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La comuna de Toribío, Cauca

Fuentes: Rebelión

En Toribio, Cauca, y en los otros municipios del norte de este departamento, como Miranda, Jambaló, Corinto, Suarez, Santander de Quilichao, donde viven más de 200 mil indígenas nasas, paeces y guambianos, pertenecientes a la civilización Chibcha, predominante en la Sábana de Bogota hasta bien entrado el siglo XVII, luego del feroz exterminio de los […]

En Toribio, Cauca, y en los otros municipios del norte de este departamento, como Miranda, Jambaló, Corinto, Suarez, Santander de Quilichao, donde viven más de 200 mil indígenas nasas, paeces y guambianos, pertenecientes a la civilización Chibcha, predominante en la Sábana de Bogota hasta bien entrado el siglo XVII, luego del feroz exterminio de los conquistadores españoles, ha ocurrido un hecho socio-político extraordinario para los cambios estructurales de esta nación. Se ha configurado, en un área de 570 hectáreas, un Poder Popular Indígena, una Comunalidad amerindia que quiere vivir en paz, que reivindica la justicia social, que demanda la vigencia de los derechos humanos, que exige la negociación política del conflicto. Es un poder democrático que contrasta el poder oligárquico de las camarillas dominantes en el Estado central. Un Poder organizado para desarrollar los conceptos de territorio, unidad, cultura, autonomía, resistencia, justicia y moral.

Una potente revuelta indígena ocurrida a lo largo de las últimas semana se ha expresado políticamente con formas propias de gobierno, para proyectar soluciones a sus más difíciles angustias, luego de 500 años de asesinatos, crímenes, despojos, exterminios y de guerra biopolítica contra las masas autóctonas, realizada conjuntamente por la corona española y sus conquistadores (Francisco Pizarro, Jorge Robledo), prolongada hasta el día de hoy por una minoría oligárquica, con los apellidos de los viejos encomenderos (Holguines, Caros, Mosqueras, Lloredas, Caycedos, Iragorris, Lemos, Hormazas, Cogollos). Allí casi toda la vida colonial, con violencia exterminadora de los indígenas desde la conquista española, sigue intacta, como si la famosa independencia liberal de 1810 no se hubiese dado. Las élites locales con auditores, encomenderos, hacendados y latifundistas e inquisidores clericales y ultramontanos, siguen muy campantes por Popayan. La caucana es una sociedad inmovil y cerrada como hace 400 años. Una radiografía de las familias Mosquera y Chaux e Iragorri, nos arrojaría un vivo retrato de esta estructura social obsoleta.

Por supuesto, lo que ocurre en dicho territorio no es una excepción en el concierto nacional. En otros lugares de Colombia hay nuevos focos de creciente inconformidad. Hay un clima socio-político de levantamiento popular, que organizaciones sociales quieren coordinar para propiciar un paro cívico/político, una huelga política de masas que desmantele un Estado en descomposición y degradado.

La Comuna de Toribio, organizada por la comunidad amerindia con su Guardia e instituciones comunales no ha caído del cielo ni es una ganga de expertos mercachifles. Es la expresión del alto nivel de conciencia alcanzado por la población como respuesta a la crisis de una sociedad arruinada. Es la reacción de la población contra el militarismo violento del gobierno del señor Santos y sus patrocinadores del Departamento de Defensa gringo, el financiador de esta guerra contra el pueblo cáucano, como parte de su Plan para mantener el control y robo de los recursos naturales, mineros y estratégicos de territorio, con importantes mega proyectos en este territorio de gran importancia geoestratégica para la unidad nacional.

En el Cerro Las Torres de Toribio, los nasas han izado una bandera, símbolo del CRIC y de la Minga, emblema del poder amerindio.
El Cauca, territorio ancestral de indígenas y afrodescendientes, es una región con profunda crisis causada por el abandono absoluto y por el dominio de una vieja aristocracia que vive de la renta de la tierra mediante la más aberrante explotación de la fuerza laboral. En la región existen problemas más hondos que son emblemáticos de las raíces de la guerra: la pobreza en que vive la mayoría de sus habitantes, la desigualdad rampante, la falta de educación, de salud, de vivienda. En el Cauca se encuentran todos los elementos de la guerra civil colombiana: necesidad de la reforma agraria, iniquidad, miseria, discriminación racial, concentración de la riqueza, neoparamilitarismo, corrupción politica y militarismo. Es uno de los departamentos más pobres. De sus 43 municipios, 33 tienen más del 50% de su población con Necesidades Básicas Insatisfechas-NBI. Según estadísticas recientes, dicha zona y su Capital, Popayan, tiene los mayores porcentajes de población en situación de pobreza extrema. Cáuca tiene el peor indice GINI del país (lo que significa la peor desigualdad social), después del Choco, la Guajira y Huila. Allí ha fracasado el Estado oligárquico-burocrático y sus mediocres políticos. En el Cáuca permanecen, con vocación de eternidad, estructuras coloniales como el latifundio y sus feroces terratenientes de guardia pretoriana paramilitar.

En el Cauca tenemos la demostración rotunda del fracaso del Estado burgués y mafioso colombiano, que es el foco real de la violencia reaccionaria que desangra la nación por todo el territorio. El colapso de las anacrónicas instituciones de subordinación, encabezadas por unas camarillas sociales y políticas que siguen viviendo como en la época colonial, es total. Temistocles Ortega (actual Gobernador), un oscuro representante de la burguesía burocrática/judicial depredadora; los senadores Jose Dario Salazar, una mediocre y macartista ficha uribista; Aurelio Iragorri, la cabal expresión de la arrogancia latifundista e intermediadora, con su hijo enclavado en la Presidencia; Juan Jose Chaux encarcelado por narcoparamilitarismo; Jesús Ignacio Garcia, el artífice de los micos en la reforma a la justicia, son los nombres más sobresalientes de esta camada de aristócratas perfumados que se festinan el infortunio de los pobres. Los gamonales políticos son aristócratas feudales pintorescos con mucha influencia en la Presidencia del señor Santos; ellos hacen su politiquería sobre la base de excluir, despojar y estigmatizar la población indígena, campesina y afro, para lo cual incluyen el narcoparamilitarismo en su accionar político. Entre todos estos politiqueros lograron que esta forma de hacer política pasara de un gamonalismo regional a directriz política nacional durante el gobierno de Uribe Velez.

En el Cauca, como en el Catatumbo, en La Macarena-San Vicente del Caguán, en los Montes de María, en Tumaco, en el Paramillo, en La Cordillera Central, en el Oriente de Caldas y en el Putumayo, las viejas épocas oligárquicas no desaparecen y mutan hacia el fascismo uribista: Todas las heridas hechas a los indígenas, a los trabajadores, a los campesinos, a los pobres, todavía hoy siguen siendo las guerras biopolítica contra los pobres, en las cuales se utiliza toda la parafernalia bélica norteamericana financiada por el Plan Colombia y el Departamento de Defensa.

Guerra biopolítica materializada en la actualidad en los planes bélicos de Santos, cuyo gobierno sigue utilizando la estrategia militar intensa financiada por el imperialismo norteamericano, para aniquilar la resistencia indígena. Desde febrero hay allí una nueva y renovada ofensiva militar y neoparamilitar, ya que el Cáuca es una de las 10 áreas donde se concentran los planes guerreristas de los poderes bogotanos, a cargo de una Fuerza de Tarea conjunta denominada Apolo y coordinada por 600 mercenarios yanquis apoltronados en el Ministerio de Defensa, en el marco de la llamada «Operación Espada de Honor», que persigue objetivos militares de Alto Valor Estratégico, para destruir la resistencia guerrillera a la que se pretende hechar la culpa por todo lo que sucede cuando los reales causantes de esto ya estan plenamente identificados.

Por el contrario, es gracias a las ideas socialistas/revolucionarias, a las propuestas comunistas del silgo XXI, a los postulados progresistas de reforma agraria, a la defensa de los derechos humanos y de las libertades políticas, que se ha fortalecido la conciencia y organización revolucionarias de los indigenas y campesinos caucanos para que pudiesen llegar a los grados de organización y rebeldía que presentan hoy.

El Plan Cauca por 500 mil millones de pesos (281 millones de dólares), para proyectos agrícolas e infraestructura, anunciado a última hora por el señor Santos, con su ideología desueta y discurso trasnochado de la Tercera Vía, es otra salida demagógica para pasar el chaparron noticioso. Estas platas se las festinaran de nuevo sus amigotes del Senado ya señalados mas arriba, en las eficaces cadenas del clientelismo y la corrupción.

Estimulante la presencia del Poder Popular Indígena en el Norte del Cáuca. Llena de energía al resto del movimiento popular colombiano. Vano el propósito de leguleyos que lo quieren desconocer con argumentos y rabuladas como las esbozadas por Córdoba Triviño y Carlos Gustavo Arrieta, lo sustanciadores del gamonalato patojo.

Los nasa, paeces y guambianos son dignos herederos de la Cacica Gaitana y de Quintín Lame que en su tiempo fueron ejemplo de rebeldía y dignidad.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.