Para la fotografía que acompaña a la entrevista eligió esconderse a medias tras la bandera rojigualda de España, la que tenemos, con algunas modificaciones, desde la victoria del alzamiento en 1936; tal vez el Sr. Aznar preferiría haberlo hecho, para dar mayor credibilidad a sus declaraciones, detrás de un misil -por poner algún ejemplo de […]
Para la fotografía que acompaña a la entrevista eligió esconderse a medias tras la bandera rojigualda de España, la que tenemos, con algunas modificaciones, desde la victoria del alzamiento en 1936; tal vez el Sr. Aznar preferiría haberlo hecho, para dar mayor credibilidad a sus declaraciones, detrás de un misil -por poner algún ejemplo de arma de destrucción masiva- pero supongo que al igual que la Alianza invasora de Irak no las encontró en dicho País ni Mr. Bush debajo de una mesa, el Ex Presidente popular tampoco las halló en lugar alguno.
A falta de un fin que justificase sus medios a unos y otros no les ha quedado más remedio que saltar de un particular humor a un tenaz empecinamiento necio para tratar de respaldar desde ambas estrategias la incursión militar en el País asiático, lástima que entre la aguda chispa del Presidente estadounidense buscando las armas bajo los muebles mientras decía: «esas armas de destrucción masiva tienen que estar en alguna parte» y las declaraciones del Ex falangista Aznar asegurando que no se arrepiente de haber prestado su apoyo a la ocupación, haya docenas de miles de muertos cuya macabra mueca contrasta con la sonrisa del Trío de las Azores, responsables de una masacre que todavía continúa sembrando de cadáveres las calles de ese País.
Para el Presidente de las FAES la fotografía con Bush y Blair es el momento histórico más importante de España en los últimos 200 años. Prefiero no decir a que me recuerda esa cifra, pero tan mezquino puede ser el sacar ese tremendo episodio que me viene a la memoria a colación en este momento, como ruin el enorgullecerse de haber contribuido a encender la mecha que nos explotó en la cara.
Las palabras de Aznar en El Mundo referentes a la invasión de Irak sólo pueden ser pronunciadas por un necio o por un loco, pero únicamente lo puede hacer con tal aplomo y soberbia quien sea una combinación de ambos. No olvidemos que la locura no tiene porque suponer el meterse la mano en la pechera y creerse Napoleón, aunque algo de afanes imperiales haya en el hecho de ser un ridículo comparsa de quien se arroga el derecho de invadir una Nación sin el visto bueno de la ONU, pero sin duda es síntoma de desequilibrio la imprudencia y la irreflexión que acompañan al hecho de sujetarle el rifle a Bush mientras recibía la negativa en acompañarles en tan sangrienta barbaridad por parte de los mandatarios de otros Países, a los que nuestro entonces Presidente intentaba convencer de modo patético como buen lacayo del Norteamericano y lo que es peor, al mismo tiempo que en España, como en muchos otros lugares, millones de personas salían a la calles exigiendo que este País no colaborase en modo alguno en una Guerra tan absurda, indigna y orquestada sobre falsedades, como se ha demostrado después y como ya sabían en aquel momento los que la propiciaron, porque en ninguna de las inspecciones previas que se realizaron en Irak se encontraron las famosas armas. Este hecho precisamente, el ser compinche de los organizadores de esa apuesta por la muerte inútil de miles de inocentes bajo una premisa ficticia es la otra pata sobre la que se sustenta la actuación del entrevistado: la necedad, porque sólo la ignorancia y la majadería le pudieron llevar a ser compañero de tan atrabiliarios personajes en ese siniestro viaje.
José María Aznar quiso entonces codearse con los «grandes» y tal vez así curarse de ciertos complejos que le acompañaban conocedor como era de la losa de su pasado franquista de la que todavía no ha conseguido desembarazarse porque probablemente ni lo ha querido ni lo ha intentado, así como de su falta de carisma y de su inferioridad manifiesta con respecto a su antecesor en la Presidencia de España, pero esas amistades que hay que reconocer que le habrán valido para hacer un álbum de instantáneas muy coqueto en las que aparecerá dándole la mano a su amado Bush, o con la de éste sobre su hombro, riéndole las gracias e incluso con los pies encima de su mesa, también le sirvieron para mostrar su verdadera cara ante el Pueblo que lo había elegido en las urnas, la de un déspota, trepa, insensible y servil, que prefirió ser el títere insignificante de un Gobernante con un amplio historial de muertes, violaciones de derechos y corrupción a sus espaldas, a escuchar y aceptar la demanda más que mayoritaria de los ciudadanos a los que debía su cargo y ante los que se había comprometido, en un alarde de hipocresía, a ser receptivo a sus demandas, para que nuestro País no secundase esa atrocidad infame. Claro que su condición, por si alguien lo dudaba, quedó patente cuando tiempo después quiso hacernos creer y en contra de todas las evidencias, que la matanza de Atocha había sido perpetrada por ETA. Y es que la necedad y la locura han de servirse necesariamente de la mentira para intentar maquillar la naturaleza de sus acciones.
Yo supongo que si el Sr. Aznar ha sido capaz de dormir con tranquilidad después de lo de Irak, no le va a quitar el sueño el hecho de ratificarse en aquello que constituye uno de los capítulos más vergonzosos y execrables de nuestra Historia. Desconozco si en su fuero interno se cree sus propias palabras o son la soberbia y la cobardía lo que le llevan a no admitir su trágica equivocación en aquel momento, pero vistas las ínfulas de este individuo, su profundo engreimiento y su descarada arrogancia, dudo que se arrepienta de nada de lo que ha hecho o dicho porque una cosa es cierta y no se le puede negar, que de aquel pasado fascista a este presente neocon, este hombre, acompañado siempre por una notable ambición de poder y por el deseo de retratarse junto a los más influyentes dignatarios, ha hecho gala de una gran coherencia ya que por más que cambiase la camisa falangista por el polo de lacoste, sus ideas y principios han permanecido prácticamente invariables en todo ese tiempo.
Yo en el fondo le agradezco que haya concedido esa entrevista en el medio más lógico y adecuado para exponer sus declaraciones, porque tales manifestaciones sirven de sano y conveniente recordatorio para aquellos cuya memoria pueda flaquear en cierta medida o a los que ese infausto acontecimiento les sorprendió demasiado jóvenes como para asimilarlo convenientemente, ya que no olvidemos que si bien el entonces todavía máximo dirigente del Partido Popular y Presidente del Gobierno primero despreció la voluntad de los españoles apoyando la invasión y después trató de engañarlos, algo de lo que sigue sin retractarse hoy en día, los que en aquel momento formaban parte del Aparato de su Formación Política, muchos de los cuales siguen ejerciendo responsabilidades en la misma, en ningún momento tuvieron el valor y la decencia, por más que bastantes así lo creyesen, de desautorizar la voz de su amo y oponerse de forma clara y tajante a sus desventurados designios. A día de hoy siguen siendo valedores de afirmaciones tan insensatas e irracionales como las hechas el pasado jueves por su antiguo líder y dicha actitud, es un claro indicio de cuál es su modo de entender la forma de gobernar. Cuando se antepone la disciplina de Partido al servicio, los intereses y los requerimientos de los ciudadanos, el resultado es que somos corresponsables en una matanza feroz e indiscriminada cuyo fin todavía no ha llegado, así como en innumerables casos de violaciones de los derechos humanos por parte de las fuerzas de ocupación en Irak.
Sin duda, la foto de Las Azores, es uno de los momento más importantes de la Historia de España en los últimos doscientos años, pero no olvidemos que la trascendencia o repercusión de un hecho puede ser extraordinaria tanto por lo positivo y beneficioso de sus consecuencias, como por lo dramático e ignominioso de sus efectos y a mi juicio, la imagen del Triunvirato Justiciero tuvo como resultado esto último. Y si alguien nombra a Afganistan en descargo de Aznar, que tenga presente que jamás un muerto se disculpa con otro cadáver.