El sistema capitalista en su fase más desarrollada, el imperialismo, tiene una serie de características generales que inciden en elementos de la coyuntura actual, tanto a nivel internacional como nacional, los que, a su vez, determinan ciertas condiciones para la vida de la clase trabajadora que, dependiendo del estado de conciencia y organización de esta, […]
El sistema capitalista en su fase más desarrollada, el imperialismo, tiene una serie de características generales que inciden en elementos de la coyuntura actual, tanto a nivel internacional como nacional, los que, a su vez, determinan ciertas condiciones para la vida de la clase trabajadora que, dependiendo del estado de conciencia y organización de esta, podrá ir afectando en el curso de la lucha de clases.
Como contexto general se debe mencionar que las contradicciones del sistema capitalista han llegado a un nivel de agudización que nos encontramos en un estado destructivo del capitalismo. Por otra parte, existe una disputa por la hegemonía mundial expresada en dos grandes bloques, a saber, el bloque de Estados Unidos y la Unión Europea, versus el bloque Chino-Ruso que no disputan proyectos muy diferentes en el plano del patrón de acumulación, sino más bien la hegemonía al interior del sistema capitalista imperante a escala global.
Por otro lado, la crisis actual del capitalismo neoliberal tiene una particularidad respecto de otras crisis. Esta particularidad radica en que se caracteriza por ser una crisis de onda larga y a escala global, que deviene del año 2007. Esta crisis ya no sólo afecta en el plano económico, sino también el sistema político burgués, que ha derivado en el cuestionamiento a la democracia burguesa, el electoralismo y parlamentarismo. Por último, la crisis actual del capitalismo ha agudizado la tendencia a la baja de la tasa de ganancia, situación contraria a la razón de ser del modelo económico: la acumulación de capital.
Ante esta situación, se generan diferentes estrategias para enfrentar la tendencia a la baja de la tasa de ganancia por parte de la burguesía, afectando directamente a las economías de América Latina, África y Asia. En el caso latinoamericano, particularmente el chileno, la estrategia para enfrentar la crisis capitalista es la sobreexplotación de la fuerza de trabajo por medidas tendientes a la flexibilización, precarización laboral y desempleo, y por otro lado la depredación de la naturaleza, que vemos por ejemplo en el monocultivo de eucaliptus y pinos por parte de las empresas forestales en el territorio Mapuche.
Sumado a lo anterior, el surgimiento con fuerza de nuevas formas de organización del trabajo por medio de las tecnologías, la automatización y robotización, están generando nuevos escenarios laborales, como el teletrabajo y las «economías de plataforma», teatro de operaciones nuevos que nos obligan como clase trabajadora a saber dar respuestas oportunas y contundente para enfrentar la ofensiva patronal.
A todo este escenario en el cual el bloque en el poder local busca salida a la crisis del capitalismo actual, el gobierno de Piñera ha impulsado una serie de «Modernizaciones al Estado», que se traducen en reformas orientadas a sostener la estrategia antes mencionada, destacando la Reforma laboral, previsional y tributaria que se discute actualmente en los recovecos del poder.
Algunas luchas que se deben destacar que fueron relevantes durante el año 2018, destacan la lucha feminista, la lucha socioambiental (Quintero-Puchuncaví) y la lucha mapuche. Todo este contexto ha ido generando deslegitimidad y descontento, sin embargo, aún no hay mayores niveles de organización en el seno del pueblo, y niveles embrionarios de conciencia clasista. En ese sentido, el gobierno aún está lejos de perder su gobernabilidad y es tarea de las y los clasistas ahondar en la crisis y aportar al desarrollo de la conciencia de las y los trabajadores y el pueblo pobre.
En el campo de las y los trabajadores, es importante destacar la lucha emprendida por los portuarios a finales de año, quienes a punta de protestas y barricadas lograron la legitimación de la combatividad y la violencia debido a la justeza de la causa de su lucha. También es importante mencionar otras luchas que destacaron dentro del sector del sindicalismo clasista, a saber, las y los trabajadores a honorarios públicos quienes entre otras demandas exigen un contrato único en el estado.
La situación para la clase trabajadora en Chile no se viene muy auspiciosa. La burguesía rentista por medio del uso del aparato del estado a través del gobierno de Piñera está emprendiendo dos grandes estrategias para afrontar la crisis capitalista de larga expansión y a escala mundial, que aún enfrenta. En primer lugar, una agenda legislativa orientada a la profundización de la precarización y flexibilización laboral, y, por otro lado, la profundización de la represión a las luchas del pueblo y a sus organizaciones de avanzada.
Respecto de la regulación del empleo y las relaciones laborales, es posible identificar algunos elementos que provocarán conflicto en la actual coyuntura. En primer lugar, la flexibilización y precarización laboral por medio de la llamada adaptabilidad del empleo, el trabajo a distancia y teletrabajo, utilizando el avance tecnológico para perjudicar a las y los trabajadores y no precisamente para mejorar su calidad de vida. En segundo lugar, la modificación de la indemnización por años de servicio. Y, en tercer lugar, modificaciones a la reforma laboral vinculadas con la definición de servicios mínimos, validación de grupos negociadores, la extensión de beneficios y la regulación de la huelga.
Pese a este dificultoso escenario, el ciclo abierto del año 2006 en adelante nos ha demostrado que existe un alza sostenida de las luchas de la clase trabajadora. Si bien no es lineal y tiene avances y retrocesos, así como saltos y reflujos, lo relevante es que estamos en un contexto en que nuestro pueblo ha estado luchando por sus reivindicaciones más sentidas. Sin embargo, no debemos confundirnos y pensar que por ello los niveles de conciencia se han elevado cualitativamente. Si bien, la clase forja su conciencia en la medida que lucha, aún estamos lejos de que el clasismo se propague más masivamente, como corriente al interior del germinal movimiento popular.
El sindicalismo clasista genera importantes esfuerzos para avanzar, así nos encontramos a 6 meses de la fundación de la Central Clasista, herramienta que ha permitido el agrupamiento de las y los clasistas en pos de una tarea común: retomar el legado histórico de la clase trabajadora y luchar por sus verdaderos intereses.
En ese sentido, tomando en cuenta lo que se viene desde la patronal, desde la Asociación Intersindical de Trabajadoras y Trabajadores Clasistas, AIT, creemos que los esfuerzos para el movimiento de trabajadores debieran transitar en diferentes planos, a saber, en el plano de la organización, en el plano de la lucha y en el plano de la disputa de las ideas.
En el plano organizativo, resulta imperiosa la conformación de sindicatos de clase, el crecimiento de organización en el seno del proletariado. Asimismo, la organización debe ser articulada para hacer frente a la atomización y fragmentación del movimiento sindical. En ese sentido, se debe fortalecer la Central Clasista, haciendo el llamado a todos los sectores que se identifican con el clasismo a sumarse a esta iniciativa y fortalecerla para que logre ser el referente de las y los trabajadores para las luchas que se avecinan.
Por su parte, las luchas que debemos enfrentar van orientadas a ponerle freno a la precarización laboral. La patronal ha pasado a la ofensiva quitando derechos ganados históricamente, flexibilizando jornadas laborales, tipos de contrato, derechos laborales y sindicales, todo a costa de sueldos indignos que no alcanzan a cubrir el costo de la vida. A nombre de la «adaptabilidad», las tecnologías o la inclusión, lo que la burguesía hoy está haciendo es desposeernos de nuestros derechos alcanzados por medio de proyectos como el Estatuto Laboral Joven o la ley de Sala Cuna Universal, privarnos de protección social e imponiendo formas de trabajo como el teletrabajo, automatización y el trabajo a distancia que irán socavando la organización sindical. Asimismo, acortar a la mitad la indemnización, desconociendo por completo la fuerza de trabajo invertida y el rol que cumplimos en la producción. Las y los trabajadores debemos luchar y defender la indemnización por años de servicio sin tope y por la remuneración total, reducir la jornada laboral y tener un sueldo mínimo acorde al costo de la vida. También, deberemos defender la organización sindical de las nuevas formas de empleo que segregan a las y los trabajadores, acabar con la reforma antisindical y las modificaciones que se avecinan que buscan consolidar los grupos negociadores, acabar con la extensión de beneficios a nombre del sindicato y socavar la efectividad de la huelga; debemos luchar contra la reforma previsional que es una burla para las y los trabajadores de la tercera edad. Por último, debemos denunciar la persecución a nuestros dirigentes y dirigentas, y combatir la represión con más organización y combate.
Por último, en el ámbito de la lucha de las ideas, es un deber imperioso hacer que el sindicalismo clasista y combativo crezca. Se debe consolidar la corriente político sindical al interior del amplio movimiento de trabajadores y trabajadoras. Asimismo, avanzar en la capacidad de respuesta efectiva a las luchas, y avanzar en la rearticulación del campo popular en su conjunto para hacer frente al capitalismo y sus lacayos.
Ariel Orellana Arayaes Trabajador de la Salud Publica – Miembro de la Asociación Intersindical de Trabajadoras y Trabajadores Clasistas, AIT.
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