del caso Caval, el caso Penta y el caso Soquimich, entre otros.
Cuando uno lee sobre la famosa comisión no sabe si la presidenta y sus asesores son ingenuos, sufren de ansiedad, quieren tapar el sol con un dedo o siguen pensando que todos los chilenos somos idiotas. Lo que sucede no es un problema de comisiones más o menos, que, en honor a la verdad, nunca dan los resultados esperados ¿Ustedes creen que con una comisión, como la que se pretende, los senadores, diputados, autoridades y dirigentes de los partidos políticos dejarán de realizar sus chanchullos? Por supuesto que no lo harán. La clase política chilena, que controla el país, está maleada sin remedio. Los empresarios hace mucho que los compraron de diferentes maneras y a diferentes precios. Aquí no se necesitan comisiones, lo que se necesita es que se apliquen las leyes existentes y se encarcele a los delincuentes y corruptos que las violen. Punto. La corrupción de la clase política y empresarial siempre ha sido un secreto a voces. Son estafadores profesionales. Aparte de los casos citados, hagamos memoria del Mop-Gate, Inverlink, La Polar, Farmacias, Transantiago y un largo etcétera. La clase política chilena debe ser la más hipócrita y sinvergüenza del continente. Sobre todo la perteneciente a la Concertación -hoy Nueva Mayoría-. Porque la derecha, en todas sus etapas históricas, sabemos que ha sido siempre corrupta y ha provocado los peores daños al pueblo chileno: explotación, asesinatos, desapariciones, torturas.
La Concertación se desclasó a contar del gobierno de Patricio Aylwin y alcanzó diploma de honor con el presidente Ricardo Lagos Escobar. En eso los ex Mapu, y el «Partido Socialista», llevaron la guaripola. Hicieron la vista gorda al «saqueo de los grupos económicos al Estado de Chile», a cambio de ser partícipes en los negocios del empresariado que en ese momento controlaba, y controla aún, la economía nacional, negándose a revisar las privatizaciones fraudulentas llevadas a cabo durante la dictadura. Es más, siguieron privatizando con un desparpajo digno de un discípulo de los Borgia. Ante este panorama, sólo una nueva Constitución (no una «reformada»), redactada por una asamblea constituyente y aprobada vía plebiscito nacional es la solución. El parlamento no da el ancho para concretar un Constitución verdaderamente democrática. El parlamento es una manzana podrida.
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