La diferencia es lo que remunera -bajo diferentes formas- al gran capital, o sea la friolera de U$ 128 mil millones de dólares. Solo en el año 2023…
Esta vaina -finalmente- será una trilogía: “De qué trata la economía”, “Chile fértil provincia”, y para terminar, “La contabilidad nacional”, que para ser sincero pudo -o tal vez debió- llamarse “La culpa no la tiene el chancho…”
Mis tres paridas centradas en lo que produce un país, en este caso Chile, y en cómo se reparte esa torta.
Ya sabes que gracias al “Grone” aprendí Contabilidad, que fue mi primer oficio en Francia.
En esos años las técnicas contables ya eran más que milenarias.
La contabilidad en partida doble fue codificada por Luca Pacioli a fines del siglo XV en su libro: “Tractatus XI particularis de computibus et scripturis” publicado en Venecia en 1494, y que fue uno de los primeros textos que aprovechó la invención de la imprenta. Sin embargo, esas técnicas ya eran utilizadas muy frecuentemente en los bancos italianos desde fines del siglo XIII.
Gracias a una virguería -la partida doble-, no se te escapa ni un penique. Es imposible maquillar las cuentas, defraudar y engañar al Fisco o a los accionistas de la empresa. Un pinche contador puede descubrir en muy breve tiempo dónde está el dolo.
Por esa sencilla razón, cuando una empresa quebraba en el Chile de mis años mozos, “se incendiaba”. Reducir a cenizas los libros de cuentas era el único modo de disimular las indelicadezas que, de todos modos, podían ser reconstruidas a partir de los datos de las empresas que habían trabajado con la desaparecida.
Para chamullar sobre la economía de un país hace falta un lenguaje común, una sintaxis, palabras entendibles para describir lo que ocurre. Ese lenguaje es el que nos ofrece la Contabilidad Nacional (CN).
El primer sistema de CN fue creado por John Maynard Keynes, quien dirigió en 1941 la delegación británica encargada de redactar los Acuerdos de Bretton-Woods. Tales acuerdos tuvieron como principal objetivo el de organizar un sistema monetario mundial y favorecer la reconstrucción y el desarrollo económico de los países afectados por la II Guerra Mundial.
Ya lo sabes: las guerras de un modo u otro no son sino una extensión del libre mercado, una oportunidad de negocio, business as usual.
Quienes le llevaban las de abajo a Keynes -sus seconds– elaboraron una serie de cuadros para poner en evidencia los recursos producidos y su empleo bajo la forma de consumo, gasto público, subvenciones e inversiones.
Los agentes del Tesoro británico eran muy púdicos, razón por la cual no incluyeron ni el lucro ni la tesorización entre los empleos del producto.
No hace falta ser un descarado para recordar que entre los empleos del producto se cuentan, muy primeramente, los beneficios, the profit, las ganancias, el lucro, el ROI, las utilidades o, si me apuras un poquillo, el EBITDA (earnings before interest, taxes depreciation and amortization) que es lo mismo pero suena más sabio.
Según los boludos que practican el onanismo a dos manos:
«La contabilidad nacional tiene dos objetivos principales: modelizar y estudiar la actividad económica de un país dado durante un periodo dado por una parte, y prever la evolución de una coyuntura por otra parte. Así puede ser una herramienta de previsión para ayudar a un gobierno a encontrar soluciones o relanzar el consumo».
Como ya he tenido la ocasión de explicarlo, -y como se verifica mirando la realidad que nos rodea-, ni la Contabilidad Nacional ni la economía son capaces de prever nada, mañana es otro día, no olvides el paraguas, uno nunca sabe (*).
Pero me alejo de mi tema: el producto y su repartición entre los actores del drama.
El PIB de Chile en el ejercicio 2023 fue -según fuentes más o menos creíbles- de 335 mil millones de dólares (Fuente: FMI). La casi totalidad de los economistas y otros desalmados (ministros, presidentes, directores de organismos internacionales, inversionistas, banqueros, etc.) aplauden hasta con las nalgas. Y comulgan en una pasmosa unanimidad para olvidar muy oficialmente quién palpa qué y cómo.
¿Alguna vez te preguntaste cómo se distribuye ese producto? ¿Cómo se reparte el pijotero PIB?
Para saberlo servidor utiliza las nociones de la Contabilidad Nacional ya descritas: consumo, gasto público, subvenciones e inversiones, agregando como se debe la remuneración del capital (profits).
Consumo
El consumo lo entendemos como la parte que va a la población, es decir la suma de salarios distribuidos durante el periodo. La masa de asalariados en Chile gira en torno a 10 millones de personas.
Según el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), “el ingreso mediano —cifra que separa la población en dos partes iguales: los que reciben más y los que reciben menos — llegó a $502.604 al mes (2022), es decir, el 50% de quienes trabajan en el país percibieron ingresos menores o iguales a este último monto”.
Siempre según el INE, “El ingreso laboral promedio mensual en Chile fue de $757.752 en 2022”, lo que estadísticamente quiere decir que la minoría que recibe más… palpa mucho, mucho más, como quedó demostrado en mi parida precedente, “Chile fértil provincia”.
Para no pecar de sageraos, tomaremos para el año 2023 un salario único de $ 1.000.000 por trabajador asalariado, lo que para 10 millones de currantes da en el año la cifra de $ 120.000.000.000.000, o si prefieres, U$ 126.000.000.000.
Habrás notado que de este modo he inflado la parte que remunera al personal… que de este modo recupera ciento veintiséis mil millones de dólares al año.
Gasto Público
Los Presupuestos del Estado, la inversión social, los servicios públicos, -que no son precisamente un “gasto” inútil como te quieren hacer creer-, para el ejercicio 2023 fue de $ 76.727.518.317.000, es decir de U$ 80.800.000.000 (Fuente: Dipres)
Según la OCDE:
“Los ingresos tributarios de Chile, de sólo 21% como porcentaje del PIB, son muy bajos en relación con estándares internacionales, con cerca de un tercio de trabajadores con empleos informales y solo una quinta parte de los chilenos que paga el impuesto a la renta.”
Cuando digo que Chile no le cobra impuestos al gran capital, no lo invento. Cuando Mewes lloriquea lo hace de puro lleno, como los cocodrilos.
Por otra parte, si sólo una quinta parte de los chilenos paga el impuesto a la renta se debe mayormente a que el 80% palpa tan poco que califica para recibir “bonos”.
Sumados el Consumo y los Presupuestos del Estado tenemos grosso modo U$ 207 mil millones. Y como quedó dicho, el PIB es de U$ 335 mil millones.
La diferencia es lo que remunera -bajo diferentes formas- al gran capital, o sea la friolera de U$ 128 mil millones de dólares. Solo en el año 2023…
Lucro, utilidades, ganancias en Chile: U$ 128.000.000.000 (año 2023)
Ciento veintiocho mil millones de dólares en el ejercicio 2023…
De este modo, un 38% del PIB que producen 10 millones de trabajadores activos remunera a inversionistas, Bancos, empresarios, comisionistas y rentistas varios, los cuales, numéricamente hablando, son apenas el 1% de la población.
Al respecto es útil comparar ese 38% con los intereses que te paga el Banco por tus depósitos, o las AFP por el dinero que les ofreces a cambio de una hipotética pensión cuando te jubiles.
Dicho de otro modo, Chile es Jauja, la estamos dando – ¡chutear y correr a abrazarse! – , con la complicidad de toda la costra política parasitaria, gobiernos que no controlan ni los esfínteres, y una casta empresarial abusadora con la población y servil frente a los capitales foráneos.
Aunque resulta chocante repetir que el 10% de la población concentra el 60% de la riqueza, lo repito, porque es el único modo de establecer ante la sociedad que este sistema no puede ser eterno: es imperioso acabar con él.
(*)
Nota: RC Merton y M Scholes fueron premio Nobel de economía en el año 1997. Especializados en mercados bursátiles en situación de incertidumbre que vuelven al equilibrio y son “eficientes”, este par se juntó con John Meriwether, ex corredor de Bolsa en el banco Salomon Brothers, para crear un fondo especulativo: LTCM (Long Term Capital Management).
Merton y Scholes estaban seguros de construir una cartera de acciones sin riesgo, vehiculando la ideología del conocimiento perfecto del futuro (las previsiones), y vendiendo una «estrategia sin riesgo» en un mercado especulativo donde las ganancias vienen… ¡del riesgo!
Para resumir, después de invertir U$ 3 mil millones se encontraron con pérdidas de varios centenares de miles de millones de dólares. La quiebra de LTCM hizo temblar todo el planeta financiero.
¡Azúcar!